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Los nuevos aranceles de China exponen la debilidad de Europa en la guerra comercial entre EEUU y China

Mundo - diciembre 29, 2025

Los aranceles punitivos sobre los productos lácteos de la UE amenazan las exportaciones, golpean duramente a los quesos italianos y ahondan la crisis de credibilidad de la Comisión Europea.

El deterioro de las relaciones comerciales entre la Unión Europea y China ha entrado en una nueva y preocupante fase. En el contexto más amplio de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la decisión de Pekín de imponer aranceles de entre el 21,9% y el 42,7% a una amplia gama de productos lácteos europeos representa mucho más que una disputa sectorial. Es una señal estratégica que amenaza con socavar exportaciones clave de la UE, debilitar cadenas de suministro enteras y exponer una vez más la fragilidad estructural de la posición de Europa en los conflictos comerciales mundiales.

Estos nuevos aranceles chinos llegan tras meses de escalada de tensiones entre Bruselas y Pekín, marcada por acusaciones mutuas de dumping, restricciones a la exportación y medidas de represalia. Aunque la UE se encuentra desde hace tiempo en una postura defensiva dentro de la guerra comercial entre EEUU y China, este episodio pone de relieve lo mal equipada que está Europa cuando negocia con potencias mundiales que actúan desde posiciones de fuerza. El enfrentamiento entre China y la UE se está intensificando precisamente en el momento en que Europa necesitaría una estrategia más clara y firme para proteger sus intereses económicos.

Las cifras explican por sí solas la magnitud del problema. Los aranceles superiores al 40% excluyen de hecho muchos productos lácteos europeos del mercado chino, uno de los destinos de las importaciones alimentarias de más rápido crecimiento en todo el mundo. Para las pequeñas y medianas empresas, que invirtieron mucho en la última década para estar presentes en China, el impacto es potencialmente devastador. Estos derechos funcionan como un impuesto indirecto sobre los productores europeos, erosionando los márgenes, desalentando la inversión y debilitando la competitividad. Lo que ya era un entorno difícil determinado por la guerra comercial entre Estados Unidos y China se ha vuelto ahora aún más duro para los exportadores europeos.

Entre los países más expuestos están Italia, Francia, Alemania, Países Bajos e Irlanda. Italia, en particular, sufrirá de forma desproporcionada. Las estimaciones de la industria sugieren que las exportaciones de queso italiano a China podrían caer entre un 15 y un 20% a corto plazo. Productos como el Parmigiano Reggiano, el Grana Padano y el Gorgonzola -iconos de la excelencia del Made in Italy- se enfrentan ahora a barreras arancelarias tan elevadas que mantener un espacio en las estanterías de los supermercados chinos resulta económicamente inviable. Las consecuencias se extienden mucho más allá de los productores, afectando a los productores lácteos, los proveedores logísticos y los servicios relacionados con la exportación. El daño no es sólo financiero, sino también de reputación, ya que los quesos italianos se habían convertido en símbolos de prestigio en los mercados emergentes.

En este contexto, la respuesta de la Comisión Europea ha sido ampliamente criticada por inadecuada. Las declaraciones oficiales han expresado «preocupación» y han prometido diálogo, pero siguen ausentes las contramedidas concretas o los planes de apoyo a los sectores afectados. Para muchos productores y asociaciones comerciales, este enfoque cauteloso refuerza la percepción de una UE que reacciona con lentitud y carece de determinación política. En el contexto de la guerra comercial entre EE.UU. y China, esta vacilación corre el riesgo de ser interpretada como debilidad, erosionando aún más el poder de negociación de Europa.

Este episodio se inscribe en una crisis más amplia de credibilidad de la Comisión Europea. Los observadores se preguntan cada vez más si Bruselas es capaz de articular y defender una estrategia comercial coherente en una época definida por la confrontación económica entre superpotencias. Europa parece atrapada entre Washington y Pekín, incapaz de convertir su tamaño de mercado en influencia decisiva. Mientras Estados Unidos negocia con China desde una posición de fuerza, la UE parece a menudo relegada a los márgenes, obligada a absorber decisiones tomadas en otros lugares.

Varios factores contribuyen a esta falta de credibilidad: la falta de una visión unificada entre los Estados miembros, la ausencia de herramientas de represalia rápidas y creíbles, y un estilo diplomático percibido como excesivamente cauto. El resultado es una frustración creciente entre las empresas europeas y un descenso de la confianza entre los socios internacionales. Por tanto, los aranceles chinos sobre los productos de la UE no son una cuestión aislada, sino un síntoma de un malestar estratégico más profundo.

De cara al futuro, los riesgos son considerables. Europa podría perder permanentemente cuota de mercado en sectores clave como el lácteo, sufrir una ralentización de la inversión y la innovación, y enfrentarse a un creciente descontento interno entre las pequeñas y medianas empresas. A más largo plazo, la continua marginación en el comercio mundial podría debilitar el propio modelo social y económico europeo, que depende en gran medida de los mercados abiertos y de las exportaciones con valor añadido.

Sin embargo, existen alternativas. Una política comercial de la UE más asertiva podría incluir un fondo de compensación para los sectores afectados por los aranceles chinos, una unidad política más fuerte entre los Estados miembros y medidas de reciprocidad cuidadosamente calibradas y acordadas a nivel multilateral. Al mismo tiempo, Europa debería acelerar sus esfuerzos por diversificar los destinos de sus exportaciones, promocionando los quesos italianos y otros productos lácteos de la UE en el Sudeste Asiático, Oriente Medio y África. También es esencial renovar el compromiso diplomático con Pekín, basado en la transparencia y en las normas comerciales internacionales.

La decisión de China de apuntar a los productos lácteos de la UE es una llamada de atención. El reto al que se enfrenta Europa no es sólo económico, sino político y estratégico. Si la UE quiere evitar convertirse en un espectador pasivo en la guerra comercial entre EEUU y China, debe redescubrir la capacidad de actuar con decisión, defender a sus productores y restaurar su credibilidad como actor económico mundial.

Alessandro Fiorentino