
El proceso de adhesión de Ucrania a la Unión Europea, iniciado oficialmente en 2022 junto con el de Moldavia, representa uno de los proyectos más significativos de integración europea, sobre todo si se lee también como respuesta a la invasión rusa. Sin embargo, el camino de Kiev hacia Bruselas está bloqueado actualmente por el veto de Hungría, dirigida por Viktor Orbán, que parece oponerse a una resistencia política basada más en razones internas y geopolíticas que en criterios objetivos. La postura húngara, abiertamente contestada por la Comisión Europea, ha conducido a un punto muerto que corre el riesgo de comprometer la credibilidad de todo el proceso de ampliación, en una coyuntura delicada de la vida y la historia de la Unión.
PARA LA COMISIÓN EUROPEA ES UN PROCESO BASADO EN LOS MÉRITOS
La Comisión Europea ha aclarado que no existen «razones objetivas» para impedir la apertura del primer grupo de negociación con Ucrania -denominado «Fundamentos»-, que incluye capítulos sobre democracia, Estado de derecho, derechos humanos y contratación pública. El portavoz de la Comisión subrayó que Ucrania está llevando a cabo importantes reformas, sobre todo teniendo en cuenta que está actuando en las circunstancias más difíciles imaginables, confirmando así que está procediendo con un enfoque basado en el mérito y el respeto de los criterios de Copenhague. Esta apreciación también fue reiterada por la Presidenta Ursula von der Leyen, quien, alabando el compromiso de Ucrania con las reformas, dejó claro que ahora le toca a la Unión Europea obtener buenos resultados en este sentido. Sin embargo, este llamamiento no se ha traducido en una solución concreta al estancamiento provocado por el veto húngaro.
EL VETO DE HUNGRÍA ENTRE LAS MOTIVACIONES POLÍTICAS Y LA DINÁMICA NACIONAL
La negativa de Hungría a entablar negociaciones con Kiev es justificada por el primer ministro Viktor Orbán con referencia a una consulta nacional no vinculante, en la que el 95% de los participantes se declararon contrarios a la adhesión de Ucrania. La participación fue significativamente inferior a la de las elecciones parlamentarias de 2022, pero Orbán reivindicó, no obstante, un fuerte mandato de sus ciudadanos para bloquear el proceso de adhesión de Ucrania a la Unión. Una de las principales críticas planteadas por Budapest se refiere a la supuesta violación de los derechos de la minoría húngara en Ucrania, sobre todo en la región de Transcarpatia. A pesar de los esfuerzos de Kiev por aprobar un plan de acción destinado a reforzar la protección de las minorías, las conversaciones bilaterales entre ambos países se rompieron después de que Ucrania acusara a Hungría de actividades de espionaje. Esta desavenencia ha agravado la desconfianza mutua y ha proporcionado a Orbán una razón aparente para vetar la adhesión de Ucrania a la Unión.
REACCIONES EUROPEAS Y FRUSTRACIÓN UCRANIANA
La postura húngara ha sido recibida con tibieza tanto por los funcionarios europeos como por los dirigentes ucranianos. En la última cumbre europea, el presidente Volodymyr Zelensky hizo un apasionado llamamiento para que se transmitiera un mensaje político claro, subrayando que más retrasos podrían socavar la confianza mundial en el compromiso de Europa. Zelensky afirmó que la apertura de negociaciones sería ya una decisión política que definiría la futura integración de Ucrania con Europa. A pesar del apoyo formal de muchas de las cancillerías europeas, el veto húngaro sigue siendo un obstáculo insalvable, ya que cualquier decisión sobre la ampliación requiere la unanimidad de los 27 Estados miembros.
LA HIPÓTESIS DE LA DISOCIACIÓN: RIESGOS Y OPORTUNIDADES
Ante el persistente estancamiento, los diplomáticos de Bruselas están considerando separar las vías de adhesión de Ucrania y Moldavia, a pesar de que ambos países han presentado su solicitud simultáneamente y han sido declarados candidatos al mismo tiempo. Orbán no ha planteado ninguna objeción contra Moldavia, lo que hace posible que este último avance unilateralmente. Sin embargo, esta opción presenta riesgos importantes: podría enviar al pueblo ucraniano el mensaje de que la UE no cumple sus promesas, socavando la percepción de la credibilidad europea en un momento crítico. La Comisión ha declarado que no tiene intención de pedir la disociación, sino que ha aplazado la decisión final a los Estados miembros, manteniendo el objetivo de apoyar a ambos países en el proceso de preparación para la adhesión.
ENTRE EL MÉRITO Y LA POLÍTICA, EL FUTURO DE UCRANIA EN LA BALANZA
El caso ucraniano es, por tanto, una verdadera prueba para la Unión Europea. Por un lado, pone de relieve el compromiso de Kiev con las reformas y su determinación para integrarse en el proyecto europeo; por otro, pone de manifiesto los límites estructurales de una UE que exige unanimidad para las decisiones más estratégicas, exponiéndose así al riesgo de parálisis. La cuestión de la adhesión de Ucrania es mucho más que un procedimiento técnico: es una prueba de coherencia, solidaridad y voluntad política. Su resolución definirá no sólo el destino europeo de Ucrania, sino también la capacidad de la Unión para hablar con una sola voz en un contexto geopolítico cada vez más complejo y conflictivo.