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Bajo el martillo de medianoche: El ataque estadounidense a las instalaciones nucleares iraníes

Mundo - junio 25, 2025

Pasaba la medianoche en Italia cuando la Operación “Martillo de Medianoche” cambió bruscamente el equilibrio geopolítico en Oriente Próximo. La incursión estadounidense en las instalaciones nucleares iraníes -Fordow, Natanz e Isfahan- golpeó el corazón del programa atómico de la República Islámica, dejando tras de sí una estela de tensión, ambigüedad estratégica y la amenaza de una escalada global. Estados Unidos volvió a la acción contundente en el corazón de Irán, alineándose militarmente con Israel, ya comprometido en una ofensiva sin precedentes tras años de guerra híbrida.

La operación marca el punto más dramático de una escalada de meses entre Irán e Israel, pero también plantea profundas cuestiones sobre las verdaderas intenciones de Washington, la fragilidad del régimen de Teherán y la posibilidad muy real de que el conflicto se extienda a escala regional, si no mundial.

El ataque estadounidense: Quirúrgico, pero devastador

“Martillo de Medianoche” fue una misión meticulosamente planeada, seguida en directo por el presidente Donald Trump y sus principales asesores militares. Bombarderos Stealth B-2, lanzados desde bases estadounidenses, ejecutaron el vuelo de combate más largo desde el 11-S, con reabastecimiento en pleno vuelo y corredores aéreos supuestamente despejados por anteriores ataques israelíes en el suroeste de Irán.

Fordow era el objetivo principal: las imágenes de satélite muestran grandes cráteres y puntos de acceso sellados. Natanz e Isfahan -ambas clave para la infraestructura nuclear iraní- también fueron alcanzadas con precisión. El Secretario de Defensa, Pete Hegseth, calificó la operación de “éxito total”, señalando que sólo se atacó a las estructuras nucleares militares. La central nuclear civil de Bushehr se salvó deliberadamente, reforzando el mensaje estadounidense de una acción selectiva en lugar de una guerra a gran escala. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) confirmó posteriormente que no se había producido ninguna fuga radiactiva.

Pero quizá el aspecto más controvertido del ataque es que Teherán podría haber sido advertido de antemano. Fuentes estadounidenses afirman que se trataba de una señal estratégica -un acto de disuasión, no de destrucción- dirigida no sólo a Irán, sino también a Moscú y Pekín: Estados Unidos tiene la capacidad, la voluntad y la audacia política para atacar en profundidad.

La ambigüedad estratégica de Trump: ¿Diálogo o cambio de régimen?

A pesar de las declaraciones oficiales que hacían hincapié en la moderación, la verdadera naturaleza de la operación se hizo más evidente en los días siguientes. El presidente Trump resucitó el lema “MIGA – Make Iran Great Again” (“Hagamos a Irán grande de nuevo”), haciendo flotar abiertamente la idea de un cambio de régimen. Fue un cambio drástico de tono, que sorprendió incluso al vicepresidente J.D. Vance, quien había declarado apenas unas horas antes que Estados Unidos “no estaba en guerra con Irán, sólo con su programa nuclear”.

Los mensajes contradictorios de la Casa Blanca han alimentado la confusión diplomática. Al parecer, mientras se estaban celebrando negociaciones en Roma y Mascate, los bombarderos estadounidenses ya estaban en el aire. Desde la perspectiva de Teherán, esto no fue sino “una traición a la diplomacia”, dijo Esmaeil Baqaei, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores iraní. Parece que la estrategia de Washington es un cóctel volátil de disuasión y provocación, blandiendo tanto la zanahoria como el palo, y arriesgándose a una escalada incontrolable.

El papel de Israel: Aliado, Arquitecto y Catalizador

Detrás de la operación estadounidense se esconde la inconfundible influencia de Israel. En los últimos diez días, Tel Aviv ha lanzado una de sus campañas más agresivas en décadas: asesinatos de científicos nucleares, ataques contra altos mandos de la Guardia Revolucionaria y ataques contra bases de misiles y sistemas de radar. Aviones y drones israelíes han penetrado en el espacio aéreo iraní con una facilidad que sugiere claramente una profunda infiltración del Mossad en el aparato estatal iraní.

El primer ministro Benjamín Netanyahu aclamó la “valiente decisión” de Trump y declaró: “Estados Unidos ha hecho lo que ningún otro país del mundo se atrevería a hacer”. Pero más allá de la retórica subyace una estrategia calculada: Israel está decidido a desmantelar el programa nuclear iraní, eliminar la amenaza de los ayatolás y forjar una nueva era de acuerdos de paz con los Estados suníes del Golfo, reforzando el eje antiiraní.

Teherán bajo ataque: Entre el orgullo, la venganza y la incertidumbre

La respuesta inicial de Irán ha sido limitada pero ominosa. En las horas siguientes al ataque estadounidense, Teherán lanzó andanadas de misiles contra Israel, provocando apagones y haciendo sonar las sirenas antiaéreas en Tel Aviv y Jerusalén. Al menos 10 miembros de la Guardia Revolucionaria murieron en ataques aéreos israelíes contra la provincia de Yazd, lo que llevó a la fuerza de élite iraní a jurar que “nuestra guerra empieza ahora.”

Pero la crisis más profunda se está desarrollando en el seno de los dirigentes iraníes. El líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, oculto durante días en un búnker que, según informes, conocían los servicios de inteligencia estadounidenses e israelíes, reapareció con un mensaje propagandístico sobre la venganza. Sin embargo, su autoridad parece tambalearse: según *The New York Times*, ya ha elegido una lista de clérigos como posibles sucesores, mientras que, al parecer, algunos de los altos cargos de Irán -incluidos ex presidentes- no han podido ponerse en contacto directo con él.

La posibilidad de represalias de células durmientes dentro de EEUU ya no es teórica. La NBC informa de que Teherán, a través de un intermediario en la cumbre del G7 en Canadá, advirtió a Trump de que un ataque estadounidense desencadenaría represalias internas.

La larga sombra de la guerra: riesgos globales y escenarios futuros

El ataque estadounidense ha reavivado el temor a una guerra regional, o incluso mundial. Las opciones de represalia de Teherán van desde el cierre del Estrecho de Ormuz (por el que fluye un tercio del petróleo mundial), pasando por atacar bases estadounidenses en Irak, Siria y el Golfo, hasta lanzar ciberataques o terrorismo asimétrico en Europa o Estados Unidos.

Cada una de estas respuestas conlleva inmensos riesgos. Sin embargo, la presión interna sobre Jamenei es cada vez mayor: la opinión pública de una nación ya devastada por las sanciones y el colapso económico exige una reacción enérgica. Sin embargo, el aislamiento del Líder Supremo -custodiado por una unidad de élite y secreta, desconocida incluso para los altos mandos de la Guardia Revolucionaria- está dificultando gravemente la coordinación estratégica.

El Consejo de Seguridad de la ONU se ha reunido a petición de Teherán, pero la inercia diplomática mundial podría permitir que el conflicto se enconase sin control. “Martillo de Medianoche” se enmarcó como una operación limitada destinada a disuadir a Irán de desarrollar armas nucleares. Pero la retórica beligerante de Trump y la inestabilidad de Teherán pueden empujar ahora a la región -y al mundo- hacia una fase mucho más peligrosa.

Una región al borde del abismo

Complica aún más las cosas el papel de Rusia y China, que condenaron el ataque estadounidense. Moscú anunció contactos en curso con el gobierno estadounidense, pero insinuó un posible apoyo logístico a Irán si continúa la escalada. Pekín, por su parte, exigió una sesión de emergencia de la ONU y acusó a Washington de “socavar la estabilidad mundial”.

En el mundo árabe suní, las reacciones fueron más comedidas. Arabia Saudí, EAU y Bahréin expresaron su “preocupación”, pero no llegaron a condenarlo. En privado, funcionarios de seguridad habrían acogido con satisfacción el ataque como un golpe contra su viejo rival regional. El alineamiento estratégico sunní-israelí sigue profundizándose, una rara convergencia de intereses basada en la hostilidad compartida hacia Irán.

Europa está dividida. El Reino Unido respaldó la acción estadounidense; Francia y Alemania la tacharon de “desproporcionada” y “desestabilizadora”. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, convocó a su Consejo de Seguridad Nacional, mientras que el ministro de Asuntos Exteriores, Antonio Tajani, advirtió de que “esto expone a Europa a riesgos indirectos, incluso en el frente energético.”

Ahora todas las miradas se vuelven hacia Teherán. Irán está herido pero no roto. Trump ha demostrado que está dispuesto a cruzar líneas rojas. La pregunta es: ¿quién detendrá esta espiral antes de que se vuelva imparable?

¿Disuasión o preludio de guerra?

El “Martillo de Medianoche” se diseñó como un mensaje, una demostración de fuerza destinada a disuadir a Irán de completar sus ambiciones nucleares. Pero sus secuelas han puesto de manifiesto las contradicciones estratégicas de la política estadounidense, la volatilidad del régimen iraní y la incapacidad de las instituciones mundiales para contener una crisis en espiral.

La cuestión clave ya no es si Irán tomará represalias, sino cuándo y cómo. El mundo observa con inquietud cómo Oriente Próximo se acerca cada vez más al borde del abismo. En este frágil equilibrio de poder, la diplomacia, la disuasión y la destrucción convergen en una nueva y peligrosa fase. El martillo de medianoche ha caído. Los ecos no han hecho más que empezar.