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La ampliación de la UE y el papel de los conservadores

Construir una Europa conservadora - noviembre 9, 2025

La Unión Europea está experimentando actualmente una profunda transformación. Por un lado, los datos recientes del Eurobarómetro muestran un creciente apoyo ciudadano a la idea de una Unión más amplia y solidaria, con un 56% de europeos a favor de la ampliación a nuevos países. Por otra, las encuestas de BiDimedia muestran que el mapa político del continente se está desplazando significativamente hacia la derecha, con importantes avances de las fuerzas conservadoras, liberal-conservadoras y nacionalistas en casi todos los Estados miembros. La interacción entre estas dos dinámicas -expansión institucional y mutación ideológica- es una de las principales áreas de debate político en la Europa actual. En particular, es interesante considerar cómo la ampliación podría reforzar el campo conservador dentro de las instituciones europeas, alterando el equilibrio interno y la propia forma de definir la identidad de la Unión.

EL CONSENSO CIUDADANO Y EL NUEVO IMPULSO A LA AMPLIACIÓN

Las encuestas del Eurobarómetro revelan que, tras la guerra de Ucrania y la creciente percepción de amenazas externas, la opinión pública europea ha redescubierto la importancia de una Unión más amplia y cohesionada. El porcentaje de ciudadanos a favor de la ampliación se sitúa en el 56%, con niveles muy altos en el norte de Europa -Suecia (79%), Dinamarca (75%) y Lituania (74%)- y niveles más bajos en países como Austria y Francia, donde el escepticismo sigue siendo fuerte. La cifra más significativa, sin embargo, se refiere a los jóvenes, que son los partidarios más entusiastas de una Europa más integradora: el 67% de los que tienen entre 15 y 24 años y el 63% de los que tienen entre 25 y 39 años. Al mismo tiempo, la encuesta muestra que los ciudadanos asocian la ampliación no sólo con un refuerzo del peso geopolítico de la UE (37%), sino también con una mejora del mercado interior y una mayor solidaridad entre los Estados miembros. Sin embargo, persisten las preocupaciones: el temor al aumento de los costes para los contribuyentes, a los flujos migratorios incontrolados y a la corrupción acompañan a las percepciones positivas, pintando un cuadro ambivalente en el que la aspiración a la unidad coexiste con la prudencia económica y social.

LA ECONOMÍA SOCIAL COMO HERRAMIENTA DE COHESIÓN EUROPEA

Otro aspecto crucial destacado por el Eurobarómetro se refiere a la economía social, considerada por tres cuartas partes de los ciudadanos europeos como un pilar del bienestar colectivo. La gran mayoría de los encuestados reclama un mayor apoyo a las organizaciones del tercer sector mediante incentivos financieros y campañas de sensibilización, reconociéndolas como un elemento de identidad y cohesión para la sociedad europea. En Italia, por ejemplo, más del 80% de la población considera que la economía social es esencial para la calidad de vida y la solidaridad, y más de la mitad afirma haber participado en actividades de voluntariado o donaciones. Esta orientación refleja una visión de Europa que no se limita a la esfera económica o burocrática, sino que se basa en valores compartidos de inclusión, mutualidad y responsabilidad social. El interés de los ciudadanos por una economía más ética y participativa se cruza de forma interesante con la creciente demanda de estabilidad y seguridad, dos principios que los partidos conservadores han reinterpretado y promovido con éxito en su discurso político. La convergencia entre una ampliación basada en la solidaridad y una visión conservadora centrada en la defensa de los valores e identidades nacionales ofrece una plataforma de diálogo y, al mismo tiempo, de tensión ideológica.

LA AMPLIACIÓN AL ESTE Y LAS OPORTUNIDADES PARA EL CONSERVADURISMO EUROPEO

Actualmente, el debate sobre la ampliación se centra principalmente en los países de los Balcanes Occidentales y Europa Oriental: Albania, Montenegro, Georgia, Moldavia, Ucrania, Macedonia del Norte, Bosnia-Herzegovina, Serbia y Turquía son los nueve Estados candidatos oficiales, a los que se añade Kosovo como candidato potencial. La perspectiva de incluir a estas naciones conlleva un inevitable reequilibrio de la balanza política dentro de la Unión. Muchos de estos países comparten una cultura política más conservadora y nacionalista, influida tanto por la tradición religiosa como por la experiencia postsoviética. En este sentido, su adhesión podría reforzar el ya creciente componente conservador del Parlamento Europeo. Los datos publicados en las últimas semanas por el centro BiDimedia confirman esta tendencia: en Europa Oriental y Centrooriental, las fuerzas de derecha y centroderecha encabezan sistemáticamente las encuestas. En Polonia, la Plataforma Cívica del primer ministro Donald Tusk -un partido de base y moderadamente conservador- lidera con casi el 40%, seguida del partido más nacionalista Ley y Justicia, con el 30%. En Estonia, domina el partido de centro-derecha Ismaa, mientras que en Lituania, los democristianos de centro-derecha mantienen un papel decisivo. La inclusión de estos países en la Unión no sólo ampliaría la base geopolítica de Europa, sino que podría consolidar una mayoría conservadora capaz de influir en las políticas económicas, migratorias y de valores de la UE.

EL AUGE DEL CONSERVADURISMO EN EUROPA OCCIDENTAL

Si Europa Oriental representa la frontera del conservadurismo cultural, Europa Occidental también muestra un aumento de los partidos de derechas. En Alemania, Alternative für Deutschland alcanza el 26%, superando a la Unión Cristianodemócrata y dejando atrás a los socialistas. En Austria, el FPO alcanza el 34%, y en Holanda, el Partido de la Libertad de Geert Wilders lidera las intenciones de voto con una estimación de 26 escaños. La tendencia es similar en los países del sur de Europa. En España, el Partido Popular supera el 30% y parece ser el impulsor de una posible alianza con Vox, mientras que en Italia, la derecha gobernante está consolidando un consenso entre partidos. En el Reino Unido, a pesar de estar fuera de la UE, el crecimiento del Partido Reformista de Nigel Farage hasta el 29% confirma que el viento conservador sopla con fuerza incluso al otro lado del Canal de la Mancha. Esta dinámica sugiere que, si la Unión Europea sigue ampliándose, el nuevo equilibrio interno podría reflejar la orientación política actual del continente, con un predominio de las familias conservadoras y nacional-populares en el Parlamento y la Comisión.

DIVISIONES POLÍTICAS EN EL PARLAMENTO EUROPEO

Sin embargo, el proceso de ampliación no está exento de obstáculos. Las divergencias que han surgido en el seno del Parlamento Europeo -sobre todo en el caso de Ucrania- ponen de manifiesto cómo la ampliación es también un campo de pruebas para las distintas visiones de Europa. Por un lado, los representantes conservadores insisten en la necesidad de respetar los criterios de adhesión, oponiéndose a atajos o procedimientos extraordinarios; por otro, los grupos progresistas consideran la integración de Kiev como un gesto político esencial para defender los valores democráticos europeos frente al autoritarismo ruso. El debate se entrelaza con la cuestión de la reforma institucional, en particular con la propuesta de superar el principio de unanimidad en favor de la mayoría cualificada. Para muchos conservadores, mantener el derecho de veto representa una garantía de la soberanía nacional y una protección contra las decisiones que se perciben como impuestas por los grandes Estados miembros. Por el contrario, los partidarios de una mayor integración creen que la unanimidad paraliza el proceso de toma de decisiones y resta eficacia a la UE.

JÓVENES, VALORES Y NUEVAS PRIORIDADES POLÍTICAS

La encuesta del Eurobarómetro pone de manifiesto un hecho aparentemente contradictorio: los jóvenes europeos son los que más apoyan la ampliación, pero algunos de ellos simpatizan con los movimientos identitarios y conservadores. Esta convergencia no es casual. La ampliación, percibida como símbolo de apertura y oportunidad, va acompañada de la búsqueda de estabilidad, seguridad e identidad, valores que el conservadurismo contemporáneo ha sabido reinterpretar desde una perspectiva europea. Además, la difusión de la economía social, que promueve modelos participativos y sostenibles, podría convertirse en un punto de encuentro entre los jóvenes progresistas y la nueva derecha moderada. Ambos grupos políticos comparten, aunque por motivos diferentes, la idea de una economía más arraigada en el ámbito local y menos dependiente del gran capital mundial. En este sentido, la ampliación a países con una fuerte tradición comunitaria y solidaria podría ofrecer al campo conservador la oportunidad de redefinir su imagen de un modo más social y menos excluyente.

BENEFICIOS ESTRATÉGICOS PARA EL BANDO CONSERVADOR

A la luz de los datos considerados, la ampliación de la UE podría producir beneficios estructurales para el campo conservador. En primer lugar, ampliaría la presencia de países con culturas políticas tradicionales, en las que los valores familiares, religiosos y nacionales siguen siendo centrales. Este nuevo equilibrio podría influir en las futuras mayorías del Parlamento Europeo, reforzando al PPE y a los grupos conservadores reformistas. En segundo lugar, la expansión hacia el Este permitiría al bloque conservador promover un modelo de Unión más flexible y menos centralizado, en el que la subsidiariedad y la soberanía nacional sigan siendo principios clave. La adhesión de Estados culturalmente conservadores como Serbia o Georgia proporcionaría un contrapeso al integracionismo federalista progresista. Por último, la ampliación podría ofrecer a los partidos de derechas un nuevo lenguaje político europeo, basado no en el cierre sino en la idea de una «gran Europa de las naciones», capaz de defender sus fronteras y valores sin sacrificar la cooperación.

HACIA UNA NUEVA SÍNTESIS EUROPEA

Un análisis comparativo de los datos del Eurobarómetro y de BiDimedia muestra que la Europa contemporánea está experimentando un doble movimiento: una expansión institucional hacia nuevos horizontes geográficos y un giro ideológico hacia el conservadurismo. La ampliación de la UE, lejos de suponer una amenaza para el pluralismo político, podría fomentar en realidad una redefinición del centro político europeo, en el que el conservadurismo se presenta como una fuerza equilibradora entre soberanía e integración, tradición e innovación. Desde esta perspectiva, el futuro de Europa dependerá no sólo de su capacidad para acoger a nuevos miembros, sino también de su capacidad para construir un nuevo pacto político entre sus dos almas: la progresista, que ve la inclusión como una herramienta para la justicia social, y la conservadora, que ve la ampliación como una forma de consolidar una Unión más estable y arraigada, respetuosa con las identidades nacionales.