Salud - junio 14, 2025

Children’s Health Ireland es el organismo responsable de supervisar los servicios sanitarios pediátricos en Irlanda. Se encarga de gestionar los principales hospitales infantiles, como los de Temple Street, Crumlin y Tallaght, y está preparando el funcionamiento del nuevo Hospital Nacional Infantil, que sufre retrasos crónicos y tiene precios desorbitados.
Creada en 2018, su función era consolidar y mejorar la atención pediátrica. Sin embargo, desde entonces CHI se ha enfrentado a repetidos escrutinios por fallos de gobernanza. Su crisis más reciente tiene que ver con el uso indebido del Fondo Nacional para la Adquisición de Tratamientos (NTPF, por sus siglas en inglés) y con operaciones innecesarias de cadera en niños muy pequeños, incluidos niños de corta edad.
Estas inquietantes revelaciones sobre CHI se centran en un consultor que, según un informe interno inédito de 2021, habría dado prioridad a los pacientes de sus clínicas privadas con criterios poco transparentes, dejando de lado a los que tenían necesidades clínicas más urgentes.
El NTPF, concebido para reducir las listas de espera hospitalarias financiando tratamientos privados para pacientes públicos, fue presuntamente utilizado de forma indebida por valor de 35.800 euros, según informaron numerosos medios de comunicación irlandeses.
Estas acciones provocaron retrasos de hasta tres años para los niños que necesitaban atención urgente, un fallo que el diputado de la oposición y del Sinn Féin John Brady describió como indicativo de problemas sistémicos de supervisión y responsabilidad. El asesor, ahora jubilado, no se ha enfrentado a ninguna medida disciplinaria hasta la fecha. Para muchos, se trata de un caso más de profesionales médicos de alto nivel que eluden las consecuencias de graves infracciones de la buena práctica clínica.
La consejera delegada de CHI, Lucy Nugent, que asumió el cargo en enero de 2025, presentó recientemente una disculpa a las familias afectadas, reconociendo que la organización no proporcionó lo que denominó un “nivel de atención coherente y excelente”. Sin embargo, la disculpa no ha servido de mucho para calmar las inquietudes, sobre todo porque la investigación de 2021 no se reveló al Ministerio de Sanidad, a la HSE ni al Comité de Cuentas Públicas del Oireachtas, lo que ha suscitado nuevas y serias dudas sobre la transparencia. Naturalmente, también ha suscitado dudas sobre la sinceridad o credibilidad de la propia disculpa.
La ministra de Sanidad, Jennifer Carroll MacNeill, ha calificado repetidamente de “fiasco” la gobernanza de CHI, señalando “comportamientos tóxicos” en CHI Crumlin y expresando su alarma por la falta de notificación a las autoridades competentes. Desde entonces, el “fiasco” se ha agravado con la dimisión de cuatro miembros de la junta directiva (Mary Cryan, el Dr. Gavin Lavery, Brigid McManus y Catherine Guy), lo que subraya aún más la profundidad de la crisis.
La polémica sobre el CHI va más allá del uso indebido del NTPF. Una auditoría clínica reveló que, entre 2021 y 2023, casi el 80% de las operaciones de displasia de cadera en el Hospital Ortopédico Nacional de Cappagh y el 60% en el de Temple Street eran innecesarias, pues no cumplían el umbral clínico aplicado en el CHI de Crumlin.
Esto ha hecho que los padres se enfrenten a la posibilidad de que sus hijos hayan sido sometidos a procedimientos invasivos sin justificación, lo que ha dado lugar a peticiones de una revisión externa independiente. Durante un reciente debate en el Dáil sobre la crisis, un miembro del partido de la oposición destacó la difícil situación de un elector cuyos tres hijos se enfrentan a la incertidumbre sobre la necesidad de sus intervenciones quirúrgicas, ya que uno de los padres no puede permitirse una revisión externa de 700 euros. Sin embargo, el HSE ha prometido financiar dichas revisiones, pero los mecanismos para llevarlas a cabo siguen sin estar claros, lo que aumenta la frustración de los padres.
Lo que resulta casi increíble de esta reciente crisis de CHI, es el hecho de que no se trata de un incidente aislado. De hecho, bien podría argumentarse que esta última serie de bombazos forma parte de una inquietante pauta de fallos sistémicos en la asistencia sanitaria infantil irlandesa desde el año 2000.
El caso de Michael Shine, cirujano asesor del Hospital Nuestra Señora de Lourdes de Drogheda, es un claro precedente en este sentido. Entre las décadas de 1960 y 1990, Shine abusó sexualmente de numerosos pacientes varones jóvenes, y las acusaciones surgieron a principios de la década de 2000. Un informe de 2009 del Consejo Médico Irlandés y posteriores investigaciones revelaron una cultura de silencio y supervisión inadecuada, que permitió que las acciones de Shine persistieran sin control durante décadas. Las víctimas sufrieron importantes retrasos en la justicia, y Shine no fue condenado hasta 2019 por agresiones cometidas en la década de 1970.
Del mismo modo, el escándalo de Michael Neary en el Hospital Nuestra Señora de Lourdes implicó la realización innecesaria de histerectomías e histerectomías periparto a mujeres entre los años 1970 y 1990. Una investigación realizada en 2006 por el Equipo de Investigación del Hospital de Lourdes descubrió que Neary realizó 129 histerectomías periparto, superando con creces las tasas habituales, debido a la falta de justificación clínica y a una mala gobernanza. La investigación puso de relieve una cultura “cerrada, jerárquica y patriarcal” que reprimía la denuncia de irregularidades y la rendición de cuentas.
El escándalo de la sinfisiotomía, que abarca desde la década de 1940 hasta la de 1980, pero que sólo salió a la luz pública en la década de 2000, ilustra aún más los fallos sistémicos.
Este anticuado procedimiento de parto, realizado sin consentimiento en muchos casos, causó dolor e incapacidad de por vida a cientos de mujeres. Un informe gubernamental de 2014 reconoció la falta de supervisión y el hecho de que no se diera prioridad al bienestar de las pacientes, y sólo se establecieron sistemas de reparación tras una importante presión pública.
Más recientemente, la controversia sobre la cirugía de la columna vertebral en Temple Street tuvo que ver con el uso de muelles de calidad no médica en tres niños con escoliosis, según informó la Autoridad de Información y Calidad Sanitarias (HIQA).
Este incidente, unido a la infrautilización por CHI de los fondos asignados a las listas de espera de cirugía de columna, provocó un sufrimiento prolongado a los niños, como puso de relieve el grupo de defensa Orthokids Ireland. Estos casos reflejan temas recurrentes: gobernanza inadecuada, inacción ante las preocupaciones de los denunciantes y falta de transparencia que retrasa la justicia y la atención a los pacientes vulnerables.
La crisis del CHI guarda similitudes con los fallos de gobernanza de otros Estados miembros de la UE, en particular el escándalo del Bristol Royal Infirmary del Reino Unido (década de 1990-principios de la década de 2000). Una investigación sobre las intervenciones cardíacas pediátricas en el hospital de Bristol reveló que, entre 1984 y 1995, murieron hasta 35 niños debido a una atención deficiente y a una mala gobernanza clínica.
realizaban procedimientos complejos sin la formación adecuada, y la dirección del hospital hacía caso omiso de las preocupaciones planteadas por los denunciantes. El Informe Kennedy de 2001 puso de manifiesto una “cultura de club” entre los médicos y una falta de responsabilidad, lo que condujo a reformas sistémicas en el Servicio Nacional de Salud (SNS) del Reino Unido, incluidos marcos de gobernanza clínica más sólidos y la notificación obligatoria de incidentes adversos.
En Suecia, el escándalo del Hospital Universitario Karolinska (década de 2010) implicó operaciones experimentales de trasplante de tráquea en pacientes, incluidos niños, utilizando implantes sintéticos. Los procedimientos, dirigidos por el cirujano Paolo Macchiarini, provocaron múltiples muertes debido a pruebas y supervisión inadecuadas. Una investigación de 2016 descubrió que la dirección del hospital no actuó ante las advertencias de los denunciantes y dio prioridad al prestigio sobre la seguridad de los pacientes, haciéndose eco de la incapacidad del CHI para abordar con prontitud el informe de 2021 sobre el uso indebido de la NTPF. Suecia respondió reforzando la supervisión ética de los procedimientos experimentales y la protección de los denunciantes.
La crisis del CHI, al igual que sus homólogas históricas y de la UE, pone de relieve un fallo sistémico a la hora de dar prioridad a la seguridad del paciente y a la transparencia. El uso indebido del NTPF refleja un problema más amplio de incentivos perversos en el sistema sanitario mixto público-privado de Irlanda, en el que los consultores pueden beneficiarse retrasando la atención pública para derivar a los pacientes a clínicas privadas. El ministro Carroll MacNeill ha abogado por un contrato de consultoría exclusivamente público para eliminar estos conflictos de intereses, una medida que coincide con las peticiones de reforma tras los escándalos de Neary y Shine.
La falta de transparencia en la gestión del informe 2021 por parte de CHI refleja el silencio que permitió los abusos de Shine y las intervenciones quirúrgicas innecesarias de Neary. Durante el reciente debate en el Dáil, los políticos irlandeses de la oposición pidieron una auditoría internacional independiente. Hubo una clara sensación de que esto refleja el reconocimiento de que las revisiones internas pueden carecer de credibilidad. También se ajusta a las lecciones aprendidas de la insistencia de la investigación de Bristol en la supervisión externa. Del mismo modo, el escándalo del Karolinska puso de relieve la necesidad de una sólida protección de los denunciantes.
Durante el debate que tuvo lugar sobre esta cuestión a finales de mayo se plantearon varios puntos adicionales y constructivos.
Entre ellas destacó la necesidad urgente de restablecer la confianza pública. Se sugirieron medidas inmediatas y a largo plazo, como que la HSE aclare y aplique mecanismos de financiación de las revisiones por terceros, garantizando que los padres puedan acceder a evaluaciones independientes sin cargas económicas.
En segundo lugar, se está estudiando seriamente la propuesta de fusión de CHI en el HSE, como sugieren los diputados de la oposición. Sin embargo, como ha observado acertadamente un político independiente, si CHI pasara a depender del HSE, esto no garantizaría necesariamente resultados en los que se abordaran las cuestiones culturales subyacentes. Dado el propio historial de fracasos de gobernanza del HSE, parece razonable hacer esta observación.
En tercer lugar, ahora se reconoce ampliamente, al menos políticamente, que Irlanda debe establecer directrices nacionales claras para los procedimientos pediátricos complejos, como la osteotomía pélvica, a fin de evitar decisiones clínicas arbitrarias.
La ausencia de tales normas, como han señalado algunos políticos irlandeses, es una laguna crítica.
Por último, reforzar la protección de los denunciantes y fomentar una cultura de apertura es esencial para, si no prevenir, al menos limitar la aparición de futuras crisis de este tipo.