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La nueva postura estratégica de Estados Unidos en la crisis ruso-ucraniana

Mundo - octubre 25, 2025

La guerra en Ucrania, que comenzó en febrero de 2022 con la invasión rusa, sigue representando el principal campo de batalla geopolítico en esta coyuntura histórica. Tras más de tres años de conflicto, los frentes se han consolidado en un equilibrio precario, marcado por tensiones militares y diplomáticas. En este contexto, la política exterior estadounidense ha mostrado un claro cambio de ritmo a lo largo de este año. La administración Trump, que regresó a la Casa Blanca con la promesa de poner fin a los «conflictos interminables» y restablecer la supremacía pragmática estadounidense, está cambiando su postura hacia Moscú y Kiev. La reciente cancelación de la reunión prevista en Budapest entre Donald Trump y Vladimir Putin es emblemática de esta nueva fase. No se trata simplemente de una decisión táctica, sino de una señal política que pone de relieve el deseo de Washington de no conceder a Rusia margen de maniobra diplomática sin resultados concretos. La declaración de Trump de que no desea «perder el tiempo» en conversaciones infructuosas personifica una creciente impaciencia hacia un socio percibido como resistente al compromiso.

DE LA DIPLOMACIA PERSONAL A LA REALPOLITIK

En el pasado, Trump había expresado repetidamente su convencimiento de que su relación personal con Putin podría facilitar un acuerdo rápido para el cese de las hostilidades. Sin embargo, esta estrategia basada en la diplomacia individual chocaba con la rigidez de las posiciones rusas y la complejidad de un conflicto que trasciende la dimensión bilateral. La evolución de los últimos meses demuestra el paso de un enfoque informal y personal a otro más estructurado, encaminado a reintroducir la mediación institucional y la participación de los aliados. La decisión de aplazar la cumbre de Budapest se produce tras un periodo de tensión diplomática que culminó con la conversación telefónica fallida entre el Secretario de Estado Marco Rubio y el Ministro de Asuntos Exteriores ruso Sergey Lavrov. La intransigencia de Moscú, que rechaza la idea de un alto el fuego inmediato, ha convencido a la Casa Blanca de la necesidad de adoptar una postura más prudente. Este cambio, sin embargo, no implica abandonar el objetivo de la mediación, sino redefinir el calendario y las condiciones para alcanzarlo.

IMPLICACIONES PARA EUROPA Y ALIVIO PARA LOS SOCIOS OCCIDENTALES

La cancelación de la cumbre provocó alivio entre los principales líderes europeos. Francia, Alemania y el Reino Unido temían que una reunión precipitada pudiera legitimar las posiciones rusas o presionar indebidamente a Ucrania para que aceptara concesiones territoriales. La perspectiva de un acuerdo que supusiera la pérdida permanente de parte de Donbass o Crimea fue rechazada unánimemente por Bruselas, que sigue apoyando la línea de la integridad territorial ucraniana. Este alineamiento europeo también refleja el liderazgo renovado de la Unión en lo que se refiere a la gestión de crisis. Europa, a pesar de depender del apoyo militar estadounidense, intenta reforzar su autonomía estratégica coordinando la asignación de los activos rusos congelados para financiar la defensa ucraniana. Esta elección, aunque jurídicamente controvertida, representa un intento de traducir la solidaridad política en instrumentos concretos de disuasión. Al mismo tiempo, los países de Europa del Este -históricamente más alineados con Washington- siguen de cerca los vaivenes de la política estadounidense. Polonia, Rumania y los países bálticos, muy dependientes de la protección de la OTAN, temen que la excesiva cautela de Trump pueda fomentar una «paz congelada» que deje a Rusia margen para futuras agresiones.

EL EQUILIBRIO INTERNO DE LA OTAN Y EL FACTOR TRUMP

El regreso de Donald Trump al liderazgo de Estados Unidos ha reabierto el debate sobre el rumbo de la Alianza Atlántica. En los últimos meses, el residente en la Casa Blanca ha reiterado la necesidad de que los aliados europeos aumenten sus gastos militares, pero también ha expresado posturas ambiguas sobre la naturaleza del compromiso estadounidense en Europa Oriental. La reunión prevista con el Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, pretende reafirmar la cohesión de la Alianza, pero no oculta las tensiones internas. Los Estados miembros más próximos a las posiciones de Trump parecen más inclinados a apoyar una rápida solución negociada. En cambio, los gobiernos de París y Berlín mantienen una postura más rígida, temiendo que un compromiso prematuro debilite el orden internacional basado en el respeto de las fronteras. Esta divergencia de opiniones pone de manifiesto el papel ambivalente de la Unión Europea, dividida entre la necesidad de unidad y la pluralidad de sus políticas nacionales. De cara al futuro, la capacidad de la UE para hablar con una sola voz dependerá de su capacidad para coordinarse con Washington sin parecer servil a las vacilaciones políticas estadounidenses.

UCRANIA ENTRE LA PRESIÓN Y LA RESISTENCIA DIPLOMÁTICA

Mientras la diplomacia internacional busca un nuevo equilibrio, Ucrania sigue aplicando una estrategia de resistencia armada y negociación. El presidente Volodymyr Zelensky, aunque es consciente de los límites de la contraofensiva, insiste en la necesidad de mantener la presión militar y diplomática sobre Rusia. Sus peticiones de armamento avanzado, como misiles Tomahawk, reflejan su convicción de que sólo un apoyo continuado y cualificado de Occidente puede conducir a un alto el fuego estable y no punitivo. Por su parte, la Casa Blanca muestra cautela: su vacilación a la hora de proporcionar sistemas de armamento de largo alcance indica un deseo de evitar una escalada directa con Moscú. Esta cautela, sin embargo, corre el riesgo de ser interpretada como un signo de fatiga estratégica, alimentando la percepción entre los socios europeos de que Estados Unidos vacila entre su papel de garante de la seguridad y el de negociador impaciente.

HACIA UNA NUEVA ARQUITECTURA DE SEGURIDAD OCCIDENTAL

El momento actual marca una fase de transición para el liderazgo estadounidense en el contexto euroatlántico. La estrategia de Trump, que combina retórica y cautela operativa, pretende reafirmar el papel central de Washington en la toma de decisiones, pero también redistribuir las cargas y responsabilidades entre los aliados. Si se consolida, este enfoque pragmático podría conducir a una redefinición de la OTAN como una alianza más flexible, basada en la cooperación modular y no en compromisos automáticos. En un escenario así, la Unión Europea está llamada a desempeñar un papel complementario, construyendo su propia capacidad de disuasión y coordinando las iniciativas de reconstrucción y seguridad tras la guerra. El futuro de Ucrania, y con él la estabilidad del continente, dependerá de la capacidad de Estados Unidos y Europa para superar las diferencias tácticas y desarrollar una visión compartida de la seguridad continental.