La Unión Europea se enfrenta a una realidad estratégica en relación con la seguridad de sus ciudadanos. Un reciente estudio encargado por el Partido ECR revela lo que piensan los ciudadanos de los Estados miembros sobre el aumento del gasto en defensa, la soberanía de los Estados y la deuda común de la UE. Los tiempos que vivimos, en una Europa marcada por la inseguridad geopolítica, con conflictos en su frontera oriental, junto con presiones híbridas y un orden internacional cada vez más fragmentado, exigen un debate serio sobre el necesario gasto en defensa. Este debate parece haber superado definitivamente el ámbito técnico para entrar en el corazón de la política democrática de los dirigentes europeos.
La encuesta realizada por PollingEurope en noviembre, a petición del Partido ECRP, ofrece una de las instantáneas más claras y recientes de cómo perciben los ciudadanos de la Unión Europea los crecientes costes de la industria armamentística, las prioridades estratégicas y los límites de la integración europea en el ámbito de la seguridad. Más allá de las cifras proporcionadas, el estudio cuenta una historia coherente: Los ciudadanos de la UE apoyan y están de acuerdo con reforzar la defensa, pero no de cualquier forma. Los europeos quieren seguridad, pero no a costa de la soberanía nacional. Aceptan la cooperación, pero ven con recelo la integración fiscal y la mutualización de la deuda común de la Unión. En este contexto global, la posición del electorado del Partido Reformista y Conservador Europeo (PRCE) no aparece como una excepción ideológica, sino como una expresión coherente y estructurada de intuiciones ampliamente compartidas en la sociedad europea.
Un consenso aparente: el 75% de los europeos quiere que se invierta en defensa
El primer y más importante resultado de la encuesta del mes pasado revela un consenso mayoritario entre los ciudadanos a favor de aumentar la inversión en defensa. Así, en los 27 Estados miembros, el 75% de los encuestados cree que Europa debe invertir en defensa, ya sea mediante un sistema europeo común o reforzando los ejércitos nacionales y cooperando con la OTAN. Este porcentaje bastante significativo es notable no sólo por su tamaño, sino también por su distribución geográfica. Incluso los encuestados que viven en países de Europa Occidental, tradicionalmente más reacios a la militarización, expresaron su apoyo a la inversión en la industria armamentística, y ese apoyo parece mantenerse firme. En el extremo opuesto del espectro, en Europa Central y Oriental, donde la amenaza de la Federación Rusa se percibe como muy directa, el apoyo público a la inversión militar se eleva a más del 80%, mientras que en Polonia, el país europeo con la frontera más larga con Ucrania, donde tenemos un conflicto importante desde hace casi tres años, el apoyo a la defensa alcanza un impresionante 89%. Esta convergencia apunta a un hecho clave, a saber, que el debate ya no es sobre «si» la Unión Europea debe invertir en defensa, sino sobre «cómo», «cuánto» y «en qué marco político» realizará esta inversión.
Podemos argumentar que existen dos visiones de la seguridad europea. En este caso, hablamos de integración europea frente a soberanía nacional. Desde este punto de vista, la encuesta pone de manifiesto una división casi perfectamente equilibrada entre los dos modelos de seguridad preferidos por los ciudadanos europeos. Según el estudio, a nivel europeo, el 37% de los ciudadanos apoya la inversión en un sistema de defensa común de la Unión Europea, mientras que el 38% de los entrevistados prefiere reforzar los ejércitos nacionales en estrecha cooperación con la OTAN. Esta polarización no puede considerarse superficial, porque en realidad refleja dos visiones distintas del futuro del proyecto europeo de inversión en defensa. Desde la perspectiva del primer enfoque, la seguridad puede definirse como un nuevo motor de la integración, un paso natural hacia una «Unión geopolítica». El segundo enfoque parte de la idea de que la seguridad es un atributo fundamental del Estado-nación, y que los Estados miembros deben desempeñar un papel complementario, no sustitutivo. Es relevante que este segundo enfoque, la seguridad del Estado-nación, coincida en gran medida con la postura del ECR, que se alinea más claramente con una parte significativa de la opinión pública. Con un 53%, los votantes y simpatizantes del ECR son el grupo más coherente a la hora de apoyar el fortalecimiento de los ejércitos nacionales y la cooperación de los Estados miembros con la OTAN, rechazando explícitamente la idea de una defensa supranacional plenamente integrada. Esta postura no puede verse como aislacionismo, sino que debe reconocerse como realismo estratégico, dado que la OTAN se percibe como una garantía de seguridad creíble, mientras que los estados nacionales siguen siendo los actores legítimos en el uso de la fuerza.
Las verdaderas prioridades de los europeos son la defensa pragmática, no simbólica
Quizá la sección más relevante del estudio PollingEurope sea la dedicada a las prioridades concretas de defensa. En esta sección, el discurso abstracto sobre la «autonomía estratégica» se sustituye por opciones extremadamente pragmáticas. Así, la primera prioridad indicada por los ciudadanos que respondieron a la encuesta (el 36% de ellos) es reforzar la vigilancia del espacio aéreo de la Unión Europea e impedir los ataques de drones por parte de la Federación Rusa. Esta opción refleja las duras lecciones de la guerra de Ucrania y la conciencia de la vulnerabilidad de las infraestructuras civiles y militares ante tecnologías relativamente baratas (unos pocos miles de dólares/el coste de un dron) pero extremadamente eficaces para causar inmensos daños materiales. En segundo lugar en la jerarquía de prioridades está el refuerzo de las capacidades de inteligencia y la lucha contra la propaganda y la desinformación. El 33% de los encuestados coinciden en esta prioridad. El hecho de que esta preferencia supere las inversiones tradicionales en la industria armamentística muestra una maduración de la opinión pública, a saber, que la guerra moderna es informativa antes que cinética.

En cuanto a los sistemas de defensa antimisiles tipo Cúpula de Hierro, ocupan el tercer lugar con un 30% de apoyo entre los ciudadanos, seguidos del refuerzo de las fronteras exteriores de la Unión Europea mediante presencia militar y barreras físicas, con un 28% de encuestados que apoyan la idea. Suele tratarse de una cuestión extremadamente politizada, pero que ahora adquiere una dimensión estratégica, ya que estos resultados muestran claramente que los ciudadanos de la UE ya no separan la seguridad exterior del control de las fronteras. Sin embargo, también es interesante observar que prioridades como el servicio militar obligatorio a escala europea o la ampliación del arsenal nuclear europeo siguen siendo minoritarias. Los ciudadanos de a pie quieren una protección eficaz, no proyectos ideológicos o simbólicos.
El electorado ECR: convergencia estructural, no circunstancial
Un análisis desglosado por grupos políticos europeos confirma que el electorado de los ECR es de los más coherentes en cuestiones de defensa. Los votantes y simpatizantes de ECR apoyan la inversión en defensa en una elevada proporción del 83%, pero tienen una clara preferencia por las soluciones basadas en la soberanía nacional, la OTAN y la cooperación intergubernamental. En cuanto a las prioridades del gasto en defensa, los votantes del ECR están por encima de la media, en comparación con otros ciudadanos con opiniones ideológicas diferentes, en su apoyo a la defensa aérea, la protección de las fronteras y las capacidades de disuasión. Al mismo tiempo, los votantes de ECR se muestran sistemáticamente escépticos ante la idea de políticas de defensa totalmente comunes impuestas a nivel europeo. Esta postura de los votantes del ECR refleja no sólo una ideología conservadora, sino también una lectura atenta de la opinión pública. En muchos Estados miembros, sobre todo de Europa Central y Oriental, el apego a la soberanía está directamente vinculado a experiencias históricas recientes, y la seguridad nacional se percibe como inseparable del control nacional.
La deuda común europea, la línea roja de la opinión pública
Desde la perspectiva de la inversión militar, podemos decir que existe un consenso relativamente amplio entre los ciudadanos que respondieron a la encuesta, pero las cosas cambian radicalmente cuando el debate se centra en cómo debe financiarse. La cuestión de crear una deuda común europea dedicada exclusivamente al gasto militar divide profundamente a la opinión pública. En los 27 Estados miembros, sólo el 42% de los encuestados apoya esta idea de una deuda conjunta entre Estados, mientras que el 39% está en contra, y el resto de los encuestados está indeciso. Las diferencias de opinión se hacen aún más claras cuando analizamos a los votantes por grupo político. Los votantes del ECR se encuentran entre los más escépticos, con un 45% en contra de la deuda conjunta de la UE y sólo un 40% a favor. Esta reticencia no puede considerarse un mero reflejo euroescéptico, sino que expresa temores legítimos ante la mutualización de los riesgos fiscales, la pérdida de control presupuestario y la transformación de la defensa en un pretexto para acelerar la integración fiscal. Ya no es noticia que la experiencia de los fondos comunes utilizados por la UE durante la pandemia siga alimentando la sospecha de que la deuda conjunta, una vez creada, tiende a convertirse en permanente.
Integración frente a legitimidad democrática. Una Europa más realista, no necesariamente más federal
Uno de los mensajes clave del estudio, quizá el más importante, es que la integración europea en el ámbito de la defensa no se enfrenta a una oposición a la seguridad, sino a un problema de legitimidad democrática. Los ciudadanos de los países de la UE aceptan la cooperación, pero al mismo tiempo quieren conservar el control político sobre las decisiones fundamentales relativas al gasto, las prioridades y los compromisos militares.
En este contexto, la postura de los partidarios de los ECR parece ser un puente entre la necesidad de adaptarse a las nuevas amenazas militares que se ciernen sobre la Unión y el respeto del marco democrático nacional. Y aquí no se trata de rechazar la Unión Europea, sino de rechazar un modelo centralizado que no refleja plenamente la diversidad histórica, estratégica y política de los Estados miembros. Precisamente por eso, la encuesta PollingEurope de noviembre de 2025 ofrece una clara lección a los responsables de Bruselas, que deberían aprender quienes desean que todos los Estados se endeuden bajo el paraguas único de la Unión Europea. Si analizamos la interpretación de la encuesta de forma imparcial y lógica, podemos decir que los ciudadanos europeos quieren seguridad, pero en sus propios términos, no impuesta por una decisión política. Precisamente por eso, los encuestados reclaman soluciones concretas como la defensa aérea, la inteligencia y la protección de las fronteras, al tiempo que ven con cautela los proyectos de integración fiscal o militar que parecen exceder el mandato del voto democrático. En este contexto, la convergencia entre la opinión pública y las posiciones del ECR en materia de defensa no puede considerarse una anomalía, sino que es en realidad un síntoma de una Europa cada vez más lúcida, cada vez más atenta a los gastos y más consciente de los límites de la integración. Por eso debemos afirmar que el futuro de la defensa europea no puede decidirse únicamente en los documentos estratégicos, sino en la capacidad de los dirigentes para respetar este frágil equilibrio entre cooperación y soberanía, porque Europa ya no puede permitirse el lujo de la ingenuidad estratégica y, al mismo tiempo, no parece dispuesta a renunciar al control democrático en nombre de una seguridad abstracta. La encuesta PollingEurope realizada en noviembre lo demuestra con una claridad que rara vez se encuentra en el debate público actual.