En una era definida por la intensificación de la rivalidad geopolítica y el auge de los conflictos híbridos, las vulnerabilidades más expuestas de Europa se encuentran ahora muy por debajo de la superficie. La infraestructura submarina, antes tratada como un telón de fondo anodino de la conectividad global, se ha convertido en un campo de batalla crítico. La seguridad de estos activos ya no es una preocupación técnica de nicho, sino un pilar central de la resiliencia continental.
Las conclusiones del Consejo Europeo del 23 de octubre de 2025 lo dejaron claro. Su llamamiento explícito a reforzar la protección de las infraestructuras submarinas frente a la agresión híbrida rusa no fue una señal retórica, sino el reconocimiento de que las arterias digitales y energéticas de Europa son ahora objetivos de un conflicto de combustión lenta. Para el Grupo ECR, estos acontecimientos subrayan un principio perdurable: la cooperación entre los Estados miembros es esencial, pero debe anclarse en la subsidiariedad y no dejarse arrastrar por la atracción gravitatoria de las tendencias centralizadoras de Bruselas.
Irlanda ilustra esta tensión con inusitada claridad. Como el puesto de avanzada más occidental de la UE y el principal punto de aterrizaje de los flujos de datos transatlánticos, el país encarna tanto los riesgos estratégicos como las oportunidades inherentes a los enfoques de seguridad descentralizados y dirigidos por el Estado. Sus cables submarinos transportan la mayor parte del tráfico de datos de Europa, lo que los convierte no sólo en infraestructuras nacionales, sino en cimientos de la vida económica continental.
Los recientes intercambios parlamentarios y las consultas nacionales han puesto de manifiesto la magnitud de esta dependencia. También ponen de relieve los límites de la formulación de políticas de arriba abajo. Abordar las vulnerabilidades exige dar a los Estados miembros la libertad de dirigir, compartir inteligencia de forma controlada y crear capacidades adaptadas a sus propias geografías.
Es difícil exagerar el peso estratégico de la red submarina de Irlanda. Situada en el extremo de Europa, Irlanda alberga los principales puntos de aterrizaje de aproximadamente el 75% de los cables submarinos de fibra óptica del hemisferio norte. Estas líneas transmiten más del 95% del tráfico mundial de Internet, apoyando desde el comercio financiero en tiempo real hasta los sistemas sanitarios, la coordinación de emergencias y las comunicaciones de defensa. Catorce cables activos llegan actualmente a Irlanda, incluidos cuatro enlaces directos con Norteamérica. La expansión continúa, con el Interconector Celta a Francia que estará en línea en 2027 y la Fibra del Extremo Norte que enlazará con Alaska, Japón y Noruega, prevista para 2026.
Esta infraestructura sustenta la economía irlandesa basada en los centros de datos, dominada por Google, Meta, Amazon y Microsoft, y consolida el papel de Irlanda como «puerta digital» de Europa a Estados Unidos. Para la UE, estos cables son el sistema nervioso de la economía digital del mercado único. Permiten el desarrollo de la inteligencia artificial, la integración de las energías renovables en alta mar y el funcionamiento de complejas cadenas de suministro. Una sola interrupción repercutiría en los mercados; las violaciones simultáneas podrían infligir miles de millones en daños y semanas de parálisis operativa.
En un entorno geopolítico moldeado por la guerra de Rusia contra Ucrania y la creciente competencia entre Estados Unidos y China, los activos submarinos representan un punto débil. La guerra híbrida prospera en este espacio, mezclando la intrusión cibernética con el sabotaje físico, al tiempo que se evitan los umbrales que desencadenarían un conflicto abierto.
El ECR ha advertido sistemáticamente que una resiliencia creíble se basa en inversiones específicas y estrategias dirigidas por los estados, no en amplios mandatos federales que diluyan la responsabilidad nacional. La mayoría de las averías de cables en todo el mundo se deben a causas accidentales -artes de pesca, anclaje, fenómenos sísmicos-, pero las amenazas deliberadas van en aumento. Buques de la marina rusa, entre ellos el buque de vigilancia Yantar, se han acercado repetidamente a las rutas irlandesas, documentadas en 2021, noviembre de 2024 y marzo de 2025. El despliegue de sumergibles por parte del buque sugiere reconocimiento o preposicionamiento para cortes.
Estos avistamientos siguen una pauta observada en el mar Báltico, incluida la interrupción de la línea Finlandia-Estonia en 2023 y los daños de noviembre de 2024 que afectaron a los cables Finlandia-Alemania y Suecia-Lituania, incidentes atribuidos a apoderados rusos. China presenta una forma diferente de riesgo: un cuasi monopolio en la fabricación y reparación de cables, que le otorga influencia sobre las cadenas de suministro marítimas y suscita preocupación por la tecnología incorporada y la negación estratégica.
La geografía de Irlanda agrava el reto. Su zona económica exclusiva abarca 450.000 km2 -diez veces su superficie terrestre-, pero el servicio naval encargado de patrullarla se enfrenta a una escasez crónica de personal y opera con un gasto en defensa muy inferior a las normas de la UE. La neutralidad ha preservado la autonomía diplomática, pero ha fomentado cierta autocomplacencia marítima: no hay flota de submarinos, la cobertura de los sonares es limitada y las responsabilidades se reparten torpemente entre los distintos departamentos.
Las sondas cibernéticas dirigidas a los sistemas irlandeses ya son rutinarias. Un corte físico del cable, combinado con los retrasos causados por la escasez mundial de buques de reparación, elevaría una amenaza persistente a una crisis a gran escala. La Evaluación Nacional de Riesgos 2023 de Irlanda identificó los daños a las infraestructuras submarinas como una amenaza de primer orden, con un «escenario razonable en el peor de los casos» que implicaría ataques coordinados a las interconexiones de gas con el Reino Unido.
Para los analistas de ECR, estos acontecimientos demuestran por qué la seguridad debe seguir siendo principalmente nacional. Las estructuras de defensa supranacionales tardan en adaptarse, difuminan la responsabilidad y pueden crear falsas garantías. La resiliencia efectiva proviene de los Estados miembros que refuerzan sus propias fuerzas al tiempo que comparten las mejores prácticas.
El debate nacional irlandés refleja este cambio. La actividad del Oireachtas en 2025 señaló un creciente reconocimiento de la vulnerabilidad marítima. El 8 de mayo, durante el turno de preguntas sobre Defensa, el diputado Duncan Smith presionó al Tánaiste y ministro de Defensa, Simon Harris, sobre la protección de las infraestructuras submarinas. Harris reconoció un «cambio fundamental» en el entorno de seguridad de Irlanda y confirmó que el ámbito marítimo se había convertido en una prioridad máxima del gobierno.
Expuso el papel del Ministerio de Defensa en el desarrollo de la primera Estrategia Nacional de Seguridad Marítima (NMSS) de Irlanda, que designa los cables submarinos como «infraestructuras marítimas críticas» que requieren una mayor vigilancia. Las evaluaciones de riesgos de la Oficina de Planificación de Emergencias fueron contundentes: un ataque coordinado a los interconectores de gas se consideró el peor caso plausible en medio de las crecientes amenazas físicas y cibernéticas.
Irlanda ha dado pasos limitados dentro de las estructuras de la UE. Está observando el proyecto PESCO sobre Protección de Infraestructuras Críticas de los Fondos Marinos -obteniendo información sin compromisos vinculantes- y ha aprobado la participación de las Fuerzas de Defensa en el Entorno Común de Intercambio de Información (CISE) de la UE, que permite intercambios seguros de datos con otras autoridades marítimas. Se han transmitido a la Comisión Europea pruebas de resistencia de las infraestructuras energéticas, que alimentan una auditoría más amplia de la UE sobre resiliencia.
Harris subrayó que la participación en la PESCO «es uno de los medios que permiten a Irlanda abordar y mitigar los riesgos que plantea la arquitectura submarina», mientras que el CISE «desempeñaría un papel crucial en el aumento de la concienciación sobre las actividades marítimas y la mejora de las respuestas a las crecientes amenazas en el mar, incluidos los ataques físicos y cibernéticos contra infraestructuras críticas».
El impulso continuó con el lanzamiento por parte de la Tánaiste de una consulta pública sobre el SMNS el 11 de junio de 2025. La estrategia, que abarca un periodo de cinco años, se consideró esencial para hacer frente a los riesgos emergentes y proteger los activos submarinos. La presentación de propuestas se cerró el 11 de julio, con gran interés por parte de empresas energéticas, agencias marítimas y especialistas en defensa. Harris subrayó lo que está en juego: como nación insular con una de las mayores zonas marítimas de Europa, Irlanda necesita un marco de seguridad marítima sólido y coherente.
Se espera que la estrategia integre las próximas mejoras navales -incluidos 80 millones de euros en mejoras del sonar previstas para 2027- con nuevos acuerdos bilaterales, como las conversaciones sobre tecnología de vigilancia entre el Reino Unido e Irlanda celebradas en octubre de 2025. Para el ECR, esto es subsidiariedad funcionando como se pretende: un Estado miembro creando capacidad adaptada a su propia ZEE mientras utiliza los mecanismos de la UE de forma selectiva.
Mientras tanto, el debate a nivel de la UE sigue acelerándose. La audiencia SEDE del Parlamento del 18 de febrero de 2025, titulada «Guerra híbrida: protección de los cables submarinos en el mar Báltico», sirvió de catalizador. Los expertos describieron la red submarina europea como un «sistema nervioso global» vulnerable a técnicas de ataque encubiertas diseñadas para eludir la atribución. Sus advertencias alimentaron directamente el Plan de Acción de la UE sobre Seguridad de los Cables 2025 de la Comisión, aplicado mediante la Recomendación (UE) 2024/779, que el Parlamento orientó hacia el liderazgo de los Estados miembros en lugar del dominio de la Comisión.
Esta trayectoria se vio reforzada en octubre con el informe de situación de la Comisión del 23 de octubre, presentado en Riga por la Vicepresidenta Ejecutiva Henna Virkkunen. El informe contenía la primera cartografía completa de los cables submarinos de la UE realizada por el Grupo de Expertos en Cables, un paso importante para diagnosticar la exposición de todo el sistema.
Sin embargo, se avecina un nuevo reto. Cada vez hay más presión a favor de una arquitectura de seguridad marítima a nivel de la UE que centralice la vigilancia, la notificación de incidentes y la respuesta operativa. Sus defensores argumentan que esto racionalizaría la defensa colectiva. En la práctica, alejaría la autoridad operativa de los gobiernos nacionales y la concentraría en Bruselas, lo que podría difuminar las estructuras de mando en un momento en que la claridad es indispensable.
Para el ECR, ésta es precisamente la dirección equivocada. La seguridad exige responsabilidad, y la responsabilidad no puede externalizarse. Los Estados miembros deben conservar el control de sus dominios marítimos para garantizar una actuación rápida y responsable.
La infraestructura submarina de Irlanda es, de hecho, el baluarte digital de Europa. Su protección requiere vigilancia, inversión y cooperación, pero una cooperación que refuerce las capacidades nacionales en lugar de sustituirlas. Las recientes acciones de Irlanda, desde el escrutinio del Oireachtas al proceso NMSS, complementan las iniciativas a nivel de la UE sin ceder soberanía. Sigue siendo incierto si ese equilibrio podrá sobrevivir a los impulsos instintivos de centralización dentro de la UE.