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Italia avanza hacia el horario de verano permanente: qué podría cambiar y por qué es importante

Energía - noviembre 22, 2025

Con 352.000 firmas y un renovado impulso político, Italia reabre el debate sobre el fin de los cambios de reloj estacionales, destacando los beneficios potenciales para la energía, el medio ambiente y la salud pública.

Italia está dando un paso decisivo para que el horario de verano sea permanente. El lunes 17 de noviembre se presentó formalmente a la Cámara de Diputados una propuesta de investigación, respaldada por 352.000 firmas de ciudadanos. La iniciativa, promovida por la Sociedad Italiana de Medicina Ambiental (SIMA), Consumerismo No Profit y el diputado Andrea Barabotti, pretende poner en marcha un proceso parlamentario que, en última instancia, podría poner fin al cambio bianual entre la hora estándar y el horario de verano. Si se aprueba, podría estar lista una propuesta legislativa para el 30 de junio de 2026.

Un antiguo debate europeo

La medida reaviva un debate más amplio que comenzó a nivel de la UE hace varios años. En 2018, la Comisión Europea llevó a cabo una consulta pública que obtuvo la cifra récord de 4,6 millones de respuestas. Un abrumador 84% apoyó la abolición total de los cambios de reloj estacionales. En respuesta a ello, el Parlamento Europeo aprobó en 2019 un proyecto de directiva que concede a cada Estado miembro la libertad de adoptar el horario de verano permanente o la hora estándar permanente.

Sin embargo, el proceso se estancó poco después. La pandemia COVID-19 cambió las prioridades políticas, retrasando las negociaciones, mientras los Estados miembros luchaban por ponerse de acuerdo sobre un marco temporal coordinado. La UE había previsto inicialmente una decisión final para 2021, pero desde entonces no se ha alcanzado ningún acuerdo definitivo.

¿Por qué elegir el horario de verano permanente?

Aunque la hora estándar se considera técnicamente el sistema «natural» -alineado con el punto más alto del Sol al mediodía-, la presión a favor del horario de verano permanente se debe principalmente a consideraciones medioambientales, económicas y sociales. Sus defensores argumentan que trasladar una hora más de luz diurna al atardecer genera beneficios tangibles.

El ahorro energético es la ventaja más citada. Según Terna, el operador de la red eléctrica nacional de Italia, el país ahorró 310 millones de kWh entre marzo y octubre de 2025 gracias a la DST, lo que equivale al consumo anual de energía de unos 120.000 hogares. Este ahorro se tradujo en una reducción de más de 90 millones de euros en costes energéticos. Y lo que es igual de importante, la reducción del consumo de electricidad evitó unas 145.000 toneladas de emisiones de CO₂.

Si consideramos un horizonte temporal más amplio, el impacto es aún más significativo: entre 2004 y 2025, la DST ayudó a Italia a ahorrar más de 12.000 millones de kWh, lo que supuso casi 2.300 millones de euros en beneficios económicos. Estas cifras ponen de relieve por qué muchos expertos en sostenibilidad sostienen que ampliar la DST durante todo el año podría apoyar los objetivos nacionales de descarbonización, reduciendo al mismo tiempo los gastos energéticos tanto de los hogares como de las empresas.

Un siglo de cambios de reloj

El horario de verano no es nada nuevo en Italia. Introducido en 1916 durante la Primera Guerra Mundial para ahorrar combustible y aprovechar mejor la luz del día, se adoptó de forma intermitente en las décadas siguientes. Durante unos veinte años, su aplicación fluctuó, ya que los gobiernos alternaban entre abolirlo y reinstaurarlo. La estabilidad llegó finalmente en 1966, cuando la Ley nº 1144 estableció definitivamente el horario de verano y adelantó los relojes una hora cada verano.

Hoy, sin embargo, la cuestión ya no es si debe haber horario de verano, sino si su alternancia estacional con la hora estándar sigue teniendo sentido en una sociedad moderna que consume mucha energía.

Por qué se estancó la propuesta de la UE

El debate europeo, a pesar del amplio apoyo de la opinión pública, se encontró con tres grandes obstáculos.

En primer lugar, la pandemia congeló casi todos los procesos legislativos no urgentes, incluida la reforma del cambio de hora.

En segundo lugar, permitir que cada país eligiera entre el horario de verano permanente o el horario estándar permanente creaba un problema de coordinación. Un mosaico de husos horarios en toda la UE podría complicar los viajes transfronterizos, el comercio, los horarios de emisión y los horarios de transporte.

En tercer lugar, los expertos discreparon sobre qué opción -el horario de verano o el horario estándar- debería convertirse en la norma. Mientras que el horario de verano permanente puede optimizar el uso de la energía y reducir las emisiones, el horario estándar se ajusta más a los ritmos circadianos naturales. Esta tensión dificultó la armonización.

La dimensión de la salud pública

La investigación científica apunta cada vez más a los efectos sobre la salud de los cambios bianuales de reloj. Las alteraciones del ciclo sueño-vigilia pueden causar fatiga, disminución de la concentración e irritabilidad, sobre todo durante los primeros días tras la transición. Algunos estudios sugieren también una correlación entre los cambios horarios y el aumento de los riesgos cardiovasculares, incluido un aumento temporal de los infartos de miocardio.

Estos resultados refuerzan el argumento de que eliminar los cambios de reloj estacionales podría beneficiar al bienestar público, independientemente de si la elección final se inclina hacia el horario de verano o el horario estándar.

Lo que viene después

La renovada iniciativa de Italia señala un gran interés nacional por resolver un debate que ha perdurado durante años a nivel europeo. Los próximos meses determinarán si la propuesta gana suficiente tracción política para seguir adelante y si Italia se unirá al creciente número de países que reconsideran la relevancia de los cambios de hora estacionales.

Si la investigación parlamentaria tiene éxito, Italia podría desempeñar pronto un papel protagonista en la configuración del futuro de la hora en Europa, en el que los relojes no se muevan y la luz del día sea la protagonista.

 

Alessandro Fiorentino