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¿El fin del pub irlandés?

Ensayos - agosto 21, 2025

El pub irlandés, antaño piedra angular de la vida social del país, está sufriendo un asalto cada vez mayor a la viabilidad de su propia existencia, con cierres que aumentan a un ritmo alarmante. Esto no sólo ha erosionado su papel como lugares donde se expresaban, apoyaban y mantenían tradiciones sociales y culturales clave, sino que también ha tenido un impacto devastador en la vitalidad económica del sector, como se desprende de un informe reciente del Grupo de la Industria de Bebidas de Irlanda (DIGI).

Este informe revela que 2.119 bares, aproximadamente uno de cada cuatro, han cerrado desde 2005, con una media de 112 cierres anuales.

Esta tendencia, especialmente aguda en las zonas rurales, amenaza no sólo el patrimonio cultural de Irlanda, sino también su economía impulsada por el turismo.

El informe de la DIGI, elaborado por el economista Anthony Foley, presenta un panorama desolador. Entre 2005 y 2024, las licencias de bares en Irlanda pasaron de 8.617 a 6.498, lo que supone un descenso del 24,6%. Los condados rurales han sido los más afectados: Limerick ha sufrido una reducción del 37,2% en el número de bares, seguido de Offaly (34,1%), Cork (32,7%) y Roscommon (32,3%).

Dublín, por el contrario, experimentó un modesto descenso del 1,7%, lo que subraya la división urbano-rural. Desde 2019, el ritmo de cierre se ha acelerado, con una media de 128 bares al año, y se prevén entre 600 y 1.000 cierres más en la próxima década si no se interviene.

Sin embargo, la crisis lleva tiempo gestándose, como demuestra la presentación de la Asociación de Vinateros Autorizados de Irlanda (LVA) ante la Comisión Mixta del Oireachtas sobre Medios de Comunicación, Turismo, Artes, Cultura, Deporte y Gaeltacht el 23 de marzo de 2021.

La LVA señaló en aquel momento que, si bien el comercio con licencia de Dublín, que representaba el 30% del mercado irlandés de hostelería y daba empleo a 12.000 personas antes del Covid, se enfrentó a retos sin precedentes durante la pandemia.

Los pubs «húmedos» tradicionales, los bares nocturnos y las discotecas estuvieron cerrados 372 días hasta marzo de 2021, sin que se permitiera el comercio desde el 15 de marzo de 2020. A los bares que sirven comida les fue un poco mejor, ya que sólo funcionaron 105 días (el 28% del tiempo) entre marzo de 2020 y marzo de 2021, soportando tres cierres patronales y límites restrictivos al comercio al aire libre. El LVA preveía correctamente que, sin un apoyo significativo del gobierno, muchos negocios se enfrentarían a cierres que se prolongarían un mínimo de 15 meses en junio de 2021.

Sin embargo, la crisis del cierre de pubs en Irlanda no es un fenómeno aislado. Refleja tendencias europeas más amplias, aunque con una intensidad única. En toda la UE, los bares y pubs tradicionales se enfrentan a las presiones de los cambiantes hábitos de consumo, el aumento de los costes y las cargas normativas.

En el Reino Unido, la Asociación Británica de Cervezas y Pubs informó del cierre de 29.000 bares entre 2000 y 2020, con una media de 1.450 al año, que es proporcionalmente superior a la tasa de Irlanda, dada la mayor población del Reino Unido. En Alemania, el número de cervecerías tradicionales ha disminuido aproximadamente un 10% desde 2000, debido a que las generaciones más jóvenes prefieren la vida nocturna urbana o el consumo en casa.

Sin embargo, la tasa de cierre de Irlanda, del 24,6% en 19 años, es notablemente elevada en comparación con países como España, donde el sector de bares y restaurantes se contrajo en torno al 15% en un periodo similar, o Francia, donde los cierres han sido menos graves, en torno al 12%.

Un factor clave que distingue a Irlanda, y un punto repetido hasta la saciedad por la industria del VAB y las bebidas, es su impuesto especial, que sigue siendo el segundo más alto de la UE después de Finlandia.

El impuesto especial irlandés sobre las bebidas espirituosas es el tercero más alto, el del vino el más alto y el de la cerveza el segundo más alto de Europa. Esta carga fiscal, combinada con un tipo del IVA del 23%, ejerce una inmensa presión sobre los bares, especialmente sobre los pequeños establecimientos familiares de las zonas rurales.

Por el contrario, países como Alemania y España mantienen tipos de impuestos especiales más bajos (por ejemplo, el impuesto especial sobre la cerveza en Alemania es aproximadamente una quinta parte del de Irlanda), lo que permite una mayor flexibilidad operativa a los negocios de hostelería. La LVA y la DIGI sostienen que el punitivo régimen fiscal irlandés agrava los cierres, una opinión de la que se hacen eco líderes del sector como Donall O’Keeffe, que pide una reducción del 10% de los impuestos especiales para reforzar la viabilidad.

Sin embargo, más allá de la perspectiva económica, es importante recordar que el pub irlandés es algo más que un lugar donde beber: es una institución cultural. Los pubs han servido a lo largo de la historia como centros comunitarios, fomentando los vínculos sociales, reduciendo el aislamiento y preservando tradiciones como la narración de cuentos, la música y las reuniones locales. En las zonas rurales, donde la población es menor y escasean las salidas sociales, la pérdida de un pub puede devastar la cohesión de la comunidad.

El economista Anthony Foley señala que los 6.680 bares que quedan en Irlanda están «en el corazón cultural y social de sus comunidades», apoyando las relaciones y reduciendo el aislamiento. Su cierre corre el riesgo de deshilachar el tejido social, sobre todo en condados como Limerick y Roscommon, donde han desaparecido más del 30% de los bares.

El turismo, motor económico vital, también se resiente. Los pubs son una piedra angular de la imagen global de Irlanda, y atraen a visitantes que buscan la auténtica experiencia de una pinta en un entorno acogedor e histórico. Condados como Kerry (413 pubs), Cork (856) y Donegal (334) dependen en gran medida de los pubs para sostener la infraestructura turística. La pérdida de 1.937 locales de pubs desde 2005 disminuye la disponibilidad de estas piedras de toque culturales, lo que puede disuadir a los visitantes. Foley calcula que esta reducción equivale a «1.937 locales menos para que los visitantes encuentren y se beneficien de servicios como la comida y el entretenimiento».

Dicho esto, el peaje económico que está surgiendo es grave. Los bares son pequeñas empresas, a menudo familiares, que emplean a miles de personas y contribuyen a las economías locales mediante las compras, los salarios y los impuestos.

En todo el país, el sector de la hostelería apoya el empleo juvenil y la actividad económica, tanto en zonas urbanas como rurales. La presentación de la LVA al Oireachtas destacaba este aspecto del papel del sector en la reducción del desempleo juvenil, que era una prioridad para la recuperación tras la pandemia.

Sin embargo, los elevados costes de explotación, agravados por las políticas gubernamentales, han seguido amenazando esta contribución. La LVA señala que el 48% de los bares de Dublín que sirven comida informaron de un descenso del negocio debido a la subida del IVA, y que el 70% tiene menos probabilidades de contratar nuevo personal como consecuencia de ello. El informe de la DIGI señala el «alto coste de hacer negocios» como principal factor de cierre, citando los impuestos especiales de Irlanda, los segundos más altos de la UE, y un tipo del IVA del 23%. Estos costes, combinados con los retos post-Covid, como la reducción del turismo y el cambio de los hábitos de consumo (por ejemplo, el aumento del consumo de alcohol en casa), crean una tormenta perfecta para los bares rurales que operan con márgenes estrechos.

El llamamiento de la LVA para que se refuercen las ayudas financieras refleja la grave situación del sector. Esto incluye la defensa de la LVA de ampliar el tipo del IVA del 9% para la hostelería hasta más allá de 2025, a fin de contribuir a la recuperación. Sin tales medidas, la LVA estima que la pérdida prevista de otros 600 a 1.000 bares en la próxima década podría erosionar aún más la vitalidad económica, sobre todo en las regiones rurales.

No cabe duda, pues, de que la magnitud de la crisis exige una respuesta equilibrada. La LVA y la DIGI sostienen que la intervención del gobierno es fundamental, sobre todo mediante desgravaciones fiscales. Una propuesta de reducción del 10% de los impuestos especiales podría aliviar la presión sobre los bares, acercando el régimen fiscal de Irlanda al de sus homólogos de la UE, como Alemania o España.

La reducción prevista, pero en modo alguno garantizada, del tipo del IVA para los bares que sirven comida al 9% en el presupuesto de 2026 es un paso adelante, pero se necesitan medidas más amplias para abordar la difícil situación de los bares húmedos, que se enfrentan a cierres prolongados y a normativas más estrictas. La insistencia de la LVA en eliminar la «distinción artificial» entre bares de comida y húmedos después de la vacunación subraya la necesidad de un trato equitativo en todo el sector.

Más allá de la fiscalidad, la LVA destaca cuestiones como la banca, los litigios sobre arrendamientos, la retención del personal y la formación profesional, todas las cuales requieren respuestas políticas coordinadas. El descenso del consumo de alcohol a los niveles medios de la UE sugiere que los elevados impuestos especiales ya no están justificados, sobre todo porque perjudican desproporcionadamente a los bares rurales. Como advierte Donall O’Keeffe, «una vez cerrados, estos pubs rara vez vuelven a abrir», lo que supone una pérdida permanente para el paisaje cultural y económico de Irlanda.

El cierre de más de 2.100 bares desde 2005 supone una profunda pérdida para Irlanda. Estos establecimientos no son meros negocios, sino depósitos de tradición, comunidad y actividad económica. La aceleración del ritmo de cierre tras la caída del Código Civil, sobre todo en las zonas rurales, refleja una confluencia de elevados impuestos, cargas normativas y cambios en los hábitos sociales.

En comparación con sus homólogos de la UE, los punitivos tipos de impuestos especiales y del IVA de Irlanda agravan la crisis, colocando a su sector hostelero en desventaja competitiva. Sin una acción rápida mediante desgravaciones fiscales, ayudas económicas y políticas equitativas de reapertura, la pérdida prevista de otros 1.000 bares podría dañar irreparablemente el patrimonio cultural y la economía turística de Irlanda.

El gobierno debe actuar con decisión para preservar esta institución vital antes de que más comunidades pierdan el último bar que les queda.