
El estrecho de Ormuz, como han informado en las últimas semanas gran parte de los medios de comunicación internacionales, es una de las arterias marítimas más estratégicas por la que pasa más del 20% del comercio mundial de energía. Situado entre Irán y Omán, este estrecho tiene unos 50 km de largo y sólo 33 km de ancho en sus puntos más estrechos, y es un cuello de botella para los suministros de petróleo y gas natural licuado (GNL) procedentes del Golfo Pérsico. Acontecimientos recientes, como el ataque estadounidense a las instalaciones nucleares iraníes y las amenazas de Teherán de bloquear el paso naval, han puesto de relieve los riesgos asociados a esta zona, sobre todo su posible interdicción por parte de Irán.
¿POR QUÉ UN ANÁLISIS CON EL ESTRECHO DE HORMUZ EN EL CENTRO?
En esta coyuntura del conflicto en curso entre Israel e Irán, también tras la intervención de la Administración estadounidense, el análisis del valor estratégico del Estrecho de Ormuz, las implicaciones económicas y geopolíticas de su posible cierre, las consecuencias en los mercados energéticos mundiales y las repercusiones en las economías occidentales -con especial atención al contexto europeo- sigue siendo de interés fundamental. Estas son las cuestiones que podrían ayudarnos a comprender qué línea de actuación podría emprender un Irán acorralado, así como los movimientos de las cancillerías internacionales (especialmente las europeas) con vistas a la continuación del conflicto.
UN VALOR ESTRATÉGICO Y ECONÓMICO
Según datos de la Administración de Información Energética de EEUU -datos de los que también han informado en los últimos días diversos medios de comunicación y analistas que se han centrado en este tema-, cada día pasan por Ormuz aproximadamente 17 millones de barriles de petróleo y una cantidad importante de gas natural licuado. Las exportaciones de Arabia Saudí, Irak, Emiratos Árabes Unidos, Qatar e Irán están vinculadas a esta ruta para llegar a los mercados europeos y asiáticos. Por tanto, cualquier amenaza a la libre navegación en el estrecho tiene un impacto inmediato y potencialmente devastador en el suministro energético mundial, especialmente europeo, teniendo en cuenta el cierre de los canales rusos tras el conflicto de Ucrania. Esta centralidad logística confiere al estrecho de Ormuz un valor estratégico capaz de influir, con la simple decisión de cerrar el paso, en los equilibrios geopolíticos regionales e internacionales. La posibilidad de que Irán decida limitar o hacer insegura esta ruta se percibe como una de las principales palancas de su política exterior, especialmente en momentos de tensión con Estados Unidos y sus aliados regionales. Podemos imaginar lo importante que podría llegar a ser esta palanca en un contexto de conflicto armado abierto como el que estamos viviendo.
TENSIONES RECIENTES, AMENAZAS IRANÍES Y UNA MIRADA AL PASADO
El ataque estadounidense a las instalaciones nucleares iraníes ha alimentado sin duda el temor a una escalada. En respuesta, Teherán ha amenazado con cerrar el Estrecho, una posibilidad que preocupa profundamente a las cancillerías occidentales y a los mercados financieros. Aunque actualmente no hay indicios concretos de un cierre inminente, la amenaza ha bastado para provocar una reacción inmediata en los mercados energéticos, por ejemplo con el aumento de los precios del gas. Las tensiones actuales evocan escenarios similares a los observados durante la Guerra del Yom Kippur en la década de 1970, cuando el mundo asistió a un aumento de los precios de la energía debido a los conflictos de Oriente Medio. Sin embargo, la situación actual se ve agravada por una mayor interdependencia económica mundial y por la fragilidad de las economías europeas, ya puestas a dura prueba por la crisis energética tras el estallido de la guerra en Ucrania.
LOS MERCADOS ENERGÉTICOS REACCIONAN
El impacto de un cierre, incluso temporal, del Estrecho de Ormuz sería inmediato y significativo. Las repercusiones se extenderían mucho más allá de Oriente Próximo, afectando a todo el sistema energético mundial. Los mercados ya se enfrentan a las consecuencias de esta posibilidad con precios más altos de las materias primas energéticas, escasez de suministro y, en última instancia, una nueva oleada de subidas de precios para hogares y empresas. El riesgo más inmediato sería una subida de los precios del petróleo, con consecuencias para los costes de transporte, la producción industrial y los bienes de consumo. Las economías que dependen en gran medida de las importaciones de energía, como las europeas, serían especialmente vulnerables. Mientras tanto, los mercados bursátiles mundiales muestran signos de nerviosismo, y los sectores del transporte marítimo y aéreo ya se ven afectados por desvíos de rutas y restricciones del espacio aéreo. En contextos de creciente inestabilidad geopolítica, como los determinados por los conflictos militares en la región del Golfo, el tráfico aéreo y marítimo sufre importantes cambios operativos y estratégicos. Tras el cierre del espacio aéreo iraní e iraquí, y el aumento simultáneo del riesgo en el espacio sirio, muchas compañías aéreas internacionales se han visto obligadas a modificar sus planes de vuelo. Estos cambios han provocado un alargamiento significativo de los tiempos de viaje. El sector marítimo también está profundamente preocupado: un posible cierre del estrecho de Ormuz por Irán bloquearía el acceso naval a los principales centros del Golfo.
EL IMPACTO EN EUROPA E ITALIA
Europa importa aproximadamente el 20-25% de sus necesidades energéticas del Golfo Pérsico, con un tránsito directo a través de Ormuz estimado en torno al 13% para el crudo y el 6% para el gas, según datos de Eurostat. Un cierre del estrecho tendría repercusiones en las refinerías y las industrias europeas que consumen mucha energía. El principal riesgo es una nueva crisis en las facturas de las familias y las empresas, ya puestas a prueba por la inflación y la inestabilidad de los mercados. En Italia, el gobierno ya ha empezado a estudiar medidas de emergencia como la disociación del precio del gas y la electricidad, descuentos en las facturas para las empresas y nuevos contratos de duración determinada para controlar los precios. Sin embargo, la adopción de una estrategia europea coordinada sigue siendo compleja debido a las divergencias entre los distintos Estados miembros en cuanto a combinación energética, infraestructuras y capacidad de almacenamiento.
ALTERNATIVAS Y LIMITACIONES LOGÍSTICAS
Por supuesto, existen algunas alternativas al Estrecho de Ormuz, pero su capacidad es limitada. Entre ellas están el oleoducto saudí «Este-Oeste» o el oleoducto de Emiratos Árabes Unidos al puerto de Fujairah. Sin embargo, estas infraestructuras no son suficientes para compensar un posible bloqueo total del Estrecho, especialmente en lo que se refiere al gas licuado, que requiere terminales de regasificación que no siempre están disponibles. Además, el uso de rutas alternativas implica mayores costes logísticos y plazos de entrega más largos, con repercusiones inevitables en los precios finales de la energía y los bienes de consumo. El riesgo es, por tanto, que la amenaza iraní baste por sí sola para hacer más incierta y costosa toda la cadena mundial de suministro energético.
LAS IMPLICACIONES SON GLOBALES, NO SÓLO REGIONALES
Cada acción iraní en el estrecho de Ormuz tiene repercusiones que van mucho más allá de la esfera energética. Irán se enfrenta a un dilema estratégico: bloquear Ormuz significaría también perjudicar a aliados económicos como China y Rusia, los principales compradores de su petróleo. Además, un gesto así constituiría una escalada que podría justificar una intervención militar occidental, con el riesgo concreto de transformar la crisis (ya de por sí muy compleja) en un conflicto regional a gran escala. Teherán es, por tanto, consciente de que tiene en sus manos una palanca importante, pero también muy peligrosa. Cada decisión, en este contexto, es evaluada por el Consejo Supremo de Seguridad Nacional bajo la autoridad del Líder Supremo, Alí Jamenei. La elección de un cierre formal, o incluso sólo una desestabilización progresiva del paso marítimo, podría constituir el punto de no retorno para una nueva guerra en el Golfo.
LA SEGURIDAD ENERGÉTICA SIGUE DEPENDIENDO DE ESTA VÍA
En definitiva, el Estrecho de Ormuz es ahora más que nunca una encrucijada no sólo energética, sino también política y estratégica. Su cierre tendría efectos sistémicos en la economía mundial, desencadenando una crisis energética, financiera y diplomática de proporciones potencialmente sin precedentes. Las recientes tensiones entre Estados Unidos e Irán han vuelto a poner de relieve su centralidad, mostrando cómo la geopolítica de la energía sigue siendo una de las piedras angulares del nuevo equilibrio internacional. En este escenario, Europa se encuentra ante una crisis cuyo margen de maniobra es limitado. Las inversiones y la diversificación de los suministros, junto con la cooperación internacional, siguen siendo las únicas herramientas disponibles para hacer frente a un futuro cada vez más incierto. Pero a corto plazo, la estabilidad del Estrecho de Ormuz sigue siendo una condición esencial para la seguridad energética mundial.