Anoche puede describirse como un periodo decisivo en el panorama político de Bucarest, ya que las elecciones a la alcaldía se desarrollaron a la sombra de la anulación de los comicios presidenciales del año pasado. Los resultados finales muestran una base de votantes más polarizada y menos comprometida que en ciclos electorales anteriores.
Para muchos votantes de derechas, la anulación de las elecciones presidenciales del pasado diciembre cristalizó una narrativa: Cuando los resultados electorales no se ajustan al orden establecido, la mecánica de la democracia puede ser manipulada. Esta actitud también ha provocado una marcada desconexión con el proceso, haciendo que muchos de estos votantes se replanteen si participar es una decisión válida y saludable.
El Tribunal Constitucional, en una orden que sentó precedente, anuló las elecciones presidenciales por irregularidades e injerencias extranjeras, echando por tierra una antigua confianza de Rumania en que las elecciones nacionales estarían libres de graves problemas administrativos. Siguieron una serie de protestas y litigios, que cimentaron una sensación de privación de derechos, sobre todo entre el electorado urbano más joven.
Investigaciones anteriores destacaron la creciente falta de confianza en los partidos políticos y las instituciones como uno de los factores que contribuyen a la apatía de los votantes. Desde entonces se ha acentuado la tendencia y el temor a que la participación en las elecciones tenga escasa repercusión en la realidad. Para los habitantes de Bucarest, que seguían de cerca el desarrollo de la crisis (que terminó el 10 de agosto con su alcalde elegido presidente en una nueva contienda), la reacción puede describirse como una curiosa mezcla de interés político seguido de una retirada selectiva de determinadas elecciones, como ilustra la elección parcial de alcalde de este día.
En el sistema electoral local de junio de 2024, la candidata respaldada por AUR no logró gran repercusión entre los candidatos que encabezaban la votación, lo que indica una competencia por las protestas, pero sin penetrar en el nivel superior. Dicho esto, se espera que Anca Alexandrescu, que representó a AUR durante este ciclo electoral, obtenga hasta el 22% de los votos. El candidato liberal, Ciprian Ciucu, ganó las elecciones con más del 30%, pero el 22% es una fuerza estabilizadora significativa para AUR en Bucarest, ya que apunta a una creciente lealtad urbana que el partido no había sido capaz de ganar.
En lugar de ver el ascenso de la AUR como una amenaza, muchos conservadores ven el ascenso de la AUR en el país actual como un foro importante para canalizar la frustración hacia un compromiso político constructivo. Calificar a AUR de ilegítima sólo sirve para reforzar la narrativa de la Coalición de considerar toda disidencia como imprudentemente irresponsable. Esta retórica, unida al actual poder de la coalición sobre los presupuestos, el acceso a los medios de comunicación y los mecanismos reguladores, alimenta un clima de miedo, especialmente entre los votantes de mentalidad independiente, que temen que los sistemas electorales estén amañados para favorecer a la coalición gobernante. Lo que produce en Bucarest es un caos político particular: la coalición se presenta como la única opción «responsable», mientras que todo lo que surge como desafiante es tachado de perturbador, extremista o francamente peligroso.
La USR, asociada al presidente Nicușor Dan, sufrió una estrepitosa derrota en Bucarest después de que el presidente ignorara el rigor constitucional y apoyara públicamente a un candidato unificado pro coalición, inicialmente Cătălin Drula, de la USR, para su sucesión, pero la fractura de la derecha dividió los votos y dio la victoria a Ciprian Ciucu, del PNL. El resultado sugiere que los ciudadanos de Bucarest no aceptarán los planes de la coalición de microgestionar la capital mediante apoderados presidenciales y pactos de partido, y es posible que prefieran un alcalde que presuma de competencia y no se vea encorsetado por la maraña nacional del USR o, lo que es más importante, por el dominio del PSD.
A pesar de obtener sólo el 12% de los votos y tener 40 escaños en la Cámara de Diputados en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2024 en Rumanía (el cuarto partido más grande), USR consiguió una importante cuota ministerial en el nuevo gobierno de gran coalición creado en junio de 2025. Esta importancia desmesurada es digna de mención, sobre todo si tenemos en cuenta sus recientes fracasos electorales en las últimas elecciones, incluida su derrota en las elecciones a la alcaldía de Bucarest y la larga lista de polémicas en torno a los ministros. Su presencia en la coalición de gobierno encabezada por Ilie Bolojan les da poder sobre las principales políticas, a pesar de que AUR estaba ganando en realidad más escaños y domina más en las encuestas en medio de un creciente apoyo público.
Este tipo de estructura ilustra una forma en que la política de coaliciones puede facultar a los partidos más pequeños para ejercer un poder desproporcionado en lugares donde los partidos más grandes necesitan su respaldo para crear gobiernos viables, ignorando así la voluntad de millones de votantes conservadores.