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Con León XIV, la Inteligencia Artificial sigue en el centro del debate

¿Amiga o enemiga de la IA? - mayo 18, 2025

Con la muerte del Papa Francisco, el interés de la Iglesia por la Inteligencia Artificial y los retos que esta nueva tecnología podría plantear a la humanidad en un futuro próximo no se ha apagado. La presencia del anterior Pontífice en el panel sobre IA de la reciente cumbre del G7 organizada en Italia el pasado mes de junio, así como los documentos publicados por el Vaticano a principios de año, indican la presencia de una profunda reflexión en la cúpula de la Iglesia precisamente para tratar de investigar, identificar y establecer cuáles son los límites y peculiaridades de esta nueva tecnología. Por supuesto, desde el punto de vista de la Iglesia y del pontífice, el interés también está ligado a las implicaciones éticas que conlleva la Inteligencia Artificial, también en términos de información y conocimiento generalizado. Ahora bien, entre las muchas similitudes que han ido surgiendo en las últimas semanas entre el Papa Francisco y su sucesor en el trono pontificio, existe ciertamente un interés por esta tecnología, hasta el punto de convertirla casi en una piedra angular de su pontificado, destinado a trazar un camino a seguir en la interacción con la IA y los retos que nos planteará.

DE LA REVOLUCIÓN DEL RERUM NOVARUM A LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Un deseo, el de ocuparse de la Inteligencia Artificial, que el Santo Padre recordó también en la elección del nombre León XIV. La mirada del Pontífice se dirige a la coyuntura histórica que afrontó su predecesor León XIII. Autor de la importantísima encíclica Rerum Novarum, publicada el 15 de mayo de 1891, este pontífice abordó la cuestión social en el contexto muy difícil y sin precedentes de la primera gran revolución industrial. El paralelismo que subyace a la elección del nombre reside en los retos a los que nos enfrentamos hoy en día, en los que la Iglesia debe estar preparada para transmitir su doctrina social con el fin de comprender y gobernar esta nueva «revolución industrial» vinculada a los avances de la Inteligencia Artificial. Desafíos sin precedentes que están a punto de enfrentar a la humanidad a cuestiones como la ética, la justicia y, más banalmente, el trabajo. Se establece así un verdadero paralelismo entre los retos sociales de finales del siglo XIX y los de hoy.

NO OLVIDEMOS LOS ALGORITMOS DEL PAPA FRANCISCO

En cualquier caso, el punto de partida de cualquier reflexión que pueda avanzar León XIV no puede prescindir de los puntos centrales expresados en los últimos años por su predecesor. Como ya se ha mencionado, el Papa Francisco asistió a la cumbre del G7 el pasado mes de junio -la primera vez para un pontífice- con un largo y muy esperado discurso sobre los retos de la Inteligencia Artificial. Fue un discurso lúcido y oportuno que tuve el placer de volver a escuchar antes de escribir este breve análisis y al que, con toda probabilidad, volveré varias veces en los próximos años. Un punto de partida, pues, un momento crucial a partir del cual debemos afrontar los nuevos retos sin olvidar cuáles son los elementos y las pautas esenciales para orientarse en un paisaje tecnológico tan inasible y, al mismo tiempo, fascinante. El propio Bergoglio habló de la IA como una herramienta «fascinante y tremenda» al mismo tiempo, puesta en manos del ser humano como fruto del potencial creativo que Dios le ha dado. Una herramienta que coloca al ser humano en la difícil tarea de definirse a sí mismo, con el riesgo de hacerlo sólo como algo distinto de la Inteligencia Artificial. Por ello, la dignidad humana debe seguir situándose en el centro del desarrollo, para ser el eje de una nueva propuesta ética ampliamente compartida. En esta coyuntura, el Papa Francisco lanzó durante su pontificado un concepto sin duda inspirador: el de «algorética». Expresado por primera vez con ocasión de la firma, en 2020, de la «llamada de Roma por la ética de la IA», transmite la necesidad, cada vez más sentida por ahora, de lograr una moderación ética de los algoritmos subyacentes a las nuevas tecnologías.

UNA JERARQUÍA DE VALORES A COMPARTIR

Sin embargo, para alcanzar la moderación ética de los algoritmos enunciada por el Papa Francisco, será necesario identificar una jerarquía de valores que pueda ser compartida por todos los actores. Se trata de un reto lanzado por Bergoglio el pasado mes de junio a los siete grandes del planeta, pero que sin duda deberá asumir su sucesor León XIV. Principios compartidos, por tanto, que pueden ser clave y guía para discernir y disipar los dilemas éticos e ideológicos a los que seguramente se enfrentará la humanidad en el desarrollo de la Inteligencia Artificial. León XIV se inspiró en la convicción del Papa Francisco de que nos encontramos en el umbral de una verdadera revolución cognitivo-industrial caracterizada por transformaciones verdaderamente epocales. Esta coyuntura puede ser precursora de enormes progresos científicos y tecnológicos, a riesgo, sin embargo, de un aumento desproporcionado de la injusticia social extrema. Se trata, por tanto, de una cuestión de igualdad en el acceso a estas tecnologías, así como en el gobierno de los principios éticos y morales que las dirigen. Una IA que se dedique únicamente al desarrollo económico, descuidando los principios sociales queridos (no sólo) por la doctrina de la Iglesia, ciertamente no podrá tener un enfoque igualitario cuando se ocupe de sus funciones requeridas. En cambio, una tecnología que pueda contener un algoritmo desarrollado teniendo en cuenta la ética y los principios compartidos, será mucho más accesible y socialmente igualitaria. La puesta en común de conocimientos, quizás con la creación de un polo de desarrollo común, podría ser la mejor manera de avanzar. Todo para evitar que esta tecnología acabe siendo patrimonio exclusivo de grandes empresas privadas que tendrían poco interés en desarrollar los aspectos sociales y éticos de este proceso, sin olvidar cuestiones como la privacidad y la protección de datos, que estarían mejor protegidas si la Inteligencia Artificial se desarrollara según principios éticos definidos y compartidos.

UN PAPEL PARA LA UNIÓN EUROPEA

¿Cuál puede ser, en última instancia, el papel de la Unión Europea en este proceso y cómo puede estimularse y, en cierta medida, guiarse por el compromiso de la Iglesia y del Pontífice sobre los aspectos éticos y morales de estas nuevas tecnologías? Seguramente sería útil que la UE construyera un gran espacio común para compartir datos e infraestructuras, un espacio que también podría estar al servicio del desarrollo de la IA. Algo que también han propuesto, en diversos términos y en informes recientes, Draghi y Letta y que podría ir de la mano del desarrollo de esa algoritmia prevista por el Papa Francisco. Un espacio para crear un modelo europeo de Inteligencia Artificial que sea ante todo social y moralmente adherente a los principios compartidos y a las piedras angulares de la Unión Europea. Como ya se ha mencionado, esta nueva Inteligencia Artificial no debería tener como único objetivo la búsqueda del desarrollo económico, sino que debería centrarse sobre todo en el aspecto social, tratando así de superar esa dicotomía entre países y clases que podría estar en la raíz de los desequilibrios sociales del futuro. Por tanto, la UE podría tener como objetivo precisamente facilitar el acceso de todos a esta tecnología. Hay un aspecto que me parece muy interesante al hablar de la IA y su difusión entre los ciudadanos. Se trata de los datos 2023 que ha publicado la Comisión Europea sobre la alfabetización digital de los ciudadanos de la UE. Estos datos arrojan una tasa media de alfabetización digital de 6,2 sobre 10. Por lo tanto, con el objetivo de elevar este índice, la Unión Europea debe darse cuenta de lo importante que podría ser estudiar y poner en marcha verdaderas campañas de alfabetización digital para formar a los ciudadanos de todas las edades y de todas las profesiones, no sólo en el uso de las nuevas tecnologías, como la Inteligencia Artificial, sino también en el desarrollo de las competencias digitales básicas. Un proceso que gradualmente debería formar parte cada vez más del currículo escolar, con programas educativos que pudieran abordar al mismo tiempo cuestiones éticas, alfabetización informática y nuevas tecnologías.