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Moldavia en una encrucijada: Elecciones históricas entre Oriente y Occidente

Mundo - septiembre 24, 2025

A finales de esta semana, los ciudadanos de la República de Moldavia están llamados a las urnas para elegir a su futuro Parlamento, cuya futura composición decidirá si el país seguirá la senda proeuropea deseada por la presidenta Maia Sandu o volverá al pasado, bajo el paraguas de la Federación Rusa. Podemos afirmar sin vacilar que las elecciones en la República de Moldavia representan una encrucijada: Europa o la influencia rusa. El referéndum sobre la adhesión a la Unión Europea y las elecciones presidenciales demostraron que la mayoría de los ciudadanos moldavos desean una vida mejor junto a los valores europeos. Sin embargo, la propaganda rusa ha dividido al país en dos, por lo que es difícil predecir el resultado de las elecciones al otro lado del río Prut. Lo que es seguro es que el resultado de las elecciones del 28 de septiembre no sólo determinará el futuro de Moldavia, sino que también afectará directamente a sus relaciones con Rumania y Ucrania. La mayoría de los analistas políticos sostienen que estas elecciones son cruciales para el destino de Moldavia, porque una victoria de los partidos prorrusos significaría un Parlamento hostil a la Unión Europea y un gobierno inestable, lo que provocaría un retraso, de al menos una generación, de la unión de la República de Moldavia con Rumania dentro de la Unión Europea. Como ocurrió el año pasado durante las elecciones en Rumania, es bien sabido que Moldavia lleva mucho tiempo sometida a un intenso ataque híbrido por parte de la Federación Rusa y a la presión constante de los políticos prorrusos dentro del país. Por eso, una victoria de los prorrusos significaría efectivamente un liderazgo bajo la influencia directa del Kremlin. Por otra parte, una victoria proeuropea representa una oportunidad histórica para elevar el nivel de vida de los ciudadanos de a pie mediante el acceso a los fondos de preadhesión y, por qué no, una oportunidad real para que la República de Moldavia se convierta en miembro de pleno derecho de la Unión Europea en los próximos 4-5 años.

Moldavia en la encrucijada: entre las presiones geopolíticas y la elección de un futuro europeo

Como ya se ha mencionado, las elecciones parlamentarias del 28 de septiembre son descritas por los analistas como las más importantes de la historia de la República de Moldavia tras la URSS. El ambiente general entre los ciudadanos respecto a estas elecciones no es el de una competición electoral normal, sino el de un enfrentamiento entre dos ideologías. La ideología de la Federación Rusa, con su tradición de influir en los países del antiguo espacio soviético, ve en Chisinau una pieza estratégica de un rompecabezas que no debe perderse. Mientras tanto, los representantes de la Unión Europea quieren mantener a Moldavia en el camino que inició hace unos años, es decir, un camino de integración en la familia europea y de modernización. Precisamente por eso podemos decir que la votación de finales de septiembre no trata sólo de partidos, líderes y sus promesas electorales, sino del destino geopolítico de un pequeño país que lleva más de tres décadas entre la espada y la pared, entre dos grandes potencias: Occidente, con sus promesas de una vida mejor, y Oriente, con la ideología comunista del «Gran Oso» del Este.

Los dirigentes políticos de Chișinău consideran que esta enorme apuesta por la futura mayoría parlamentaria es un «momento extremadamente peligroso», en el que Moldavia podría convertirse en un campo de pruebas para las principales potencias europeas. Incluso entre los ciudadanos de a pie, los debates sobre el futuro de Moldavia ya no son simples reflexiones sobre la vida cotidiana, sino que se entrelazan con cuestiones sobre la paz, la seguridad y la identidad nacional.

Tras el colapso de la Unión Soviética, la República de Moldavia proclamó su independencia en 1991, pero separarse de Moscú no significó una ruptura total, como hicieron otros países del antiguo bloque soviético. Los primeros años de la década de 1990 estuvieron marcados por la inestabilidad política y económica, y la clase política siguió aplazando la elección de una dirección clara en política exterior. En los últimos 30 años, Moldavia se ha debatido entre mirar al este y soñar con una vida mejor con la UE, un equilibrio que ha configurado la historia reciente del país. Los lazos económicos y culturales, y especialmente la dependencia energética de la Federación Rusa, siguieron siendo fuertes en los años posteriores a la declaración de independencia. El mejor ejemplo de las dificultades para separarse de la influencia rusa fue el conflicto de Transnistria, que demostró lo frágil que es la construcción de un nuevo Estado. Durante todo este tiempo, Rumania, el «hermano mayor» de Moldavia, se ha convertido en un socio estratégico, no sólo por la proximidad geográfica, sino también por los lazos históricos y culturales y, más recientemente, por la ayuda económica a Moldavia.

Relaciones con Rumanía y Ucrania después de 1991

Apenas unas horas después de la proclamación, Rumania fue el primer Estado en reconocer la independencia de la República de Moldavia. En los años siguientes, las relaciones bilaterales fueron como una montaña rusa. A veces, los dirigentes de Bucarest eran percibidos como defensores de Chisinau en Bruselas, mientras que otras veces, debido a diferencias políticas internas, las relaciones se enfriaban. No obstante, Rumania siguió siendo el principal defensor de la integración europea de Moldavia, ofreciendo becas para estudiantes, ayuda económica y apoyo diplomático constante a los ciudadanos moldavos. Ucrania, vecino oriental de Moldavia, también tiene importancia estratégica para Chișinău. Tras declarar su independencia en 1991, ambos países firmaron tratados de cooperación y disfrutaron de periodos de buena colaboración. Sin embargo, también ha habido tensiones en torno a la frontera del río Dniéster y los derechos de las comunidades minoritarias. La anexión de Crimea por la Federación Rusa en 2014 y la invasión que comenzó en 2022 cambiaron radicalmente la situación en la frontera oriental de la UE. La seguridad de Moldavia se ha vuelto extremadamente frágil, con el país atrapado entre el frente ucraniano y la presión constante de Rusia. Con pocos recursos naturales, la República de Moldavia lleva más de tres décadas luchando por sobrevivir, y la transición al sueño europeo es cada vez más difícil. Con una población estimada de unos 2,5 millones de habitantes en 2025, Moldavia sigue siendo uno de los países más pobres del viejo continente. Debido a la emigración masiva, la población del país disminuye constantemente. Cientos de miles de moldavos han optado por el exilio económico, acabando trabajando en países de la UE como Italia, Francia y Alemania, y el dinero que envían a casa es un pilar importante de la economía.

El nivel de vida en Moldavia es mucho más bajo que en los Estados miembros de la Unión Europea. El salario medio en Moldavia es de poco más de 800 euros, muy inferior al de Rumania o Polonia, países que experimentaron transformaciones similares después de 1990. Del mismo modo, la pensión media de un ciudadano moldavo, aunque ha aumentado en los últimos años, sigue siendo insuficiente para hacer frente a los crecientes costes de la energía y la alimentación. Sin embargo, la economía de Moldavia también ha mostrado signos de progreso. En los últimos años, los gobiernos proeuropeos han intentado atraer inversiones, reformar el sistema judicial y crear un clima más predecible para iniciar las negociaciones de adhesión. Aunque el proceso es lento y complicado, cada vez más ciudadanos consideran que estrechar los lazos con la Unión Europea es el único camino hacia la modernización y la estabilidad.

Elecciones decisivas en una democracia frágil

En este contexto, las elecciones de finales de esta semana tienen una gran importancia. Lo que está en juego en las elecciones parlamentarias no es sólo quién dirigirá el gobierno, sino si Moldavia continuará el camino hacia la integración europea o se verá arrastrada de nuevo a la esfera de influencia del Kremlin.

Para algunos ciudadanos de la república, la Unión Europea significa la libertad de trabajar en cualquier parte y la esperanza de una vida mejor. Para otros, los lazos con la Federación Rusa siguen siendo sinónimo de estabilidad, cultura e identidad. Según las cifras oficiales, el número de personas con derecho a voto es de aproximadamente 2,8 millones, pero la participación es siempre impredecible, especialmente entre quienes viven y trabajan en el extranjero. Los votos de los moldavos en el extranjero ya inclinaron la balanza en elecciones anteriores, cuando Maia Sandu fue elegida presidenta de la República de Moldavia, confirmando una vez más lo importante que es la comunidad en el extranjero.

El panorama político de la República de Moldavia dista mucho de ser sencillo, ya que está extremadamente fragmentado. A lo largo de los años, los partidos políticos han aparecido y desaparecido, han formado alianzas efímeras y han provocado crisis de gobierno año tras año. Las elecciones del 28 de septiembre vuelven a poner de manifiesto esta fragmentación. En la competición electoral participan tanto partidos proeuropeos como fuerzas próximas a Moscú, así como políticos que intentan presentarse como la «voz del pueblo» con un discurso antisistema. Esta fragmentación no puede considerarse una mera coincidencia, ya que la República de Moldavia es un país en el que las identidades se superponen y se contradicen: lenguas rumana y rusa, cultura occidental y herencia soviética, aspiraciones proeuropeas y nostalgia del Este. Los políticos han explotado estas divisiones, cada uno intentando ganarse a los votantes leales a las ideas que promueven.

Un conocido dirigente político que se ha hecho famoso por su estilo directo y polémico afirma que Moldavia corre el riesgo de convertirse en un «patio de recreo» de las grandes potencias. En su opinión, la gente corriente sigue siendo víctima de una batalla que no se libra por su bienestar, sino por el control geopolítico. Criticó al gobierno actual por haber perdido el contacto con la realidad cotidiana de los ciudadanos, insistiendo en que las promesas europeas se quedan sólo en el papel. Otro político, que anteriormente ocupó cargos importantes en el Estado, reprochó a los actuales dirigentes su falta de profesionalidad y su incapacidad para mantener un diálogo equilibrado con el Kremlin. En su opinión, cerrar los canales de comunicación con la Federación Rusa es un error, porque muchos moldavos siguen dependiendo del mercado oriental. En el lado opuesto, los líderes proeuropeos creen que el único camino viable para el futuro de Moldavia es estrechar los lazos con Bruselas. Los moldavos proeuropeos ven el apoyo financiero y político de la Unión Europea como una oportunidad para modernizar las instituciones estatales, elevar el nivel de vida y anclarse en un espacio democrático estable.

Un actor importante en la escena política moldava es el actual alcalde de Chișinău. Intenta extender su influencia política más allá de la capital construyendo su imagen sobre la promesa de eficacia administrativa y un discurso equilibrado, evitando posturas radicales. Sin embargo, sus adversarios y críticos le acusan de permanecer ambiguo en cuestiones fundamentales como la integración europea o las relaciones con Rusia. Al mismo tiempo, el ex primer ministro, ahora líder de un partido, intenta recuperar terreno con un mensaje de estabilidad y pragmatismo. Promete que puede gestionar mejor los recursos y las relaciones exteriores, presentándose como un político con experiencia internacional.

Además de estas figuras centrales, la escena política moldava se ha visto invadida por pequeños partidos y líderes regionales, que a menudo desempeñan el papel de árbitros en las negociaciones postelectorales. Esta fragmentación de la clase política dificultará la obtención de una mayoría clara, y el escenario de una nueva coalición complicada es casi inevitable.

Moscú, Bruselas y Washington

La influencia exterior sigue siendo un factor constante en la clase política moldava. Moscú, a través de canales oficiales y extraoficiales, envía constantemente mensajes de advertencia: acercarse demasiado a la OTAN o a la UE podría tener «graves consecuencias». Los dirigentes de Bruselas y Washington, por su parte, ofrecen paquetes de apoyo financiero, pero condicionados a reformas reales en el sistema judicial y, en particular, en la lucha contra la corrupción. Por tanto, los dirigentes políticos de Chișinău están atrapados entre dos presiones: por un lado, la promesa de un futuro europeo; por otro, el temor a las represalias económicas y energéticas de la Federación Rusa.

En la frontera norte, la gente ve la campaña electoral con escepticismo. «Los políticos sólo vienen antes de las elecciones, luego se olvidan de nosotros», dicen la mayoría de los lugareños. La mayoría vive de la agricultura, pero los bajos precios que reciben por sus productos y la falta de infraestructuras les desaniman. Por eso muchos jóvenes han optado por irse a trabajar al extranjero, a Italia o Alemania, mientras que los ancianos que se han quedado esperan sus pequeñas pensiones, que apenas alcanzan para pagar los servicios públicos, la comida y los medicamentos necesarios. Para estas personas, el sueño europeo no es una abstracción, sino un lugar donde sus hijos viven mejor y envían dinero a casa para aliviar su vejez. Pero al mismo tiempo, los que viven en la frontera norte reconocen que siguen dependiendo de los productos y mercados rusos. Esta ambivalencia se refleja directamente en sus decisiones de voto.

En la capital, Chișinău, las percepciones son muy diferentes. Algunos jóvenes creen que Moldavia debe hacer todo lo posible para integrarse en la Unión Europea. «Aquí no tenemos futuro, debemos ir a Occidente», dice la mayoría de los jóvenes. Los mayores, en cambio, siguen evocando la estabilidad soviética y miran con nostalgia a Rusia. El coste de la vida en Chișinău está subiendo: aumentan los alquileres y suben los precios de la energía y los alimentos. Muchos ciudadanos culpan a la corrupción endémica y a la mala administración, por lo que, para la clase media, unos lazos más estrechos con la UE significan la esperanza de un sistema judicial que funcione y unas normas claras.

¿Por qué la diáspora desempeña un papel crucial en las elecciones de Moldavia? Bueno, las estadísticas muestran una dura realidad: más de un millón de ciudadanos moldavos viven y trabajan en el extranjero. El dinero que envían a casa representa casi el 15% del PIB de Moldavia. Al mismo tiempo, el descenso de la población está afectando al mercado laboral y al sistema social. La pensión media es inferior a 3.000 MDL, y el salario medio sigue siendo insuficiente para los estándares europeos. Si lo comparamos con Rumanía, donde el salario medio neto supera los 5.000 RON, o con Alemania y Francia, donde el salario medio neto supera los 2.000 EUR, esta discrepancia significa que la emigración sigue siendo una solución inevitable para muchos ciudadanos moldavos.

Desinformación, corrupción y lucha por unas elecciones justas en Moldavia

Actualmente, tanto dentro de Moldavia como entre las comunidades moldavas que trabajan en el extranjero, se está librando una verdadera batalla en el frente de la información. Siguiendo el modelo patentado en las elecciones rumanas, las elecciones moldavas no sólo se están celebrando en pueblos y ciudades, sino también en Internet. Las redes sociales se han convertido en el terreno favorito de las campañas oscuras, los ataques falsos y los intentos de manipular la opinión pública. Los expertos ya han documentado numerosos casos de «deep fakes» -vídeos falsos protagonizados por políticos- que circulan ampliamente por Telegram, TikTok y Facebook. Una serie de investigaciones recientes han demostrado cómo grupos de interés externos están financiando estas campañas de desinformación en un intento de influir en la opinión pública. Las autoridades intentan combatir este fenómeno de desinformación, pero la infraestructura de ciberseguridad es frágil.

Otro tema que domina el discurso electoral en estos momentos es la corrupción. Desde el «robo de los mil millones» en 2014, un caso que conmocionó a toda la sociedad, hasta los escándalos recientes, la gente se ha quedado con una profunda desconfianza hacia la clase política. Muchos creen que, gane quien gane, la corrupción no desaparecerá, sólo cambiarán los actores. La Unión Europea ha condicionado repetidamente su apoyo financiero a la aplicación de reformas reales en el sistema judicial, pero la aplicación de estas reformas es lenta, y muchos jueces y fiscales siguen siendo sospechosos de servir a intereses políticos. De cara al futuro, la República de Moldavia tiene que elegir entre Oriente y Occidente. Las elecciones del 28 de septiembre no sólo serán un ejercicio de democracia, sino una verdadera prueba de resistencia para la sociedad moldava en su conjunto. Todo el mundo es consciente de que la República de Moldavia está atrapada entre dos mundos: Rusia, que ve a Moldavia como una antigua provincia que no debe perderse, y la Unión Europea, que la ve como un Estado que aspira a la modernización.

Para Rumania, la dirección que tome Moldavia es vital. Un gobierno proeuropeo en Chișinău significaría estabilidad en la frontera oriental de la Unión Europea. Para Ucrania, país asolado por el conflicto con la Federación Rusa, Moldavia sigue siendo un aliado estratégico frente a la agresión rusa. En cuanto a Rusia, la pérdida de Moldavia de su esfera de influencia sería un paso más en la disminución de su control sobre los países del antiguo espacio soviético. Moldavia, un país atrapado entre la nostalgia y la esperanza, entre el pasado y el futuro, sigue siendo frágil pero no carente de recursos. La elección que harán los ciudadanos en las urnas a finales de esta semana será decisiva: o un paso decisivo hacia la Unión Europea o la vuelta a un círculo vicioso de dependencia de Moscú. En una región convulsa, este pequeño país tiene la oportunidad de demostrar que la democracia, por frágil que sea, puede perdurar cuando el pueblo hace valer su derecho a decidir. Después del 28 de septiembre, el futuro de la República de Moldavia dependerá del valor de sus ciudadanos y de la madurez de su clase política.