
En el panel del Partido ECR en Nápoles, los líderes pidieron una soberanía europea más fuerte, inversión en defensa y una hoja de ruta clara para la reconstrucción e integración de Ucrania, un reto definitorio para el futuro del continente.
Mientras la guerra en Ucrania se recrudece, proyectando su larga sombra sobre Europa Oriental y más allá, el panel del Partido ECR «Europa y el futuro de Ucrania: Seguridad, Soberanía y Reconstrucción», celebrado en Nápoles el 12 de julio de 2025, ofreció un raro y sincero momento de claridad política. Líderes de toda Europa se reunieron para dejar una cosa inequívocamente clara: el futuro de Ucrania es la prueba de Europa, y el éxito requerirá algo más que solidaridad: exige acción estratégica, reformas profundas y un compromiso inquebrantable.
El Viceministro de Asuntos Exteriores italiano, Edmondo Cirielli, abrió el panel haciendo referencia a la recién concluida Conferencia sobre la Recuperación de Ucrania, celebrada en Roma, a la que asistieron representantes de más de 70 países. A pesar de los continuos ataques con misiles y drones que asolan Ucrania, el mensaje de Roma -y del que se hizo eco Nápoles- fue inequívoco: la reconstrucción debe comenzar incluso antes de que se declare la paz. «Debemos imaginar el futuro de Ucrania ahora», instó Cirielli, describiendo tanto la trágica urgencia del momento como la profunda oportunidad que ofrece, no sólo para Ucrania, sino para Europa y Occidente en general.
Cirielli subrayó que el esfuerzo de reconstrucción, que ya atrae el apoyo de países como EAU, Canadá, Australia y Japón, representa una oportunidad extraordinaria para que las empresas occidentales -y especialmente las italianas- contribuyan a la recuperación de Ucrania y se beneficien de ella. Sin embargo, más allá de la economía, subrayó el poder simbólico de la reconstrucción: es un acto de desafío contra el autoritarismo y una declaración de resistencia democrática.
Este tema de la soberanía y la seguridad presidió el discurso de Antonio Giordano, Secretario General del Partido ECR. Para Giordano, defender Ucrania no es un mero acto de altruismo, sino un imperativo estratégico. «La defensa es la base de la soberanía y la prosperidad», insistió, rechazando la idea de que la inversión militar esté reñida con el progreso social. En cambio, señaló cómo la innovación en defensa ha alimentado históricamente los avances civiles, desde la ciberseguridad hasta las tecnologías de la Fórmula 1.
La Unión Europea, argumentó Giordano, debe coordinar sus fragmentados sistemas de defensa y construir la interoperabilidad, extrayendo lecciones del ingenio ucraniano en el campo de batalla, especialmente en la guerra con drones y la resiliencia digital. La guerra ha revelado los elevados costes del retraso y la división, advirtió, y Europa debe responder con integración, inversión y ambición institucional.
La ex presidenta croata Kolinda Grabar-Kitarović se hizo eco de este sentimiento, ofreciendo una visión de Ucrania paralela a la trayectoria de posguerra de su propio país. Pidió a Europa que actuara no sólo como donante financiero, sino como potencia estratégica, capaz de proporcionar disuasión en los ámbitos convencional, cibernético y espacial. «La defensa de Ucrania es la defensa de Europa», afirmó con firmeza. «La reconstrucción de Bucha e Irpin no es sólo simbólica: es el comienzo del renacimiento de Ucrania».
Sin embargo, el panel no rehuyó los aspectos más oscuros de la guerra. Beata Jurik, Vicepresidenta del Comité Eslovaco de Asuntos Europeos, hizo un apasionado llamamiento a la justicia, y no sólo a los ladrillos y el cemento. Condenó el secuestro y la reeducación forzada de niños ucranianos por las fuerzas rusas como una forma grotesca de borrar la identidad. «Europa debe actuar con decisión para traerlos de vuelta a casa», instó, respaldando iniciativas como «Bring Kids Back» y pidiendo un tribunal especial para enjuiciar la agresión rusa.
El diputado lituano Zygimantas Pavilionis enmarcó la guerra en duros términos geopolíticos. Para Pavilionis, la integración de Ucrania en la UE y la OTAN no es sólo un objetivo político: es la única forma de socavar el régimen ruso y negarle legitimidad. «Transformar Ucrania es la clave para transformar Rusia», argumentó, presentando a Ucrania como primera línea de la democracia mundial. Advirtió de que no apoyar a Ucrania envalentonaría a los regímenes autoritarios, desde Moscú hasta Pekín.
El panel también profundizó en la compleja dinámica transatlántica configurada por las políticas del ex presidente estadounidense Donald Trump. Giordano describió a Trump como un negociador estratégico centrado en el interés nacional, un recordatorio, dijo, de que Europa no puede depender indefinidamente de la generosidad estadounidense en materia de defensa. Tanto Kitarović como Cirielli reconocieron que, aunque Trump había cuestionado las contribuciones europeas a la OTAN, también reconocía la importancia geopolítica de iniciativas como la Iniciativa de los Tres Mares y la independencia energética que prometen.
Cirielli abogó por una identidad militar europea más fuerte, sugiriendo que la creación de un ejército europeo podría racionalizar el gasto en defensa, impulsar la innovación industrial y preservar las libertades democráticas. Sostuvo que Estados Unidos, aunque sigue siendo un aliado clave, busca ahora la asociación -no el paternalismo- y que Europa debe estar a la altura del desafío con sus propias capacidades.
Para concluir, Giordano fue más allá de la geopolítica, reflexionando sobre los valores que sustentan la unidad de Europa. «Europa no es sólo el producto de tratados», dijo, criticando la burocracia en favor de una auténtica fraternidad política y cultural. El futuro de Europa, sugirió, reside en las personas, en sus tradiciones, libertades y familias compartidas.
Cirielli concluyó dando las gracias a los participantes, llamándoles «hombres libres que creen en su historia, su cultura y su identidad». En un momento de calidez y solemnidad, recordó a los asistentes que Europa no es sólo una unión política, sino una civilización que merece la pena defender.
Mientras Ucrania lucha no sólo por su tierra sino por su lugar en la familia europea, el panel de Nápoles subrayó una verdad difícil pero ineludible: Europa debe convertirse en lo que pretende ser: una fuerza estratégica, soberana y unida. Si fracasa, el precio no sólo se pagará en Kiev, sino en el corazón mismo del continente.