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Charlie Kirk, Después del disparo

Política - septiembre 18, 2025

La noche del 10 de septiembre de 2025, en la Universidad de Utah Valley (Orem, Utah), Charlie Kirk, de 31 años, activista conservador y cofundador de Turning Point USA, fue asesinado por un disparo de rifle efectuado a distancia. En las horas siguientes, la policía detuvo a un joven de 22 años, Tyler Robinson, acusado ahora de asesinato con agravantes y otros cargos. Los fiscales de Utah han anunciado su intención de solicitar la pena de muerte. Los documentos presentados apuntan a ADN en el arma, mensajes de una supuesta confesión enviados a un compañero e intentos de destruir pruebas. Próxima vista: 29 de septiembre.

Las inscripciones en la munición y el lenguaje de la web

Entre los elementos que conmocionaron al público estaban las palabras grabadas en casquillos recuperados cerca del lugar de los hechos: fragmentos de memes, referencias pop («OwO ¿qué es esto?»), eslóganes y símbolos que apuntan tanto a la estética de los videojuegos (flechas que recuerdan a Helldivers 2) como a frases politizadas («¡Eh fascista, atrápalo!», «Bella ciao»). Es el alfabeto híbrido de la radicalización performativa: un crimen escenificado para nativos digitales, que habla a un público de los medios sociales antes que a cualquier política ortodoxa. Nada de esto disminuye la responsabilidad personal: el marco cultural explica; no absuelve.

Quién era realmente Charlie Kirk

Reducir a Kirk a un «influenciador» pasa por alto su trayectoria. Desde 2012, con Turning Point USA, luego Turning Point Action, y el programa de entrevistas diario The Charlie Kirk Show, se convirtió en el rostro más reconocible de la movilización conservadora de menores de 30 años en Estados Unidos. Su fórmula -giras por los campus, preguntas y respuestas sin guión con interlocutores a menudo hostiles, creación de comunidades y formación de cuadros- convirtió a Kirk en un arquitecto del reclutamiento político juvenil. ¿Polarizante? Sí. ¿Esencial para el pluralismo? También. Llevar una idea impopular a territorio hostil es, en una democracia, servicio público.

El clima: luto, cinismo y obscenidad de la celebración

Junto a claras condenas de la violencia, vimos mensajes burlándose del asesinato, intentos de justificación e incluso «recreaciones» teatrales. En un caso, un estudiante escenificó la muerte de Kirk en un vídeo viral y se enfrentó a medidas disciplinarias; en otros, empleados públicos y privados se enfrentaron a consecuencias profesionales por «celebrar» el asesinato. Incluso una estrella de Hollywood calificó a Kirk de «persona odiosa», con el previsible boomerang reputacional. No se trata de un mero lapsus de gusto: es un indicador moral de cómo una cultura de duelo selectivo está erosionando el terreno común.

El odio político no surge del vacío; se ensaya en pequeñas transgresiones que erosionan lentamente los tabúes contra el lenguaje deshumanizador y, finalmente, contra la propia violencia. El asesinato de Kirk volvió a poner de manifiesto esa ecología: líderes de todo el espectro pidieron moderación -Barack Obama, por ejemplo, condenó el tiroteo y advirtió contra el juego de culpar al instante-, mientras que partes de la cultura online se entregaron al cinismo o a la franca celebración, como se vio en los mensajes ahora borrados de líderes estudiantiles y celebridades menores. Paralelamente, los líderes europeos de centro-derecha enmarcaron el asesinato como el punto final de un clima permisivo hacia el rencor anticonservador. Se analicen como se analicen estas afirmaciones, la tarea cívica es la misma: reestigmatizar el odio político antes de que haga metástasis y se convierta en daño físico.

Saviano y Odifreddi: cuando la analogía se convierte en un arma

En el debate de Italia, Roberto Saviano invocó el Reichstag: El asesinato de Kirk como posible «pretexto» para la deriva autoritaria de Donald Trump. La analogía tiene dos defectos: infla la proporción histórica y desplaza el foco de la condena del acto a la especulación sobre sus supuestos «usos». En televisión, Piergiorgio Odifreddi argumentó que «el odio atrae al odio» y muchos distinguen «muertos de primera y de segunda clase»: traducido, quienes «hablan con dureza» no deberían sorprenderse por la violencia. El resultado en ambos casos es el mismo: normalizar el paso de palabras censurables → represalias físicas. Es un atajo retórico que una sociedad libre no puede permitirse.

La respuesta de Giorgia Meloni mezcló condolencias y trazos. En X lo calificó de «asesinato atroz» y «herida profunda para la democracia y para quienes creen en la libertad». En declaraciones posteriores, acusó a algunos sectores de la izquierda italiana de doble rasero -citando la provocación de Odifreddi- y advirtió de que una cultura de agresión verbal desenfrenada puede desembocar en violencia física. Se esté o no de acuerdo con su diagnóstico, lo esencial está claro: la protección igualitaria y no selectiva de la libertad de expresión y la condena igualitaria y no selectiva de la violencia política son condiciones previas para una democracia que funcione.

Las falsedades (y medias verdades) difundidas sobre Kirk y el caso

  1. «Él se lo buscó». El argumento más tóxico: sugiere que un discurso duro autoriza una bala. El Estado de Derecho se basa en la inmunidad del discurso frente a la violencia, no en que el discurso se doblegue ante las amenazas. Los fiscales han clasificado el acto como asesinato con agravantes. Y punto.
  2. Identificaciones erróneas y conspiracionismo. En las primeras horas: esbozos erróneos de sospechosos, etiquetas partidistas refutadas más tarde por los registros públicos, incluso respuestas «creativas» de sistemas de IA que amplificaban nombres falsos. Lección elemental: verifica antes de amplificar.
  3. «Kirk incitó a la violencia». Se pueden criticar sus posiciones y su tono. Pero no hay pruebas de que sus palabras alentaran actos delictivos. La firma pública de Kirk era el debate, yfue asesinado durante un debate. Reducirlo a un «hablador de odio que cosechó lo que sembró» no es informar; es una justificación póstuma.

Fuentes, el «enemigo interior» y la prudencia que necesitamos

Paradójicamente, una señal útil vino de Nick Fuentes, un antagonista de derechas de Kirk, que instó a sus seguidores a evitar las represalias, incluso «repudiando» a cualquiera que cogiera un arma. Cuando se avecina una espiral mimética, la responsabilidad mínima es desactivarla. Es un recordatorio para todos los partidos: ningún bando político se beneficia de desencadenar la violencia.

Dos lecciones que realmente importan

  • La violencia política tiene ahora una gramática pop. Memes, chistes internos, ironía corrosiva: una estética que escenifica el crimen y difumina la atribución ideológica. Los investigadores deben descodificarla; los reporteros deben resistirse a su seducción por la viralidad.
  • La infosfera es un acelerador. Entre la desinformación «espontánea» y las interferencias externas, el sistema inmunitario público está bajo tensión. El remedio: primero los hechos, luego la opinión. Siempre.

Un perfil honesto

Kirk era divisivo, a menudo provocador. Eligió batallas culturales que dividieron al público. Pero también hizo algo que cuenta más que mil editoriales: se presentó donde no era bienvenido, escuchó objeciones hostiles y respondió. Llevar el conservadurismo a los jóvenes, organizar el consentimiento, crear cuadros: todo esto es pluralismo. Los que ven su muerte como una advertencia para «callarse» apuntan al blanco equivocado. La advertencia apunta en otra dirección: proteger el discurso impopular es el primer deber de una sociedad libre.

Los campus, la seguridad y el veto del interrumpidor

Las universidades no son espacios seguros frente a las ideas; son espacios seguros para las ideas. El deber de los administradores de los campus es doble: garantizar una seguridad robusta para los actos de alto nivel y garantizar que ningún orador sea silenciado mediante amenazas -el clásico veto del interrumpidor. Si las instituciones subcontratan la seguridad al más ruidoso de los objetores, la lección para los estudiantes es catastrófica: la amenaza funciona. La única respuesta creíble es una protección visible y ecuánime, acompañada de sanciones estrictas para las perturbaciones que pasen a la intimidación o la fuerza.

Cómo debe cambiar la cobertura

Los medios de comunicación también se enfrentan a una elección. La hora posterior a un asesinato político es un imán para el teatro de la certeza: motivos instantáneos, etiquetas instantáneas, villanos instantáneos. Los medios responsables deberían hacer un movimiento contracultural: irmás despacio. Separar lo documentado de lo inferido; evitar blanquear el rumor en línea mediante el prestigio de un titular; resistir la tentación de convertir una tragedia humana en una alegoría de las narrativas preferidas. El coste de equivocarse no es sólo reputacional; es cívico, porque las primeras tramas se endurecen en la memoria.

Lo que queda por hacer

En primer lugar, la firmeza judicial. El asesinato político es una herida constitucional antes que un crimen contra una persona. La respuesta debe ser rápida, visible y basada en el Estado de Derecho.
En segundo lugar, higiene informativa. Las plataformas y los medios de comunicación deben elevar las normas en las primeras horas, cuando los errores hacen más daño y duran más.
En tercer lugar, la responsabilidad cultural. Desmonta la lógica de «si hablas así, no te sorprendas»: no es más que la versión elegante de «tú te lo has buscado». No hay muertos de primera y de segunda clase. Cuando alguien empieza a pensar que los hay, ahí es donde Occidente empieza a perderse.