fbpx

El reto europeo según Mario Draghi: un año después del Informe sobre Competitividad

Comercio y Economía - septiembre 24, 2025

Doce meses después de la publicación de su informe sobre la competitividad europea, Mario Draghi reitera la necesidad de un cambio radical en la gobernanza económica y política de la Unión Europea. El ex Presidente del Banco Central Europeo eligió Bruselas como escenario para lanzar un nuevo llamamiento a los líderes europeos, subrayando con contundencia que el tiempo es limitado. El contexto internacional, marcado por las guerras comerciales, las tensiones geopolíticas y el rápido avance de sectores estratégicos como la inteligencia artificial, hace aún más urgente un salto de calidad colectivo.

LA CENTRALIDAD DE LA COMPETITIVIDAD COMO FACTOR DE SUPERVIVENCIA

En el debate contemporáneo sobre la integración europea, la competitividad se ha convertido en una variable esencial no sólo para la prosperidad económica, sino también para la estabilidad política y social del continente. Draghi subrayó que el actual modelo de crecimiento europeo está mostrando signos de agotamiento, agravados por la falta de un plan global de inversiones. La dependencia del exterior, tanto en términos de abastecimiento energético como de defensa militar, expone a la Unión a vulnerabilidades crecientes. En este contexto, el llamamiento a la competitividad adquiere el carácter de una advertencia existencial: sin renovación, Europa corre el riesgo de perder no sólo terreno frente a Estados Unidos y China, sino también su capacidad de determinar autónomamente su propio destino.

LA DEUDA PÚBLICA COMO CUESTIÓN CRUCIAL

Uno de los aspectos más problemáticos que surgieron en el discurso de Draghi se refiere a la cuestión de la deuda pública. Según las estimaciones, el ratio deuda/PIB europeo aumentará en los próximos diez años, acercándose a umbrales considerados críticos. La perspectiva de un crecimiento económico menos robusto de lo esperado agrava aún más este escenario. Draghi cree que el problema no puede abordarse con instrumentos nacionales aislados, ya que la magnitud de las inversiones necesarias supera la capacidad de cada Estado miembro. De ahí la idea de una deuda común, no como panacea universal, sino como herramienta para financiar proyectos compartidos a gran escala capaces de aumentar la productividad global.

LAS TENSIONES CON ESTADOS UNIDOS Y EL DESAFÍO CHINO

El panorama geopolítico de los últimos meses ha puesto de manifiesto la debilidad de Europa como negociadora. Los aranceles comerciales impuestos por Washington, de los más elevados en décadas, han puesto de manifiesto la limitada capacidad de la Unión para influir en la dirección de las relaciones transatlánticas. Al mismo tiempo, China sigue reforzando su posición competitiva no sólo industrial, sino también tecnológica y financiera. Así pues, Europa parece apretujada entre dos polos que poseen estrategias claras y recursos significativos, pero que luchan por definir un camino unificado. Draghi interpreta esta situación como una señal de alarma: sin herramientas comunes y una visión compartida, el riesgo es el de tener que adaptarse pasivamente a las reglas de los demás.

LA CUESTIÓN DE LA SOBERANÍA EUROPEA

El concepto de soberanía se ha situado en el centro del razonamiento de Draghi, pero no en su sentido tradicional, ligado a las fronteras nacionales. Su análisis sugiere que hoy la soberanía está en juego principalmente en la capacidad de influir en las decisiones económicas y tecnológicas globales. Perder competitividad significa perder autonomía en la toma de decisiones, volverse dependiente de poderes externos. En este sentido, la lentitud de los procesos europeos de toma de decisiones y la fragmentación política se identifican como los verdaderos enemigos de la soberanía. Las excusas relacionadas con los plazos institucionales o el consenso interno ya no pueden justificar la inercia, puesto que la velocidad de las transformaciones en curso no permite demoras.

LA URGENCIA DE UN CALENDARIO VINCULANTE

Uno de los elementos metodológicos más relevantes del discurso de Draghi es la insistencia en la necesidad de establecer plazos concretos y resultados mensurables. La historia de la integración europea, desde el mercado único hasta la moneda común, demuestra que los éxitos sólo han sido posibles gracias a unos objetivos claros y a un compromiso político coherente. Hoy, esta fórmula parece ser la única viable para evitar que Europa quede atrapada en un debate estéril. El llamamiento a pasar de las promesas genéricas a los objetivos definidos representa, por tanto, un intento de introducir un principio de responsabilidad política que hasta ahora ha sido demasiado débil a escala continental.

LA RELACIÓN CON LOS CIUDADANOS EUROPEOS

Otro aspecto central del argumento se refiere a la percepción que los ciudadanos y las empresas tienen de las instituciones. Según Draghi, existe una voluntad generalizada de hacer los sacrificios necesarios para impulsar la competitividad, pero esta voluntad corre el riesgo de perderse si los gobiernos siguen pareciendo indecisos o incapaces de comprender la gravedad de la situación. La frustración generada por la inercia política puede transformarse en desconfianza hacia el propio proyecto europeo. De ahí la invitación a «mirar más allá de las preocupaciones cotidianas» para redescubrir el sentido del destino común. Un año después de su informe, Mario Draghi ofrece una evaluación severa pero lúcida del estado de la Unión Europea. La advertencia es clara: sin una acción rápida y coordinada, el continente corre el riesgo de perder no sólo competitividad económica, sino su propia soberanía política. Los retos globales ya no permiten estrategias de espera. Sólo una mayor integración financiera, acompañada de plazos concretos y de una responsabilidad política renovada, puede garantizar a Europa un papel destacado en la escena internacional. La cuestión afecta no sólo a los gobiernos, sino a todo el tejido social y económico, que exige de los dirigentes europeos una respuesta digna de los tiempos extraordinarios que vivimos.