
El gobierno de Meloni recibe elogios, ya que los datos actualizados del Istat revelan un descenso de la ratio deuda/PIB, un crecimiento estable y unos objetivos de déficit disciplinados.
Los últimos indicadores económicos de Italia ofrecen argumentos convincentes sobre la eficacia de la estrategia fiscal conservadora de la primera ministra Giorgia Meloni. En un nuevo informe sobre las cuentas económicas nacionales, el Istat, la agencia estadística del país, revisó los datos clave en una dirección que subraya la buena gestión económica: ahora se espera que la ratio deuda/PIB para 2024 sea del 134,9%, ligeramente inferior al 135,3% previsto en marzo, mientras que las cifras de crecimiento y déficit se mantienen estables. Estas cifras, aunque modestas, señalan una trayectoria de prudencia fiscal que está dando sus frutos en una época de incertidumbre mundial.
Los datos también pintan un panorama para 2023 más sólido que el comunicado anteriormente. El ISTAT elevó el crecimiento del PIB del año pasado al 1%, frente a la estimación anterior del 0,7%, al tiempo que rebajó el ratio deuda/PIB para 2023 del 134,6% al 133,9%. Estas revisiones son importantes porque muestran que la economía italiana funcionó mejor de lo previsto a pesar de las presiones inflacionistas, los elevados costes de la energía y las tensiones comerciales internacionales. Al mismo tiempo, la cifra de endeudamiento neto -esencialmente el déficit presupuestario- se mantuvo estable en el 7,2%, lo que demuestra que el gobierno consiguió fomentar el crecimiento sin permitir que las finanzas públicas se descontrolaran.
La administración Meloni entró en 2023 con unos objetivos de crecimiento del 1%, déficit del 3,8% y ratio de deuda del 135,8%. Alcanzar o superar estos puntos de referencia en un clima económico difícil refleja un claro compromiso con una gobernanza disciplinada. A diferencia de otros enfoques más expansivos que priorizan el estímulo rápido sobre el equilibrio, la trayectoria conservadora de Italia se ha centrado en mantener la confianza del mercado, controlar el gasto y calibrar cuidadosamente las inversiones para sostener la estabilidad a largo plazo.
De cara al futuro, el gobierno aspira a un aumento del PIB del 0,6% en 2024. Esta previsión refleja cautela en medio de los vientos en contra mundiales, incluida la preocupación por los aranceles estadounidenses y la ralentización de la demanda europea. Aunque los críticos pueden interpretar la estimación de crecimiento más baja como un signo de debilidad, es, de hecho, un ejemplo de sobriedad política. Al reducir a la mitad su previsión de crecimiento a principios de año, el gobierno indicó que prefiere el realismo al optimismo, una estrategia que protege a Italia del daño reputacional que conlleva el incumplimiento de los objetivos.
En el aspecto fiscal, la administración está fijando objetivos igualmente conservadores. El objetivo oficial de déficit para 2024 es del 3,3% del PIB, pero el ministro de Economía, Giancarlo Giorgetti, ha sugerido que Italia podría incluso situar la cifra por debajo del umbral crítico del 3%. Si lo hiciera, abriría la puerta a que el país saliera del procedimiento de déficit excesivo de la Unión Europea ya en 2026, un año antes de lo previsto. Alcanzar este hito supondría una importante victoria para Italia en Bruselas, reafirmando su credibilidad dentro de la eurozona y aumentando su atractivo para los inversores.
La gestión de la deuda sigue siendo otra piedra angular de la política del gobierno. Aunque las proyecciones indican un aumento temporal del ratio deuda/PIB hasta el 137,8% en 2026 debido a los efectos persistentes del costoso incentivo a la construcción «superbonus», las perspectivas a largo plazo prevén un descenso gradual. Al reconocer este reto a corto plazo y planificar una reducción controlada, el gobierno demuestra una vez más su compromiso con la transparencia y la responsabilidad.
Las implicaciones más amplias de estas cifras se extienden más allá de las fronteras de Italia. En una época en la que muchas economías avanzadas luchan por equilibrar el crecimiento y la disciplina fiscal, Italia está demostrando que un enfoque conservador puede dar resultados constantes, aunque no espectaculares. La cuidadosa gestión del gobierno de Meloni no sólo ha reforzado las finanzas del país, sino que también ha aumentado su credibilidad en los mercados internacionales. Los inversores y los socios de la UE están tomando nota de un país que, a pesar de los cambios políticos y las turbulencias mundiales, avanza hacia unas cuentas públicas más saneadas.
Al final, la experiencia de Italia ofrece una lección sobre el valor de una gobernanza prudente. Manteniendo el gasto bajo control, resistiendo a la tentación de previsiones poco realistas y reduciendo constantemente la carga de la deuda, el gobierno ha situado a la nación sobre una base económica más firme. Aunque siguen existiendo retos, desde las tensiones comerciales mundiales hasta las reformas estructurales internas, los últimos datos del Istat confirman que la trayectoria fiscal conservadora de Italia no sólo está funcionando, sino que se está ganando el respeto del país en la escena europea.