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¿Es realmente justo el Impuesto sobre el Capital Verde de Dinamarca?

Comercio y Economía - julio 13, 2025

La Unión Europea se dispone a abrir un debate sobre una posible reforma radical de su sistema fiscal energético mediante una propuesta definida por muchos como «impuesto sobre el capital verde». Se trata de una iniciativa promovida por Dinamarca, presidente de turno del Consejo de la Unión Europea, que pretende introducir impuestos especiales crecientes sobre la electricidad y los combustibles, con el fin de alinear la fiscalidad medioambiental con los objetivos de descarbonización de la UE.

DE LOS IMPUESTOS A LA TRANSICIÓN ECOLÓGICA

En los últimos años, la Unión Europea ha intensificado el debate y las acciones en la lucha contra el cambio climático, fijando objetivos cada vez más ambiciosos, como reducir las emisiones en un 90% para 2040 respecto a los niveles de 1990. La propuesta de revisión de la Directiva sobre fiscalidad de la energía, ya introducida en 2021 y objeto ahora de un relanzamiento decisivo, se inscribe en este contexto. El objetivo principal es incentivar el uso de fuentes renovables y desincentivar el uso de combustibles fósiles, mediante un mecanismo fiscal acorde con los dictados de la Agenda 2030 y el Pacto Verde Europeo.

LOS TRES ELEMENTOS DE LA PROPUESTA DANESA

La propuesta presentada por Dinamarca se basa en tres elementos fundamentales. En primer lugar, una revisión de los impuestos especiales sobre la energía, con el fin de adaptar el sistema fiscal a los nuevos objetivos climáticos, con especial referencia a la neutralidad del carbono y a la transición hacia una economía sostenible. El objetivo sería la introducción de un nuevo criterio de imposición, ya no basado en los volúmenes de consumo, sino en el contenido energético y el impacto medioambiental de las fuentes de energía. Este cambio pretende golpear más duramente a fuentes como el carbón. En consecuencia, se penalizarían los combustibles fósiles, intentando desincentivar su uso mediante el aumento de la fiscalidad.

EL CONTEXTO NORMATIVO Y LA RESISTENCIA POLÍTICA

El nuevo impuesto sobre el capital debe ser aprobado por unanimidad por el Consejo de la Unión Europea, condición que plantea algunos obstáculos políticos. De hecho, muchos Estados miembros están mostrando cierta resistencia debido a los temores relacionados con los efectos económicos sobre las empresas y los ciudadanos, especialmente en los países de Europa del Este, más dependientes de los combustibles fósiles y con sistemas energéticos menos flexibles. La petición de unificar el sector fiscal de países que utilizan modelos y combinaciones energéticas e industriales diferentes representa un reto que también podría cuestionar los principios de equidad y solidaridad en los que se basa la Unión, así como la injerencia en las estrategias energéticas nacionales.

EL PAPEL DE DINAMARCA

No es sorprendente que Dinamarca sea el motor de esta iniciativa. El país escandinavo lleva años a la vanguardia de la lucha contra el cambio climático, con políticas medioambientales muy estrictas. A partir de 2030, Dinamarca debería ser el primer país del mundo en aplicar un impuesto sobre el carbono a las emisiones agrícolas, imponiendo un coste de 300 coronas (unos 30 euros) por cada tonelada de CO₂ producida por el ganado vacuno, porcino y ovino. Esta medida, impugnada por ganaderos y agricultores, representa un ejemplo concreto de fiscalidad ecológica aplicada también a sectores normalmente excluidos de la fiscalidad medioambiental.

PRESIÓN PARA LA REFORMA

Junto a la acción institucional, existe la presión de la sociedad civil. Muchas ONG han firmado un llamamiento para que se introduzcan nuevos impuestos medioambientales. Las peticiones se centran en la necesidad de gravar de forma más incisiva sectores como el transporte aéreo, la industria de los combustibles fósiles y las transacciones financieras internacionales. También se señala a las grandes fortunas como sujetos a incluir en un sistema de responsabilidad fiscal vinculado a la crisis medioambiental en curso.

TRANSICIÓN Y RIESGO REGRESIVO

Por supuesto, el principal problema del impuesto ecológico sobre el patrimonio reside en el posible impacto regresivo que podría generar en las economías de los países miembros. Los impuestos especiales sobre el combustible y la electricidad suelen afectar más a los grupos sociales menos pudientes, que dedican una mayor parte de sus ingresos al consumo de energía. Para evitar que la transición ecológica se convierta en una nueva forma de injusticia social, sería necesario proporcionar compensaciones como subvenciones e incentivos a la eficiencia energética, además de los cada vez más necesarios programas de reciclaje -o incluso de reconversión profesional- para todos aquellos trabajadores empleados en los sectores de riesgo.

ENTRE LA AMBICIÓN Y EL REALISMO POLÍTICO

La propuesta danesa representa una posición demasiado avanzada hacia una fiscalidad medioambiental europea. Su aplicación efectiva está ciertamente ligada a la capacidad de mediar entre intereses divergentes y a la voluntad política de los Estados miembros. En este sentido, no podemos olvidar que nos encontramos en un momento histórico en el que las crisis internacionales, la necesidad de revisar los compromisos industriales y las necesidades internas de los Estados miembros difícilmente dejarán paso al debate sobre el impuesto ecológico sobre el capital. Sobre todo si no va acompañado de medidas redistributivas y paliativas, junto con un diálogo abierto con los ciudadanos, para que la transición ecológica no se convierta en una nueva fuente de desigualdades.