
El camino de Ucrania hacia la integración en la Unión Europea, emprendido oficialmente en 2022 en paralelo al de la República de Moldavia, constituye uno de los retos más significativos, complejos y cargados de simbolismo de la historia de la ampliación de la Unión. En un contexto bélico marcado por la invasión rusa, la adhesión de Kiev adquiere un valor político, estratégico y moral de extraordinaria importancia, configurándose como una respuesta institucional y colectiva a la agresión militar y como una reafirmación concreta de los principios democráticos, del Estado de Derecho y de la solidaridad entre los pueblos de Europa. Sin embargo, a pesar del reconocimiento por parte de la Comisión Europea de los progresos realizados por Ucrania en las reformas necesarias para el inicio de las negociaciones de adhesión, el proceso se encuentra actualmente estancado. Este bloqueo es atribuible al veto de Hungría, bajo el liderazgo del Primer Ministro Viktor Orbán, que hasta ahora ha impedido la unanimidad necesaria para proceder, lo que plantea dudas sobre la naturaleza política, y no técnica, de su oposición. Este punto muerto plantea profundos interrogantes sobre la cohesión interna de la Unión, la credibilidad de su compromiso con los países candidatos y la capacidad de Europa para responder eficazmente a los retos geopolíticos del presente. La Presidencia rotatoria danesa del Consejo de la Unión Europea, inauguradael 1 de julio de 2025, es una oportunidad estratégicamente relevante y potencialmente decisiva para superar el actual estancamiento institucional que obstaculiza el inicio de las negociaciones de adhesión entre Ucrania y la Unión. En un contexto de creciente tensión geopolítica y de presión moral sobre Europa para que cumpla las promesas hechas a los países candidatos, Dinamarca se encuentra en una posición privilegiada para ejercer un liderazgo activo en el relanzamiento del proyecto de ampliación. En virtud de su papel de Presidencia rotatoria del Consejo, Copenhague no sólo puede coordinar el debate político entre los Estados miembros, sino también actuar como mediador neutral y promotor de compromisos constructivos, aprovechando las herramientas institucionales disponibles, la credibilidad adquirida a nivel europeo y un contexto favorable de solidaridad hacia Kiev. Además, Dinamarca tiene la oportunidad de utilizar su influencia para articular una estrategia diplomática a varios niveles que tenga en cuenta la resistencia de Budapest, pero sin comprometer formalmente su derecho de veto, confiando en cambio en la acción persuasiva, en la presión colectiva de los socios europeos y en incentivos políticos que puedan inducir a Hungría a reconsiderar su postura. De este modo, la Presidencia danesa se presenta no sólo como un actor operativo, sino como un símbolo del compromiso europeo con una mayor cohesión, seguridad y capacidad de respuesta a los desafíos globales.
EL CONTEXTO INSTITUCIONAL Y POLÍTICO DE LA AMPLIACIÓN
La adhesión a la UE es un proceso complejo a varios niveles, que requiere la unanimidad de los Estados miembros para cada paso clave, incluido el inicio de las negociaciones de adhesión. Esto significa que cualquier Estado miembro, por razones políticas, económicas o estratégicas, puede bloquear todo el proceso, como está ocurriendo con Hungría en el caso ucraniano. En junio de 2022, Ucrania y Moldavia obtuvieron el estatus de candidatos, un logro histórico facilitado por la guerra en curso y la creciente percepción de que la UE necesita expandirse para garantizar su propia seguridad. Sin embargo, dos años después, a pesar de las reformas aplicadas por Kiev y de los indicios de progreso estructural, todavía no se ha abierto el primer capítulo de negociación («Fundamentos»), debido principalmente al veto húngaro. El veto de Orbán se basa en consideraciones que parecen más ideológicas y geopolíticas que técnicas: el primer ministro húngaro ha utilizado a menudo la cuestión de la ampliación como herramienta para presionar a Bruselas, consolidando su propia posición política interna mediante una narrativa antiintegración. La consulta nacional promovida por su gobierno sobre la cuestión de la adhesión de Ucrania se utilizó después para justificar el bloqueo a escala europea.
LA PRESIDENCIA DANESA: UNA OPORTUNIDAD PARA EL LIDERAZGO
En este contexto, la Presidencia rotatoria danesa del Consejo de la UE adquiere un valor altamente simbólico y práctico. Desde el principio de su presidencia, Copenhague anunció un firme compromiso para relanzar el proceso de adhesión de Ucrania y Moldavia, declarando su intención de ejercer la máxima presión sobre Hungría para que supere el veto. La ministra danesa de Asuntos Europeos, Marie Bjerre, destacó la importancia de cumplir las promesas hechas a los países candidatos, tanto por razones ético-políticas como por necesidades de seguridad y estabilidad regionales. No se trata sólo de apoyar a un país atacado, sino también de consolidar la resistencia y la credibilidad de la UE como actor geopolítico. El papel de Dinamarca también podría ser importante por razones relacionadas con su reputación diplomática: Copenhague es percibido como un Estado miembro sistemáticamente proeuropeo y respetuoso con la ley, lo que lo convierte en un mediador creíble entre las distintas almas del Consejo. Además, el apoyo abierto de la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, a la causa ucraniana refuerza el compromiso político del país con el avance de la agenda de la ampliación.
HERRAMIENTAS Y ESTRATEGIAS
Aunque el ámbito de actuación formal de la Presidencia rotatoria es limitado, su papel en la gestión de la agenda y la facilitación del consenso político puede ser decisivo. Entre las estrategias que Dinamarca podría adoptar está sin duda el inicio de una intensa diplomacia bilateral con Budapest, con ofertas políticas, económicas o institucionales destinadas a cambiar la postura húngara, aprovechando posiblemente el apoyo de otros Estados miembros para ejercer una presión colectiva. También existe la posibilidad de emprender una mediación conjunta con las instituciones europeas, especialmente con la Comisión y el Consejo Europeo, para crear un frente unido que aísle a Hungría, reduciendo el coste político interno para Orbán de un posible cambio de rumbo. Una de las perspectivas adoptables podría ser también la de llevar el debate a otro terreno, quizá con iniciativas informales y conferencias diplomáticas, que puedan crear espacios de diálogo alternativos al Consejo formal, abriendo márgenes para una solución negociada. Por último -pero se trataría de una decisión política bastante avanzada-, podríamos llegar, junto con otros socios, a evaluar la utilización de un intercambio político entre el veto húngaro a Ucrania y concesiones sobre otras cuestiones queridas por Budapest, como los fondos estructurales o las políticas migratorias. Sin embargo, la ministra Bjerre ha evitado hasta ahora especificar estrategias concretas, afirmando que aún sería demasiado pronto para especular sobre las distintas alternativas. Esta reticencia, más táctica que programática, sugiere que Copenhague quiere preservar la flexibilidad negociadora, especialmente en este nivel y momento de la negociación.
RIESGOS Y OPORTUNIDADES: GESTIÓN CONJUNTA DE CANDIDATURAS
Una delicada cuestión estratégica se refiere a la posibilidad de separar las vías de adhesión de Ucrania y Moldavia, si el veto húngaro sigue siendo insuperable. Orbán, de hecho, no se opone a la adhesión moldava, y algunos diplomáticos están evaluando la posibilidad de seguir adelante con Chisinau, dejando temporalmente atrás a Kiev. Sin embargo, Dinamarca ha dejado claro que está en contra de esta opción, argumentando que las dos candidaturas deben permanecer unidas para no socavar la coherencia política de la UE. Dividir los expedientes equivaldría a enviar una señal de desentendimiento hacia Ucrania, con el riesgo de deslegitimar todo el proceso de ampliación. El Presidente Zelensky ha declarado que Kiev estaría dispuesto a hacer cualquier cosa para continuar las conversaciones de adhesión, lo que requeriría el apoyo unánime de los dirigentes europeos. En este contexto, Dinamarca podría desempeñar un papel de garante moral y político de la unidad del proceso, evitando concesiones divisorias y preservando la confianza de los países candidatos en el mecanismo europeo.
EL VALOR ESTRATÉGICO DEL LIDERAZGO DANÉS
El semestre danés de Presidencia de la UE llega en un momento crítico para Europa: por un lado, la ampliación se está convirtiendo en una prioridad estratégica para contrarrestar la influencia rusa y garantizar la seguridad del continente; por otro, las lógicas de veto internas amenazan la coherencia y credibilidad del proyecto europeo. Dinamarca, con su tradición proeuropea, su peso diplomático y la claridad de su posicionamiento, está en una posición ideal para intentar desbloquear el proceso de adhesión ucraniano. Aunque no tiene poder para eludir formalmente el veto húngaro, Copenhague puede actuar como catalizador político, coordinador institucional y promotor de soluciones negociadas. El éxito o el fracaso de la Presidencia danesa en esta tarea tendrá profundas implicaciones: no sólo para Ucrania y Moldavia, sino para todo el futuro del mecanismo de ampliación y, por tanto, para la identidad y la función geopolítica de la Unión Europea. Salir del punto muerto significaría reafirmar que la UE no es prisionera de los vetos nacionales, sino capaz de renovarse en solidaridad y visión estratégica.