
El análisis de los recientes ejercicios militares europeos, concretamente el simulacro “Joint Stars”, plantea importantes cuestiones sobre la capacidad defensiva de Europa ante amenazas aéreas a gran escala. En este contexto, la simulación de un ataque ruso con misiles contra la ciudad de Cagliari, en Italia (Cerdeña), representa un caso emblemático de las carencias estructurales y estratégicas de los actuales sistemas de defensa continental. El suceso, aunque virtual, ofreció un banco de pruebas especialmente significativo para evaluar la eficacia del escudo antiaéreo europeo y alimentó un debate político-militar sobre el estado de preparación del aparato de defensa de la Unión.
UN ATAQUE VIRTUAL, CONSECUENCIAS REALES
En el marco del ejercicio “Joint Stars”, que finalizó hace dos semanas, las fuerzas armadas italianas pusieron a prueba su capacidad de respuesta ante un escenario de guerra aérea similar al que se está desarrollando actualmente en Ucrania. El modelo táctico prevé un ataque en tres oleadas: primero drones, luego misiles balísticos y, por último, misiles de crucero. Según fuentes periodísticas, seis misiles habrían logrado (hipotéticamente) alcanzar Cagliari a pesar del uso de los mejores sistemas de defensa disponibles, como el destructor Doria y una batería tierra-aire Samp-T. Tal y como recogen diversos medios de comunicación, son emblemáticas las palabras del general Nicola Piasente, según el cual el contexto actual de amenaza exige la adopción de un sistema de defensa aérea multinivel capaz de operar eficazmente a baja, media y gran altura. Esta visión también parece ser compartida por el Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, quien recientemente destacó cómo los métodos de ataque adoptados por la Federación Rusa en Ucrania (caracterizados por ofensivas aéreas sistemáticas) demuestran la urgente necesidad de reforzar las capacidades de defensa europeas, con el fin de garantizar una protección eficaz del espacio aéreo de la Alianza.
RETRASO INDUSTRIAL EUROPEO
Los problemas críticos no se limitan a la esfera operativa y estratégica. Se injertan en un sistema de producción que sigue siendo en gran medida inadecuado para atender una demanda creciente y urgente de armamento. La industria europea de defensa, sobre todo en el sector de los misiles tierra-aire, está representada por un consorcio multinacional – MBDA – creado por Francia, Italia, Reino Unido y Alemania. Este modelo cooperativo, aunque virtuoso en su concepción, presenta graves ineficiencias logísticas. La producción de un solo misil Aster 30 requería hasta 41 meses en 2022; actualmente, gracias a intervenciones de optimización, el plazo se ha reducido a 18 meses, con el objetivo de seguir mejorando en el bienio 2025-2026. El Ministro de Defensa italiano, Guido Crosetto, ha anunciado que la producción nacional de misiles aumentará un 40% para 2025, con una duplicación posterior prevista para el año siguiente. A pesar de estas perspectivas de fortalecimiento industrial, los plazos indicados siguen pareciendo insuficientes para satisfacer tanto las necesidades operativas urgentes de Ucrania como las necesidades de disuasión más amplias de la Unión Europea. En este contexto, el Comisario Europeo de Defensa, Andrius Kubilius, destacó cómo el aparato normativo europeo, concebido en una época en la que los conflictos armados parecían remotos, ya no se adecua al nuevo escenario geopolítico. Subrayó la urgencia de superar los obstáculos administrativos actuales, advirtiendo que los plazos impuestos por la burocracia no pueden competir con la velocidad de la escalada militar rusa.
LA “TORMENTA PERFECTA” Y EL RIESGO DE VULNERABILIDAD SISTÉMICA
Según Kubilius, Europa se enfrenta a una “tormenta perfecta”, dada por la convergencia de factores estructurales, estratégicos y burocráticos que limitan su capacidad defensiva. Este escenario se ve agravado por la creciente velocidad del complejo militar-industrial ruso, capaz de producir más de 25.000 drones Geran, 800 misiles balísticos Iskander y 633 misiles de crucero KH101 sólo en 2025. Un ritmo de producción que supera con creces al europeo y pone en grave peligro la autonomía estratégica del continente. Las reservas occidentales de sistemas Samp-T ya están agotadas, mientras que Estados Unidos, principal proveedor de armas a Ucrania, sólo produce actualmente 42 misiles Patriot al mes, un número insuficiente para responder a los ataques rusos de los últimos días. Este desequilibrio entre la capacidad de producción y las necesidades defensivas se refleja también en la reticencia de las cancillerías europeas a desprenderse de sus equipos, a falta de herramientas de sustitución rápida. La simulación del ataque a Cagliari no es, por tanto, un mero ejercicio académico o táctico, sino una severa advertencia para la política de defensa europea. Pone de manifiesto la inadecuación de la actual arquitectura militar del continente frente a amenazas hipotéticas pero cada vez más plausibles. Las declaraciones de los responsables militares e institucionales convergen en una necesidad imperiosa: dotar a Europa de una defensa aérea multicapa y de una capacidad industrial eficaz y rápida, capaz de responder tanto a las emergencias como a los retos estructurales del futuro. En un contexto geopolítico en rápida evolución, la capacidad de reacción, así como la seguridad colectiva de Europa, dependerán de la rapidez con que la Unión sea capaz de transformar su industria bélica en un motor estratégico, no sólo para la defensa de sus ciudadanos, sino para el mantenimiento del equilibrio internacional.