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Invierno demográfico en Italia y Europa: ¿por qué no hay más gente que tenga hijos?

Cultura - septiembre 19, 2022

En 2019, antes de que se pudiera pensar en la agitación global que traería Covid-19, el Papa Francisco habló de un «invierno demográfico.» El pontífice, datos en mano, afirmó que en Italia -pero no sólo en Italia- nacen muy pocos niños; demasiado pocos para salvaguardar el concepto mismo de familia en un futuro próximo.

De hecho, en ese momento se produjeron 420.084 nuevos nacimientos -según las cifras recogidas y publicadas por el Istat, el instituto de estadística italiano-, unos 20.000 menos que el año anterior. Por lo tanto, hace ya cuatro años que se consideró necesario actuar a tiempo, una cierta agitación se cernía sobre la cuestión. Aun así, el panorama general no era tan catastrófico como el actual.

Entonces llegó la calamidad.

Nadie podía imaginar que el mundo se vería desbordado por una pandemia y que además se enfrentaría a las consecuencias de un nefasto conflicto entre Rusia y Ucrania. Esos infames 20.000 nacimientos menos que en 2018 devolvieron, sí, la imagen de un país que no crecía y que corría el riesgo de perder, por el camino, el valor intrínseco que siempre lo ha caracterizado -tanto en la concepción religiosa como en la secular-, pero nunca tanto como los 385.000 nuevos nacimientos de 2022. Hoy miramos esta cifra con ojos sinceramente desesperados: más de 35 mil niñas y niños menos que en 2019. Una cifra sombría que requiere un análisis directo y profundo.

 

LA DESNATURALIZACIÓN EN EUROPA

 

Las cuestiones críticas que definían la denatalidad en 2019, por tanto en el periodo pre-pandémico, son las mismas que ahora; sin embargo, son mucho más duras y de compleja resolución, teniendo en cuenta las secuelas de la pandemia, el aumento de la inflación y, concomitantemente, el coste de la vida. El trabajo, el bienestar, las oportunidades y las políticas sociales son los cuatro indicadores que determinan el crecimiento o el descenso de la natalidad. El problema, sin embargo, no es sólo de Italia. Un reciente informe de Eurostat, el instituto estadístico europeo, señala que entre el 1 de enero de 2020 y el 1 de enero de 2021, la población de la Unión Europea se redujo en 278.000 personas y, al mismo tiempo, el número de nacimientos disminuyó significativamente, por lo que también en otros países, aunque de forma menos preponderante, el riesgo de que se detenga el crecimiento es muy real. La misma encuesta de Eurostat confirma la baja tasa de natalidad de Italia – 6,8 nacidos vivos por cada mil habitantes – y aporta otro dato a tener en cuenta: la edad media de las madres, que ronda los 31,4 años de media.

Dando un paso atrás y observando la situación fuera de las fronteras nacionales, consideremos un estudio publicado en Pnas. La encuesta fue realizada por los demógrafos Arnstein Aassve, Niccolò Cavalli, Letizia Mencarini y Samuel Plach, de la Universidad Bocconi de Milán, junto con Seth Sanders, de la Universidad Cornell de Ithaca. El objetivo era obtener una imagen bien definida de las tasas de natalidad en 22 países de renta alta, incluida Italia. Las naciones en las que se encontró una parada importante, además del Bel Paese, son: Hungría, Bélgica, Austria, Singapur, España y Portugal. En Estados Unidos, la desnaturalización también es una preocupación, y no pequeña. Los factores comunes, en esencia, parecen ser la incertidumbre económica y el sistema de bienestar. Allí donde esto presenta menos dificultades -como en Suiza, Finlandia, Noruega, Dinamarca, Alemania y los Países Bajos- el descenso de los nacimientos ha sido y es menos pronunciado. El estudio deja claro que la incertidumbre económica es un factor: las parejas que se encuentran en una situación financiera precaria y que luchan por ver un futuro brillante en este sentido, aparcan la idea de tener hijos. Evidentemente, como señalan los autores de la investigación, la crisis pandémica ha desempeñado un papel definitivo. La incertidumbre económica se ha visto agravada por el temor a que se repitan fenómenos como el de Covid-19.

Entonces, ¿cómo frenar un fenómeno de tal magnitud? Antes de intentar responder a eso, vamos a profundizar en sus causas fundamentales para tener una perspectiva más completa.

 

 

LAS POSIBLES CAUSAS

 

Ya hemos señalado lo crucial que es el sistema de bienestar. A nivel nacional, las medidas de apoyo a la familia están representadas, por ejemplo, por el subsidio único universal, que se supone que concede un respiro a nivel económico. Sin embargo, a la vista de los datos, parece ser insuficiente.

Sin embargo, hay que dejar claro que hay muchos otros factores que contribuyen. El subsidio único universal está inevitablemente ligado a la incertidumbre económica. Incluso antes de la aparición de Covid-19, la precariedad laboral podía definirse como un estigma en Italia: los jóvenes no podían ni pueden encontrar una colocación que les dé seguridad, hasta el punto de pensar que podrían comprar una casa y formar una familia. Desde 2020, la gravedad de la situación se ha agravado. Recientemente, las cifras publicadas por Istat determinan el crecimiento del empleo; sin embargo, se refieren, en su mayoría, al empleo precario, estacional, temporal, etc. En este caso, la imposibilidad de contar con un empleo seguro también arroja una enorme sombra sobre la tasa de natalidad y el crecimiento del país.

Otro problema, por ejemplo, está relacionado con la disponibilidad de plazas en las guarderías; las listas de espera suelen ser largas y los horarios no siempre permiten a los padres poder compaginar cómodamente trabajo y familia.

A escala global, además de las dificultades relacionadas con la inestabilidad del mercado laboral, se observa otro elemento significativo: la indecisión ante lo que depara el futuro. Este discurso debería extenderse, por ejemplo, a la crisis medioambiental y climática. El miedo a que el mundo cambie radicalmente y con rapidez empuja a la gente a planificar menos. Esto también afecta en gran medida a la tasa de natalidad. También hay desconfianza en las medidas que los países han tomado y tomarán para hacer frente a la crisis. Nos encontramos, pues, en una fase de transición en la que el universo digital parece a veces tomar el relevo del real; esto también plantea bastantes preocupaciones.

Por último, como ya habíamos previsto, la pandemia ha desestabilizado equilibrios que ya eran especialmente frágiles; el temor a que pueda ocurrir algo similar, una vez más, hace que las parejas jóvenes sean más reticentes. La palabra clave es, por tanto, observar el fenómeno desde diferentes puntos de vista: la inestabilidad.

 

QUÉ INTERVENCIONES

 

En resumen, las intervenciones más urgentes que deben aplicarse son las relativas a los incentivos económicos. Hay varios países que se están moviendo para que se introduzcan nuevas medidas que puedan empujar a las parejas a recuperar la confianza y pensar en formar una familia, quizá incluso numerosa.

El apoyo a la natalidad debe volver a estar en el centro de la agenda gubernamental en Italia y en toda la Unión Europea

El objetivo es valorar la unidad familiar, tener en cuenta el número de miembros que la componen.

Una medida interesante para introducir, por ejemplo, podría consistir en rebajar la fiscalidad de los productos necesarios para el cuidado de los niños. Otro punto en el que se basan los programas de los partidos nacionales e internacionales más sensatos en la materia es el de garantizar apoyos económicos también a los municipios y a las escuelas para poder acoger al mayor número de niños posible. En este sentido, la creación de guarderías corporativas sería importante para conceder a las madres y a los padres la posibilidad de mantener sus puestos de trabajo estables y, al mismo tiempo, permanecer conectados con sus hijos. Por último, introducir concesiones y ayudas en la compra de una vivienda; una propuesta que llega en un momento álgido teniendo en cuenta lo mucho que está pesando la inflación en la economía y el mercado de la vivienda.

En general, es importante que las generaciones futuras dispongan hoy de las herramientas para construir el mañana; sólo así podremos esperar alcanzar y cerrar la temporada demográfica de invierno.

 

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