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Un País Capturado: Cómo la corrupción socialista ha vaciado el papel de España en Europa

Política - diciembre 26, 2025

Europa no puede permitirse gobiernos que funcionen como seguros privados para los que están en el poder. Tampoco puede ignorar la lenta corrosión institucional de uno de sus principales Estados miembros cuando esa corrosión es sistémica, persistente y está políticamente protegida. Sin embargo, ésta es precisamente la situación en España bajo el gobierno socialista de Pedro Sánchez.

Lo que parece una serie improvisada de escándalos se entiende mejor como un único ecosistema: círculos superpuestos de influencia, contratación, clientelismo y presión institucional, seguidos de un esfuerzo cada vez más agresivo por deslegitimar la supervisión. No se trata simplemente de que existan acusaciones de corrupción, sino de que, en conjunto, sugieren un modelo de gobernanza reducido a la autopreservación.

Guía de los casos: el «árbol» de los escándalos en unas 500 palabras

El tronco central de la foto que has compartido es lo que los medios de comunicación españoles llaman el «caso Koldo»: unaamplia investigación derivada de la detención (febrero de 2024) de Koldo García, ayudante del ex ministro de Transportes José Luis Ábalos. A partir de este tronco se ramifican varias líneas de investigación en distintos juzgados.

(1) Contratación durante la pandemia («máscaras»): La primera rama, y la más legible públicamente, se refiere a supuestas irregularidades en la contratación de la era Covid: intermediarios, comisiones y adjudicación de grandes contratos públicos de suministros médicos. La narración que has proporcionado sitúa a Víctor de Aldama como una figura intermediaria clave, con reclamaciones de pagos y beneficios vinculados al acceso y a contratos en los que participaron administraciones de la órbita socialista. El aguijón político es que las condiciones de emergencia se convirtieron, supuestamente, en una oportunidad para la rápida monetización de las compras estatales.

(2) Licitaciones de obras públicas (Acciona-Servinabar): Una segunda rama se expande de las máscaras a las infraestructuras. Un informe de la Guardia Civil (UCO), según se describe, sitúa supuestamente a Santos Cerdán en el centro de una trama de adjudicación de contratos de obra pública desde el ecosistema del ministerio de Transportes. Servinabar, una pequeña empresa, es retratada como un vehículo para canalizar comisiones mientras se asocia con empresas más grandes -Acciona aparece como el nombre más destacado-. No se trata simplemente de un soborno, sino de la reproducción de un modelo: de Navarra al ámbito nacional, una vez que la red tuvo acceso a escala estatal.

(3) Pagos en efectivo del partido («sobres»): Una tercera rama se refiere a supuestas prácticas de gastos en efectivo dentro del PSOE y a discrepancias entre las cantidades declaradas y las comunicaciones internas. La importancia es obvia: pasa de las transacciones corruptas a la cuestión de la cultura y los controles de la financiación de los partidos, levantando sospechas sobre cómo se registra el dinero, cómo se justifica o cómo se blanquea potencialmente a través de los gastos.

(4) Nombramientos y contrataciones del Ministerio de Transportes: Se describe una vertiente relacionada que se maneja con más lentitud y que se centra en funcionarios secundarios y entidades públicas (por ejemplo, ADIF, nombramientos y decisiones de contratación supuestamente influenciadas a través de canales ministeriales). Esto es importante porque enmarca la corrupción menos como un robo aislado y más como el control de la maquinaria administrativa.

Junto a este baúl, otras dos grandes líneas argumentales intensifican el argumento del «Estado capturado». Una es el caso de los hidrocarburos, descrito como una investigación separada sobre el fraude del IVA en el sector de los carburantes, que vuelve a tocar el mismo mundo de intermediarios y alega influencia política en la concesión de licencias o en los resultados administrativos, con la presunta circulación de comisiones y regalos. El otro es el caso Begoña Gómez, una investigación judicial sobre presunto tráfico de influencias y delitos relacionados con la corrupción vinculados a las actividades profesionales de la esposa del Presidente del Gobierno y al supuesto uso de recursos públicos para proyectos privados.

Por último, llega la dimensión más corrosiva desde el punto de vista institucional: las supuestas operaciones de «fontanería » en torno a Leire Díez, descritas como intentos de reunir material comprometedor contra los investigadores y de intercambiar acceso o favores por ayuda dirigida contra figuras de la UCO y fiscales. Si añadimos el caso del «hermano de Badajoz» (presunto nombramiento irregular/patronazgo en torno a David Sánchez), la polémica en torno al Fiscal General del Estado y la investigación del Plus Ultra (la política de rescates se cruza con denuncias de flujos opacos vinculados al extranjero), el panorama general deja de ser borroso. Se trata de un sistema: adquisiciones, contratos, clientelismo y presiones contra el escrutinio.

El daño silencioso: la parálisis estratégica

Las consecuencias más graves no son sólo jurídicas. Son geopolíticas. España, en virtud de su historia, lengua y capital cultural, debería ser un actor europeo central en América Latina, y una voz creíble sobre Venezuela. Un gobierno consumido por el escándalo carece de autoridad para liderar en el exterior. Mientras otros Estados europeos articulan posiciones más firmes contra el atrincheramiento autoritario y la influencia hostil en el hemisferio occidental, Madrid se vuelve estratégicamente irrelevante.

Esto no es neutralidad. Es abdicación, y un coste de oportunidad para España y para Europa.

El doble rasero de Europa

La UE no puede vigilar de forma creíble el Estado de derecho de forma selectiva. Si las instituciones europeas dan lecciones a algunos gobiernos mientras consienten a otros por razones de conveniencia política, debilitan las propias normas que dicen defender. La prueba de resistencia institucional de España debería importar en Bruselas precisamente porque afecta a un Estado miembro importante.

Conclusión: Europa no puede permitirse una España paralizada

Una España gobernada para la supervivencia de un círculo estrecho no es sólo un problema interno. Es un lastre europeo: estratégicamente ausente, moralmente comprometida e institucionalmente degradada. Europa debería exigir algo mejor, y España se merece algo mucho mejor que un gobierno atrapado en su propia telaraña.