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Ley de Servicios Digitales: nuevas normas para las grandes tecnológicas

Legal - septiembre 4, 2023

Casi todos los aspectos de nuestras vidas están en línea. Si bien esto en muchos aspectos parece ser un factor positivo, como cuando se trata de algunos aspectos laborales, por ejemplo, se simplifican enormemente, cuando se trata de la esfera personal de cada uno de nosotros, en cambio, estar totalmente en línea puede crear bastantes problemas.

Consciente de ello, es por tanto imprescindible que la red también se regule y que incluso en el universo web se garanticen los derechos de los usuarios que navegan, especialmente cuando se trata de temas más débiles, como los menores.

La necesidad de regular la vida en línea se ha convertido en una necesidad que ya no se puede postergar.

Por ello, la Unión Europea ha decidido poner en marcha todas las herramientas necesarias, elaborando la Ley de Servicios Digitales, que entrará oficialmente en vigor el viernes25 de agosto de 2023.

Por primera vez, disponemos de un conjunto común de normas que definen las obligaciones y responsabilidades de los intermediarios dentro del mercado único abrirá nuevas oportunidades en lo que respecta a la prestación de servicios digitales transfronterizos, al tiempo que garantiza un alto nivel de protección para todos los usuarios, independientemente de su lugar de residencia en la UE.

La Ley de Servicios Digitales (en breve, DSA) es una legislación realmente revolucionaria, teniendo en cuenta que la última vez que se puso en marcha una normativa de este tipo fue hace más de veinte años, lo que dificultaba su aplicación al contexto actual.

La nueva normativa europea se aplica de manera uniforme en toda la Unión Europea. Así, los usuarios tendrán garantizados los mismos derechos en todos los Estados miembros, sin diferencia alguna. Y, del mismo modo, las empresas también tendrán una única normativa como marco de referencia, dejando de tener que lidiar con una legislación que difiere cada vez en función del lugar en el que se encuentren. La DSA se dirige a servicios de corretaje, servicios de alojamiento y plataformas en línea, centrándose en las grandes. Todos los intermediarios en línea que ofrezcan sus servicios en el mercado único estarán sujetos a la DSA, independientemente de si tienen su sede en la UE o no.

La principal novedad es el hecho de que todos estos actores deberán someterse a normas diferentes en función de su dimensión. Esto significa, por tanto, que para las llamadas Big Techs habrá exigencias cada vez más estrictas, precisamente teniendo en cuenta que su influencia es mayor que la de otros actores. Las empresas definidas hoy como Big Tech ya no son una entidad abstracta y un término periodístico, sino que han sido definidas por la propia Unión Europea. De hecho, la Comisión Europea elaboró el25 de abril de 2023 una lista especial de empresas, dividiéndolas en VLOP(plataformas en línea muy grandes) y VLOSE(motores de búsqueda en línea muy grandes). Para elaborar esta lista se ha seguido un criterio específico: identificar las mayores plataformas, sitios y empresas capaces de producir el mayor impacto en los ciudadanos europeos.

En particular, las llamadas grandes industrias tecnológicas, por su gran tamaño, son más propensas a la difusión de contenidos ilegales, con el consiguiente perjuicio para toda la sociedad europea. Por ello, se establece una normativa específica para las plataformas que llegan a más del 10% de los 450 millones de consumidores europeos. Entre ellas se encuentran, por ejemplo, las redes sociales Facebook, Instagram, Snapchat, TikTok, X (antes Twitter), Linkedin, Pinterest, YouTube, y otros sitios como Booking.com, Amazon, Zalando, Google Shopping, Alibaba, AliExpress, así como Apple App Store y Google Play, Google Maps y Wikipedia, y por último también los dos motores de búsqueda más conocidos, a saber, Google y Bing de Microsoft.

En cuanto a los contenidos ilegales publicados por los usuarios, Big Tech se verá obligada a contar con un equipo dedicado a las denuncias de autoridades y usuarios, para lo que habrá que preparar un sistema más sencillo y eficaz. De hecho, las plataformas tendrán que retirar obligatoriamente un determinado contenido cuando sea denunciado por autoridades nacionales o particulares. Los sitios de venta también tendrán que prestar más atención a la calidad de los productos puestos a la venta, retirando bruscamente los productos ilegales y, en caso de que los usuarios los hayan adquirido, estas plataformas estarán obligadas a notificárselo al mismo comprador o a hacer pública dicha información en su página web.

Además, las plataformas tendrán que advertir y especificar a los usuarios en riesgo de suspensión los detalles de la posible decisión de suspensión. Se trata de un paso importante, pues ya no bastará con aludir a la violación de los términos y condiciones, sino que de hecho los usuarios tendrán derecho a ser informados con precisión de las razones por las que se han retirado sus contenidos, o se ha restringido su visibilidad o monetización.

Además, las condiciones también tendrán que establecerse de forma más clara y sencilla, para que sean más comprensibles para todos.

Según la DSA, las grandes plataformas tendrán que elaborar un informe anual en el que se evalúen los riesgos para los derechos fundamentales, la libertad de expresión, el debate público y los menores relacionados con el uso o abuso ilegal de sus servicios. Una vez identificados estos riesgos, tendrán que presentar soluciones para mitigar su impacto. Las empresas también se someterán a auditorías externas.

Cada seis meses, además, las plataformas tendrán que facilitar información que hasta ahora ha permanecido en la sombra, como detalles sobre el personal que modera sus contenidos, como el tamaño, las competencias y las lenguas europeas que habla. Se trata de un paso importante en términos de transparencia y seguridad.

También se imponen límites muy estrictos a todo lo que pueda amenazar la seguridad o la salud de las personas. En estos casos, se activarán protocolos de crisis junto con la Comisión para reducir el efecto nocivo de tales contenidos.

Otro elemento central de la DSA se refiere a la controvertida cuestión de los algoritmos. Con la nueva normativa, ya no serán las plataformas las que decidan cómo ve los contenidos el usuario, sino que éste podrá elegir entre ver los contenidos de la forma que le proponga el algoritmo, de forma personalizada o de forma cronológica. Esta medida permite estar menos expuesto a influencias externas.

Del mismo modo, se han impuesto restricciones en lo que respecta a la publicidad. Según la DSA, la publicidad en línea no podrá utilizar información relativa a datos sensibles como religión, salud u orientación sexual y, lo que es más importante, se prohibirá utilizar los datos de los niños para ofrecerles publicidad personalizada.

Las empresas tendrán que hacer un seguimiento de los inversores en publicidad, por cada anuncio publicitario tendrán que guardar información sobre quién lo anunció y quién pagó el patrocinio, cuánto tiempo se mostró ese anuncio y a qué grupo (edad, sexo, intereses, ubicación) se mostró.

Por último, prohibir también los denominados patrones oscuros, que son herramientas específicas que conducen a los usuarios a comportamientos potencialmente perjudiciales en relación con el tratamiento de sus datos personales, influyendo en ellos para que proporcionen más datos de los necesarios, mediante estratagemas en el contenido o la interfaz web.

La Ley de Servicios Digitales a partir de febrero de 2024 será vinculante no sólo para las Big Tech, sino también para todas aquellas plataformas que tengan un nivel de usuarios inferior a 45 millones, con sanciones que pueden ascender al 6 por ciento de los ingresos globales.

Las nuevas normas contenidas en la Ley de Servicios Digitales pretenden proteger los derechos de los consumidores en línea, lo que parece prioritario en un momento histórico como el que vivimos. Pero no sólo eso, porque a través de este reglamento se establece por fin un marco común y claro en términos de transparencia y rendición de cuentas para las plataformas en línea, especialmente las más grandes que son capaces de influir en una enorme cantidad de personas.

Las nuevas medidas pretenden hacer de la red un entorno seguro para todos los ciudadanos europeos, donde exista un mayor control y supervisión democrática de empresas y plataformas, con el fin de reducir los riesgos para la salud y la seguridad de los usuarios y, en consecuencia, también la desinformación y la manipulación de la sociedad. No han faltado las protestas de las plataformas implicadas, que a menudo han considerado tales medidas demasiado estrictas, hasta el punto de recurrirlas.

Pero lo que debe seguir siendo prioritario es garantizar la seguridad, la transparencia y una información justa a los ciudadanos europeos, aunque para ello haya que sacrificar ciertos intereses de las grandes potencias digitales.