Hace poco más de diez años, millones de sirios huían de sus hogares para escapar de un brutal conflicto que se prolongaría durante más de una década, provocando una destrucción generalizada y una profunda crisis humanitaria. En él participaron múltiples facciones, entre ellas el gobierno sirio, diversos grupos de la oposición y agentes internacionales, y sus repercusiones han repercutido en todo Oriente Medio y Europa, desencadenando una crisis migratoria y continuos desafíos políticos y humanitarios. A día de hoy, la mayoría de los refugiados no han regresado a sus hogares.
Hace poco más de 600 días, justo cuando el mundo empezaba a recuperarse de la pandemia del Covid-19 que devastó economías enteras, cerró empresas y se cobró millones de vidas, nos despertábamos la mañana del 24 de febreroth 2022 al discurso de un dictador que divagaba sobre acontecimientos históricos que nunca ocurrieron y amenazas inexistentes para su país mientras sus tanques rodaban por la frontera con un país vecino en lo que se convertiría en el mayor conflicto armado que Europa había visto en décadas.
Hace poco más de 10 días volvíamos a despertarnos, en una cálida mañana de otoño, con las aterradoras imágenes de jóvenes corriendo para salvar la vida, familias masacradas en sus casas y mujeres secuestradas por Hamás, en lo que iba a convertirse en el día más sangriento de la historia de Israel.
Si los párrafos anteriores fueran el comienzo de un libro de ficción, se podría suponer, con seguridad, que se trata de un libro terrorífico. Pero no lo son. No son más que una breve descripción de una pequeña parte de la realidad que nos rodea, día tras día, algo a lo que, por extraño que parezca, nos estamos acostumbrando y se está convirtiendo rápidamente en algo habitual.
La crisis de los refugiados sirios es una catástrofe humanitaria monumental y prolongada derivada de la devastadora guerra civil que asola Siria desde su estallido en 2011. Hasta la fecha, ha provocado el desplazamiento de más de 13 millones de personas, de las cuales más de 6,7 millones son desplazados internos dentro de las fronteras sirias y otros 5,7 millones buscan refugio en países vecinos de Oriente Próximo. Turquía ha acogido al mayor número de refugiados sirios, con más de 3,6 millones, mientras que Jordania y Líbano han absorbido alrededor de 670.000 y 1,5 millones, respectivamente, poniendo a prueba sus recursos e infraestructuras.
Además, la crisis de los refugiados sirios tuvo un profundo impacto en Europa, donde un número significativo de sirios se embarcaron en viajes traicioneros para buscar asilo. En 2015, más de un millón de migrantes y refugiados llegaron a Europa, y una parte considerable procedía de Siria. Este aumento de la migración suscitó debates sobre las políticas de inmigración, el control de las fronteras y la gestión de la respuesta humanitaria. Los países europeos han aplicado diversos enfoques para hacer frente a la crisis: algunos ofrecen refugio y otros refuerzan la seguridad en las fronteras.
El conflicto entre Ucrania y Rusia ha provocado una importante crisis de desplazados, con aproximadamente seis millones de refugiados ucranianos obligados a huir de sus hogares, la mayoría de ellos refugiados en países europeos. Esta asombrosa cifra pone de relieve el duradero coste humano del conflicto, ya que innumerables familias se han visto desarraigadas, sus vidas trastornadas y sus comunidades destrozadas. La crisis de los refugiados ucranianos ha planteado inmensos retos tanto a los desplazados como a las naciones que los acogen, desde proporcionar refugio y servicios esenciales hasta abordar las perspectivas a largo plazo de los afectados y la difícil, si no imposible, tarea de integrarlos en unas economías frágiles, aún mermadas por la pandemia.
Según el Centro Africano de Estudios Estratégicos, el número de desplazados forzosos africanos, incluidos desplazados internos, refugiados y solicitantes de asilo, ha aumentado hasta unos 40,4 millones, más del doble desde 2016. Para ponerlo en perspectiva, esta cifra supera la población de países enteros como Angola, Ghana o Marruecos. En particular, una mayoría significativa, más del 77%, son desplazados internos en sus países de origen. De los que abandonan sus países, aproximadamente el 96% se queda en África, a menudo a través de canales legales como el reasentamiento o los visados de estudios. Esta alarmante tendencia de los desplazamientos forzosos en África está estrechamente ligada a los conflictos, ya que 14 de los 15 países africanos que generan el mayor número de personas desplazadas por la fuerza están actualmente inmersos en conflictos. Además, 12 de estos 15 países muestran tendencias autoritarias, lo que pone de relieve que la gobernanza opresiva sirve tanto de causa directa, a través de la represión, como de catalizador indirecto, a través de los conflictos, de la creciente crisis de desplazamiento forzado en el continente.
Desde el ataquedel 6 de octubre contra Israel, el mundo ha estado conteniendo la respiración a la espera de la reacción que se avecinaba. Lo más probable es que la dura respuesta de Israel incluya una invasión de la Franja de Gaza que podría provocar una mayor agitación también en Cisjordania. Se calcula que la población palestina que vive en los Territorios Ocupados es de más de 5 millones, de los cuales unos 2,3 millones viven en Gaza y el resto en Cisjordania. Pensemos por un momento en lo que debería ocurrirles a estas personas una vez que la Franja de Gaza se convierta en escombros, como muy probablemente ocurrirá. Las únicas formas de salir de Gaza son por mar o por tierra, a través de Egipto o Israel. Como es muy poco probable que Israel permita a los palestinos cruzar a su país, cabe suponer que la mayoría lo hará a Egipto, lo que provocará tensiones entre la nación árabe e Israel y pondrá a prueba los recursos y las infraestructuras del país. Cabe esperar que al menos una parte de los refugiados tomen el camino del mar, engrosando las cifras de migrantes en Europa, si tienen mucha suerte, o las de los migrantes que mueren en el mar durante el intento. Además, es posible que otros países de mayoría musulmana que simpatizan con la causa palestina, como Líbano, Siria, Irán y, quizás, por medios más diplomáticos, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Bahréin, se vean arrastrados al asunto de una forma u otra.
Oriente Próximo ya es un crisol de intereses divergentes formado por naciones ricas en petróleo y otras devastadas por la guerra. Los Estados fallidos son muchas veces refugios seguros para actividades terroristas, mientras que los gobiernos débiles que no pueden proporcionar un liderazgo adecuado, son a menudo corruptos e impotentes para atender las necesidades de las personas a las que se supone que representan. En los últimos dos años hemos asistido a una normalización de las relaciones entre Israel y varias naciones árabes a través de los Acuerdos de Abraham, pero la tragedia golpeó justo cuando el optimismo empezaba a arraigar en la región. Uno no puede evitar preguntarse si se trata de una mera coincidencia o si hay gato encerrado. Sea cual sea la respuesta a esta pregunta, es casi seguro que nos preparamos para un largo periodo de inestabilidad en Oriente Medio.
A pesar de las cifras y los debates políticos, es importante recordar que en el centro de cualquier crisis de refugiados están las historias individuales de millones de personas que han sufrido desplazamientos, pérdidas y traumas. Ya sean sirios, ucranianos, sudaneses, nigerianos, palestinos o de cualquier otra nacionalidad o etnia, su resistencia y determinación ante la adversidad son un testimonio del espíritu humano. Estas crisis subrayan la acuciante necesidad de cooperación internacional, ayuda humanitaria y esfuerzos diplomáticos no sólo para atender las necesidades inmediatas de los refugiados, sino también para trabajar por una resolución pacífica de los conflictos que nos asolan y permitir a estos desplazados reconstruir sus vidas y regresar a una patria estable.