
Tras más de tres años y medio de guerra, la palabra «paz» ha vuelto a colarse en los pasillos diplomáticos. En Washington, el presidente Donald Trump recibió a Volodymyr Zelensky junto a los líderes europeos; el vicepresidente J.D. Vance habló de «concesiones significativas» por parte de Rusia. Demasiado poco para un gran avance, pero suficiente para suscitar nuevas esperanzas.
Sin embargo, tras las sonrisas y los comunicados conciliadores, la realidad es dura: Moscú exige el reconocimiento de sus anexiones y la neutralidad de Ucrania, mientras que Kiev insiste en volver a las fronteras de 1991. La diplomacia occidental, aunque activa, lucha por elaborar un plan creíble que pueda detener la guerra sin legitimar al agresor.
Moscú rechaza el compromiso y cuestiona la legitimidad de Zelensky
En una entrevista reciente con el programa Meet the Press de la NBC, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, calificó a Volodymyr Zelensky de «ilegítimo», declarando que, por tanto, no puede firmar un acuerdo de paz. Sin un mandato presidencial compartido, argumentó Lavrov, cualquier cara a cara entre Putin y Zelensky sería prematuro. Al mismo tiempo, repitió las exigencias de Moscú: Ucrania debe renunciar a pertenecer a la OTAN, reconocer a Crimea como rusa y conceder estatus oficial a la lengua y las instituciones rusas en algunas partes de Ucrania.
El viceministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Andrii Sybiha, tachó de «absurdas» las declaraciones. » No hay nada más ridículo que recibir una lección sobre legitimidad de quienes se han aferrado al poder durante 21 años bajo un líder que ha gobernado durante 25″, declaró. El intercambio puso de manifiesto lo profunda que sigue siendo la fractura política.
Kiev se mantiene firme: Integridad, Justicia, Garantías Vinculantes
Por otro lado, Ucrania no ha cedido. Para Zelensky, la paz sólo es posible con el pleno restablecimiento de la soberanía dentro de las fronteras reconocidas en 1991, incluida Crimea.
La «Fórmula de Paz» de Kiev, presentada en las Naciones Unidas, establece diez puntos: retirada total de las tropas rusas, devolución de prisioneros y niños deportados, rendición de cuentas por crímenes de guerra, seguridad nuclear y garantías vinculantes de seguridad colectiva.
«Sin plena soberanía, no puede haber paz», insiste Zelensky. Su postura está respaldada por la opinión pública: las encuestas muestran que alrededor del 80% de los ucranianos rechazan cualquier compromiso sobre el territorio.
En el centro de las demandas de Kiev están las garantías. Dado que la pertenencia a la OTAN sigue estando fuera de su alcance por ahora, Ucrania pide compromisos exigibles: sistemas de defensa aérea, suministros constantes de municiones, producción conjunta de armas y formación. En otras palabras, un paraguas al estilo de la OTAN sin adhesión formal, pero con obligaciones reales para los socios occidentales.
La respuesta de Europa: Dinero, disuasión y misiones
La Unión Europea ha asumido un triple papel.
1. Financiación. A través del «Mecanismo Ucrania», Bruselas ha prometido 50.000 millones de euros entre 2024 y 2027 para estabilizar la economía e iniciar la reconstrucción. Estos fondos se complementan con los ingresos procedentes de los activos rusos congelados y el apoyo militar del Fondo Europeo para la Paz.
2. Garantías de seguridad. Tras la reunión del G7 en Vilna, varios miembros de la UE firmaron acuerdos bilaterales con Kiev sobre defensa aérea, municiones, formación y producción conjunta. El objetivo es garantizar que Ucrania no se quede sola, ni siquiera fuera de la OTAN.
3. Misiones de seguimiento. Bruselas está sopesando la idea de una coalición europea capaz de supervisar un alto el fuego si se produce. Tal misión no implicaría combate, sino que supervisaría los corredores humanitarios y las líneas de demarcación. Sin embargo, para que tuviera éxito, necesitaría el respaldo de Estados Unidos, sobre todo en inteligencia y cobertura aérea.
Como dijo un funcionario de la UE «El ejército ucraniano debe seguir siendo fuerte, porque sólo de la fuerza puede nacer una paz creíble».
El mapa de la ocupación: Rusia ocupa el 19-20% de Ucrania
La geografía de la guerra enmarca todas las negociaciones. En la actualidad, Moscú controla unos 114.500 kilómetros cuadrados, es decir, entre el 19% y el 20% del territorio de Ucrania.
- Crimea, anexionada en 2014, sigue totalmente bajo control ruso.
- Luhansk, ocupada casi en su totalidad (98%).
- Donetsk, donde Rusia controla amplias zonas, incluida Mariupol, mientras que Sloviansk y Kramatorsk siguen bajo control ucraniano.
- Zaporizhzhia y Kherson, aproximadamente el 74% en conjunto en manos rusas, aunque Kiev sigue controlando las capitales regionales de las ciudades de Zaporizhzhia y Kherson.
Estas regiones no son sólo trozos de tierra: representan centros industriales, fértiles tierras de cultivo e infraestructuras vitales. Para Ucrania, perderlas paralizaría la economía; para Rusia, mantenerlas demuestra que la guerra ha dado resultados tangibles.
Washington: Imprescindible, pero ambivalente
Estados Unidos sigue siendo el único actor capaz de convertir los borradores en realidad.
El vicepresidente Vance ha afirmado que Moscú mostró «concesiones significativas», señalando su disposición a reconocer al gobierno de Ucrania y garantizar su seguridad sin instalar un régimen títere. Trump, por su parte, ha advertido que endurecerá las sanciones si la diplomacia flaquea.
La línea estadounidense es clara: nada de botas estadounidenses sobre el terreno, pero disposición a proporcionar apoyo logístico, inteligencia y, potencialmente, cobertura aérea para una misión europea. Económicamente, Washington tiene la carta de las sanciones: suavizarlas sólo será posible bajo estricta verificación del cumplimiento ruso. Sin embargo, la política interna estadounidense complica el panorama. Con el Congreso dividido y las elecciones en ciernes, Washington presiona a Europa para que asuma una mayor parte de la carga financiera y militar.
Guerra sobre el terreno: Ucrania ataca profundamente a Rusia
Las maniobras diplomáticas continúan en un contexto de escalada de los ataques militares. La noche del 24 de agosto, las fuerzas ucranianas lanzaron ataques coordinados con drones contra infraestructuras rusas críticas, alcanzando la terminal portuaria de Ust-Luga y una refinería de petróleo en Astracán. Siguieron incendios e interrupciones de la producción, que afectaron a los mercados energéticos: El crudo Brent subió a 67,76 $ por barril, el WTI a 63,73 $.
Esa misma noche, Rusia acusó a Ucrania de un ataque masivo con drones contra la central nuclear de Kursk. Un transformador auxiliar fue alcanzado, lo que redujo la producción de un reactor en un 50%. El Organismo Internacional de la Energía Atómica confirmó que no había riesgo de radiación, pero advirtió de que la situación era «grave».
Estos ataques, dirigidos no sólo a degradar la maquinaria bélica rusa, sino también a socavar su economía, tienen un peso simbólico. Al atacar los centros energéticos que financian el arsenal bélico del Kremlin, Ucrania indica que puede proyectar su poder en el interior del territorio ruso. Esto añade presión a Moscú en la mesa de negociaciones, al tiempo que recuerda a los socios occidentales que Kiev no es pasiva ni dependiente, sino que está configurando activamente el campo de batalla.
Mientras tanto, en un gesto poco frecuente en medio del derramamiento de sangre, Moscú y Kiev intercambiaron 146 prisioneros cada uno. Un acto simbólico de humanidad, pero también un recordatorio de que la guerra se libra a dos niveles: mediante las armas y mediante la diplomacia.
Por qué la paz sigue siendo tan difícil de alcanzar
En el centro del estancamiento está el territorio. Aceptar un acuerdo que congele la guerra según las líneas actuales significaría legitimar la ocupación rusa, algo que Kiev y sus aliados consideran inaceptable. Para Ucrania, sería una rendición encubierta. Para Occidente, recompensaría la agresión y socavaría el derecho internacional.
Los analistas advierten de que, sin una verificación y un cumplimiento estrictos, cualquier acuerdo corre el riesgo de convertirse en un frágil alto el fuego. Putin, con su estrategia de presión y ambigüedad, parece apostar por la fatiga y la desunión occidentales para inclinar las conversaciones a favor de Moscú.
Más allá de Ucrania: Lo que está en juego para el mundo
Esta negociación no es sólo sobre Ucrania. Se trata del futuro del orden internacional. Si una gran potencia puede redibujar las fronteras por la fuerza, ningún país puede sentirse seguro.
Por eso, líderes como la italiana Giorgia Meloni hacen hincapié en la unidad de Occidente. «Sólo la unidad de Occidente puede garantizar la paz y la justicia», afirmó. Es un principio conservador: la paz no se otorga mediante concesiones, sino que se construye mediante la disuasión y la solidaridad.
Para Europa, el resultado es existencial. O la UE demuestra que sus miles de millones de euros y su determinación política pueden afianzar la seguridad, o se arriesga a quedar marginada en su propio vecindario. Las decisiones que se tomen ahora determinarán si Europa se convierte en garante del orden o en mera espectadora de las decisiones que se tomen en Washington y Moscú.
Mirando hacia el futuro: Frágil, incierto, pero posible
Los próximos meses serán cruciales. Las capitales europeas deben formalizar sus compromisos de seguridad. Washington puede intentar organizar una reunión directa Putin-Zelensky con mediación estadounidense. En el campo de batalla, ninguna de las partes parece capaz de lograr un avance decisivo, lo que hace que la guerra sea tanto urgente de resolver como difícil de terminar.
Si existe un camino hacia la paz, requerirá equilibrar soberanía, seguridad y justicia. Es un camino estrecho, pero aún no está cerrado. El destino de Ucrania -y con él, la futura seguridad de Europa- pende de un hilo.