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Dinamarca y las Políticas Migratorias: ¿De Nación Aislada a Guía de Europa?

Construir una Europa conservadora - agosto 6, 2025

El tema de la inmigración ha adquirido, en las últimas décadas, una creciente centralidad en el debate político europeo. En este escenario complejo y polarizado, Dinamarca se ha distinguido como un actor atípico: criticada inicialmente por su severo enfoque de la inmigración, se encuentra ahora entre los promotores de una línea dura que está ganando adeptos dentro de la Unión Europea. La transición a un punto de referencia de las políticas migratorias europeas merece un análisis en profundidad, especialmente a la luz de la presidencia semestral danesa del Consejo de la UE. La posición histórica y política de Dinamarca respecto a la inmigración puede, de hecho, ser estratégicamente ventajosa para promover y aplicar políticas comunes de contraste de la inmigración ilegal, también en la dirección de lo que el gobierno italiano está intentando aplicar con los acuerdos con Albania. Esta transformación debe leerse en el contexto más amplio de la dinámica interna de la UE, donde las políticas migratorias están cada vez más influidas por consideraciones de seguridad, control demográfico y gestión de la opinión pública. Dinamarca, a través de una trayectoria política caracterizada por el pragmatismo institucional y el consenso social, ha sido capaz de configurar un modelo migratorio que ahora miran con interés varios Estados miembros. No se trata simplemente de una serie de medidas restrictivas, sino de una estrategia articulada, que combina políticas de contención, externalización de los procedimientos de asilo, redefinición de los criterios de residencia y un lenguaje político capaz de combinar seguridad y responsabilidad social. El hecho de que estas políticas provengan de un gobierno socialdemócrata hace que el caso danés sea aún más digno de atención: la elección de afrontar la cuestión migratoria con herramientas normalmente asociadas a partidos conservadores o populistas muestra cómo la gestión de las migraciones está redefiniendo las categorías ideológicas tradicionales. Esto sugiere que Dinamarca no es sólo un actor aislado con una posición particular, sino un precursor potencial de un nuevo paradigma europeo, en el que la eficacia de las políticas migratorias puede constituir un equilibrio entre la legitimidad democrática y las necesidades de la gobernanza europea. En esta perspectiva, el danés de la UE podría representar una ventana política privilegiada para dar forma institucional a esta nueva orientación, actuando como catalizador de una reforma estructural de la política migratoria europea.

LA POSICIÓN HISTÓRICA DE DINAMARCA SOBRE LA INMIGRACIÓN

Dinamarca mantiene desde hace tiempo una posición autónoma respecto al marco normativo comunitario en materia de asilo e inmigración. A diferencia de muchos Estados miembros, hace uso de una cláusula que le permite no adherirse plenamente al Sistema Europeo Común de Asilo (SECA). Esta autonomía ha facilitado la adopción de políticas especialmente restrictivas a partir de la crisis migratoria de 2015-2016. La respuesta danesa no se limitó a la intensidad de los controles fronterizos, sino que incluyó reformas estructurales: en 2019, la protección temporal se convirtió en la norma para los solicitantes de asilo, dificultando la obtención de la residencia permanente. Otro punto de inflexión lo representó el Memorando firmado con Ruanda en 2021, en el que Copenhague proponía trasladar a los solicitantes de asilo a centros extraterritoriales. Aunque el proyecto se suspendió tras las críticas de la Comisión Europea y las dificultades operativas, sentó un precedente político que ahora se relanza a escala continental.

EVOLUCIÓN DEL CONTEXTO EUROPEO

En mayo de 2024, con la aprobación del nuevo pacto sobre migración y asilo, la UE se abrió a un enfoque más flexible y descentralizado en la gestión de los flujos migratorios. Este momento representó una oportunidad para que Dinamarca hiciera valer su experiencia y su visión estratégica. Sólo dos días después de la adopción del pacto, el gobierno danés publicó una carta conjunta firmada por 15 países, incluidos actores clave como Italia, Grecia y Holanda, en la que se proponía la externalización de los procedimientos de asilo como solución eficaz y sostenible. El modelo danés, por tanto, ha pasado de ser una excepción a representar una referencia, en un momento en que el cansancio político y social ante el aumento de los flujos migratorios irregulares hace más aceptables políticas que, hasta hace unos años, se habrían considerado radicales.

LA PRESIDENCIA DANESA DE LA UE: UNA VENTANA ESTRATÉGICA

El inicio de la presidencia semestral del Consejo de la UE por Dinamarca en el segundo semestre de 2025 representa una coyuntura decisiva. No sólo para la agenda migratoria, sino para la posibilidad de influir directamente en los mecanismos europeos de toma de decisiones. El gobierno danés pretende alcanzar un acuerdo antes de finales de año, no sólo sobre la externalización de los procedimientos, sino también sobre la redefinición del concepto de «tercer país seguro», un nodo jurídico central que condiciona la posibilidad de trasladar a los migrantes fuera del territorio de la UE. Desde un punto de vista institucional, la Presidencia ofrece importantes herramientas para pilotar la agenda política.

LA EXCEPCIÓN SOCIALDEMÓCRATA: LA PARADOJA DE LA IZQUIERDA RESTRICTIVA

Un elemento distintivo del caso danés lo representa la identidad política de su gobierno. A diferencia de lo que ocurre en otros contextos europeos, en Dinamarca este freno a la inmigración está promovido por un ejecutivo socialdemócrata. La primera ministra Mette Frederiksen y el ministro de Inmigración Kaare Dybvad han subrayado repetidamente cómo el control de los flujos migratorios es una condición necesaria para preservar la cohesión social y mantener el consentimiento popular hacia el Estado del bienestar. Este planteamiento tiene su propia coherencia interna: la idea es que las políticas progresistas en los ámbitos climático y social sólo pueden sostenerse políticamente si van acompañadas de una línea severa en materia de inmigración. Una estrategia que dio sus frutos: Dinamarca es uno de los pocos países en los que un gobierno socialista ha conseguido mantener una base electoral sólida en un contexto europeo generalmente desfavorable para la izquierda tradicional.

PERSPECTIVAS DE FUTURO: ¿HACIA UNA NUEVA ARQUITECTURA EUROPEA?

La presidencia danesa podría marcar un punto de inflexión en la forma en que Europa afronta la cuestión migratoria. Si Copenhague consiguiera guiar con éxito la aprobación de un marco jurídico para la externalización de los procedimientos de asilo, se crearía un precedente con implicaciones duraderas. El modelo de acuerdos bilaterales con terceros países para los centros no comunitarios difiere significativamente de la lógica que, hasta la fecha, ha informado el enfoque europeo de la migración, centrado en la redistribución interna de los solicitantes de asilo, la cooperación interestatal y el cumplimiento de las convenciones internacionales sobre refugiados. La externalización -de institucionalizarse- representaría un cambio de paradigma, en el que el control de las fronteras ya no sería una prerrogativa geográfica, sino política y contractual. La experiencia de Dinamarca, anclada en una estructura normativa autónoma con respecto al SECA, da al país la flexibilidad necesaria para proponer soluciones que otros Estados miembros sólo han empezado a considerar recientemente. Sin embargo, el éxito de este proyecto dependerá de la capacidad de conciliar las necesidades de control y los derechos fundamentales, un reto jurídico y moral considerable. El riesgo es inaugurar un paradigma que, a pesar de satisfacer a las opiniones públicas nacionales, comprometa los principios fundadores de la Unión. De hecho, las políticas de disuasión -si no van acompañadas de mecanismos de garantía jurídica, transparencia administrativa y control independiente- pueden degenerar en prácticas discriminatorias o arbitrarias, en contraste con la Carta de Derechos Fundamentales de la UE. El Tribunal de Justicia de la Unión y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos podrían desempeñar un papel crucial en la determinación de los límites legítimos de la externalización, especialmente en relación con el principio de no devolución y el derecho a un recurso efectivo. La posición histórica de Dinamarca en materia de inmigración, antaño marginal y criticada, se ha convertido en un recurso estratégico en el nuevo contexto europeo. Fortalecida por una larga experiencia en políticas restrictivas y una capacidad de liderazgo institucional garantizada por la Presidencia del Consejo de la UE, Copenhague está ahora en condiciones de influir decisivamente en las futuras políticas europeas en materia de inmigración. Pero esta influencia va acompañada de la necesidad de crear un consenso no sólo entre los Estados miembros, sino también dentro de la sociedad civil y las instituciones europeas. En ausencia de un amplio apoyo normativo y político, la aplicación de mecanismos externalizados corre el riesgo de fragmentar aún más el ya frágil equilibrio de las políticas migratorias comunes. Sin embargo, esta influencia conlleva una notable responsabilidad. El modelo danés no puede exportarse sin una reflexión crítica sobre sus límites, tanto en términos de sostenibilidad económica como de compatibilidad jurídica. Sólo un enfoque que integre eficacia administrativa, protección de los derechos humanos y legitimidad política podrá ofrecer realmente una solución compartida y duradera al fenómeno de la inmigración irregular. En esta perspectiva, la acción danesa deberá medirse no sólo por la capacidad de obtener resultados inmediatos, sino también por el impacto a largo plazo de las reformas propuestas. En este sentido, la presidencia danesa representa no sólo una oportunidad política, sino también una prueba para toda la Unión Europea: el éxito o el fracaso de las iniciativas propuestas marcará profundamente el futuro de las políticas migratorias europeas en los próximos años. Será precisamente en el equilibrio entre soberanía nacional, cooperación internacional y derechos humanos donde se juegue la credibilidad y la cohesión del proyecto europeo sobre migración.