
El discurso de Roberts Zīle en Nápoles insta a la UE a hacer frente a sus vulnerabilidades militares con financiación, coordinación y voluntad estratégica ante las crecientes amenazas mundiales.
En una época en la que las consecuencias de la guerra se despliegan justo más allá de sus fronteras, Europa ya no puede permitirse ignorar las vulnerabilidades críticas de su infraestructura militar. En la conferencia del Partido de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) celebrada en Nápoles del 10 al 12 de julio de 2025, Roberts Zīle, Vicepresidente del Parlamento Europeo, pronunció un discurso de apertura duro y convincente: Europa debe mejorar su movilidad militar, o arriesgarse a una parálisis estratégica ante una agresión exterior.
El mensaje de Zîle no era alarmista, sino urgente, basado en las duras lecciones aprendidas de Ucrania. «La guerra nos ha enseñado que si las tropas y el equipo no pueden moverse rápidamente por nuestro continente», advirtió Zīle, «la disuasión se derrumba incluso antes de que se dispare el primer tiro». Su llamamiento es claro: Europa debe tratar la movilidad militar como un activo estratégico vital, no como una idea logística de última hora.
Los cuellos de botella ocultos de la infraestructura militar europea
Zīle pintó un cuadro vívido de los obstáculos logísticos e infraestructurales que actualmente minan la preparación de Europa para la defensa. Uno de los principales obstáculos es la falta de infraestructuras normalizadas en todos los Estados miembros. Los diferentes anchos de vía, los límites de peso incompatibles en los puentes y las normas de transporte inconexas no son sólo molestias burocráticas, sino que son un lastre en tiempo real para cualquier respuesta militar coordinada. La incompatibilidad de los sistemas ferroviarios, por ejemplo, es más que una cuestión de ingeniería. Significa que los vehículos blindados no pueden desplegarse eficazmente a través de las fronteras; significa que los suministros vitales corren el riesgo de retrasarse; y significa que la promesa europea de defensa colectiva se ve socavada por la fragmentación física y de procedimiento.
Zīle destacó la necesidad de definir e invertir en corredores militares clave a través de Europa, rutas que deben ser capaces de manejar equipos pesados, unidades de mando móviles y apoyo de emergencia con rapidez y fiabilidad. Pero estos esfuerzos no llegarán a ninguna parte, subrayó, sin una normalización de las normas y una coordinación intergubernamental más estrecha.
Déficit de financiación y ceguera estratégica
La inversión europea en movilidad militar sigue siendo desastrosamente insuficiente. Zīle señaló el limitado alcance del Mecanismo «Conectar Europa», principal mecanismo de financiación de infraestructuras de la UE, que no da prioridad al transporte militar de doble uso. Aunque programas como el Fondo Europeo para la Paz ofrecen cierto apoyo financiero, Zīle subrayó la dificultad estructural a la que se enfrentan muchos Estados miembros: simplemente no pueden o no quieren aumentar las contribuciones en medio de presupuestos ajustados y limitaciones políticas.
Aquí, Zīle propuso dos soluciones. En primer lugar, la UE debe reestructurar sus prioridades presupuestarias para apoyar explícitamente la preparación para la defensa. En segundo lugar, los gobiernos nacionales deben reconocer la movilidad militar como parte de su propia infraestructura estratégica, merecedora de la misma atención y urgencia que el transporte civil, la energía o la conectividad digital. También pidió reformas de procedimiento que aceleren los despliegues transfronterizos, subrayando que los camiones militares atascados en las colas de las aduanas en las fronteras europeas -una realidad incluso dentro del Espacio Schengen- es «una vergüenza en el siglo XXI».
Cerrar la brecha industrial: una crisis de confianza
Más allá de las infraestructuras hay una preocupación igualmente urgente: La capacidad de producción de defensa de Europa. Zīle identificó varias carencias críticas en la producción de material militar, desde material rodante ferroviario hasta puentes móviles y vehículos bimotores. «Se trata de la clásica situación del huevo y la gallina», explicó. «La industria no aumentará la producción sin contratos, y los ejércitos no pueden firmar contratos sin producción».
Lo que se necesita, argumentó, es el liderazgo del sector público mediante garantías de adquisición a largo plazo. Los gobiernos deben ofrecer incentivos, reducir la incertidumbre normativa y eliminar el riesgo del entorno de inversión para los fabricantes de defensa. De lo contrario, Europa seguirá dependiendo de proveedores externos en tiempos de crisis, una vulnerabilidad que debería ser intolerable en el clima geopolítico actual.
Hacia una nueva cultura estratégica en Europa
Pero quizá la parte más profunda del discurso de Zīle no se refiriera a los ferrocarriles, los presupuestos o la maquinaria, sino a la mentalidad. «Europa ha vivido en un mundo diferente», dijo, «un mundo en el que la paz se daba por sentada y las amenazas parecían remotas. Ese mundo ha desaparecido».
Zīle pidió un cambio fundamental en la forma en que Europa ve sus obligaciones de seguridad. La defensa y la movilidad ya no deben verse como cargas, sino como pilares de la soberanía y la autonomía estratégica. Instó al Parlamento Europeo y a los dirigentes nacionales a ir más allá de la estrategia abstracta y empezar a aplicar planes de defensa tangibles y viables. En su opinión, el reto no es técnico, sino político. Es la voluntad de actuar: romper con la autocomplacencia, tratar la seguridad como algo no negociable y prepararse no sólo para las amenazas de hoy, sino para las incertidumbres de mañana.
El futuro estratégico del Mediterráneo y de Europa
Hablando desde Nápoles, una puerta histórica entre Europa y sus vecinos del sur, Zīle dejó claro que el Mediterráneo no es sólo una frontera geográfica: es un campo de pruebas para la madurez estratégica de Europa. Desde la inestabilidad norteafricana hasta las ambiciones navales rusas, la región subraya la importancia de un despliegue rápido y unas infraestructuras resistentes. El Mediterráneo, insinuó, está configurando el futuro de Europa, pero sólo si Europa decide configurar el suyo propio.
La seguridad no puede esperar
El discurso de Roberts Zīle no fue simplemente un discurso político; fue una llamada a las armas, en sentido figurado y, si es necesario, literalmente. Europa debe sacudirse décadas de inercia e invertir en su propia capacidad de defensa, disuasión y respuesta. La movilidad militar no es un lujo: es el nervio que une una defensa colectiva. Sin ella, la unidad de Europa es un escudo de papel. Está por ver si la UE responde con la urgencia y la coherencia que Zīle exigía. Pero una cosa es cierta: el tiempo se acaba, y la seguridad ya no puede esperar.