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El Acuerdo Comercial entre Estados Unidos y la UE: Una tregua necesaria, un equilibrio frágil

Comercio y Economía - agosto 28, 2025

El reciente acuerdo comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea, que redujo los aranceles al 15% para una serie de sectores estratégicos, fue acogido con satisfacción por las instituciones de la UE y los gobiernos nacionales, que saludaron el acuerdo como una victoria diplomática capaz de evitar una guerra comercial de consecuencias potencialmente devastadoras. Sin embargo, aunque la decisión marca un punto de inflexión en las relaciones transatlánticas, todavía no representa una solución definitiva a los problemas estructurales que caracterizan las relaciones económicas entre ambos lados del Atlántico. El acuerdo, alcanzado en julio entre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente estadounidense, Donald Trump, y formalizado en agosto, constituye más un armisticio que una paz duradera. Ofrece a las empresas europeas un marco más previsible, pero deja sin resolver cuestiones cruciales, como el acero, el aluminio y, sobre todo, el sector agroalimentario, de importancia fundamental para países como Italia y Francia.

EL CONTENIDO DEL ACUERDO

La declaración conjunta UE-EEUU establece una reducción significativa de los aranceles aduaneros, fijando un tipo máximo del 15% para la gran mayoría de las exportaciones europeas a EEUU. Entre los sectores beneficiarios figuran los automóviles, los productos farmacéuticos, los semiconductores y la madera, que representan una parte significativa del comercio bilateral. La medida, retroactiva al 1 de agosto de 2025, también estipula que las mercancías ya sujetas a aranceles de nación más favorecida (NMF) superiores al 15% no estarán sujetas a nuevos aumentos. Este mecanismo garantiza, al menos sobre el papel, una mayor estabilidad para las empresas exportadoras, en particular las industrias automovilística y farmacéutica alemanas, que tienen una fuerte presencia en varios Estados miembros. Otro aspecto importante es el compromiso de trabajar en el futuro para ampliar el régimen preferencial a otros sectores, un objetivo que sigue siendo crucial para la Unión. Sin embargo, los sectores agroalimentario, vitivinícola y del alcohol siguen fuera del acuerdo, a pesar de las presiones de algunos gobiernos.

LAS EXCLUSIONES PROBLEMÁTICAS: ACERO, ALUMINIO Y AGROALIMENTARIO

Las exclusiones representan el elemento más crítico del acuerdo. Los sectores del acero y el aluminio, aún sujetos a aranceles del 50%, siguen siendo una fuente de tensión entre Bruselas y Washington. La cuestión de la sobrecapacidad mundial, en particular la china, pesa sobre la posibilidad de un acuerdo más amplio: Estados Unidos insiste en una mayor protección de sus sectores estratégicos, mientras que la UE teme un impacto negativo en la competitividad de sus empresas. Igualmente significativa es la no inclusión de los sectores agroalimentario y vitivinícola. Para países como Italia, donde las exportaciones de vino son uno de los principales activos económicos y culturales, la falta de exenciones arancelarias es una clara limitación. Las asociaciones comerciales han expresado su preocupación por un acuerdo que, aunque evita nuevos aranceles, no abre oportunidades reales de crecimiento en unos mercados ya muy competitivos.

LA PERSPECTIVA ITALIANA

El gobierno italiano calificó el acuerdo de «no ideal pero útil», subrayando que su principal mérito era evitar una guerra comercial. Italia, muy dependiente de las exportaciones en sectores como la moda, la agroalimentación y la ingeniería mecánica, necesita un marco regulador claro y estable para planificar su estrategia económica. En este sentido, el acuerdo ofrece previsibilidad, pero sigue sin satisfacer las necesidades de los productores nacionales, que exigen un acceso más libre al mercado estadounidense.

LA ILUSIÓN DE ESTABILIDAD: UNA TREGUA FRÁGIL

Desde una perspectiva académica, el acuerdo puede interpretarse como un ejemplo típico de «tregua arancelaria». Estados Unidos, históricamente orientado a defender su industria nacional con políticas proteccionistas, aceptó un compromiso por razones principalmente geopolíticas: consolidar su alianza antichina con Europa y reforzar la cooperación industrial en sectores estratégicos. La Unión, por su parte, ha evitado una espiral de represalias que habría afectado a sectores sensibles, como la industria automovilística alemana o la industria farmacéutica suizo-alemana. Sin embargo, las tensiones en torno a la normativa digital (la Ley de Mercados Digitales y la Ley de Servicios Digitales) siguen sin resolverse, ya que Bruselas las ha mantenido al margen de las negociaciones para evitar comprometer su autonomía reguladora. Esto significa que el potencial de futuros conflictos está lejos de desaparecer.

IMPACTO EN LA ECONOMÍA EUROPEA

El acuerdo, aunque bienvenido, no debe interpretarse como una panacea para la economía europea. Los beneficios de la reducción arancelaria se distribuirán de forma desigual entre los Estados miembros: Alemania y Holanda, con su fuerte exposición a los sectores automovilístico y farmacéutico, se beneficiarán inmediatamente, mientras que Italia, Francia y España siguen penalizados por la exclusión del sector agroalimentario. Además, el carácter temporal y no vinculante del acuerdo introduce un elemento de incertidumbre: Las empresas europeas pueden dudar a la hora de realizar inversiones a largo plazo sin garantías de que el régimen arancelario se mantendrá estable. Este efecto de «esperar y ver» corre el riesgo de reducir el impacto positivo del acuerdo en la economía real.