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El fin de una ilusión. ¿Qué ha sido del «Pacto Verde»?

Energía - noviembre 22, 2025

El sueño de la Comisión Europea de un «planeta verde» ha sido una pesadilla para agricultores, empresarios y consumidores de toda la UE. Una pesadilla que está llegando a su fin, ya que la votación del 13 de noviembre de las fuerzas de centro-derecha del Parlamento Europeo ha supuesto otro clavo en el ataúd del Pacto Verde. Muy pronto se cumplirán seis años del lanzamiento de uno de los planes más ambiciosos propuestos por la Comisión Europea. «El Green Deal transforma la UE en una economía moderna, competitiva y eficiente en el uso de los recursos», una enorme promesa que puede leerse en el sitio web de la Comisión Europea. Esa extraordinaria visión de reducir sustancialmente las emisiones de gases de efecto invernadero, transformando a Europa en «el primer continente climáticamente neutro», un verdadero modelo a seguir para el resto del mundo. Mediante una transición «justa y sostenible», en menos de tres décadas tendríamos un «planeta verde», con energía procedente casi exclusivamente de fuentes renovables y, por tanto, «limpias». Pero ¡qué contraste entre los sueños y la realidad!

Las fuerzas políticas realistas han hecho sonar numerosas alarmas sobre la obsesión por la competitividad, la desconexión de la realidad y los excesos burocráticos. En nombre de una UE más «competitiva» y «eficiente» y de un renacimiento ecológico, tenemos una Unión cada vez menos competitiva, cada vez más empobrecida y cada vez más alejada de las necesidades reales de sus propios ciudadanos.

Seis años después del lanzamiento del «Pacto Verde», las cosas son diferentes de lo que sus partidarios han defendido sistemáticamente.

El 13 de noviembre, en el Parlamento Europeo, 382 eurodiputados votaron a favor de eliminar las absurdas cargas burocráticas impuestas a los empresarios, frente a sólo 249 votos en contra y 13 abstenciones. Así, sólo las empresas con más de 1.750 empleados y una facturación neta anual superior a 450 millones de euros tendrían que informar sobre cuestiones sociales y medioambientales, mientras que las empresas más pequeñas estarían exentas de estos informes de sostenibilidad. El requisito de diligencia debida sólo se aplicaría a las empresas muy grandes, que ya no estarían obligadas a elaborar planes de transición climática. Omnibus I, como se denomina este paquete, se negociará con los gobiernos de los Estados miembros en las próximas semanas, con la esperanza de que la legislación actualizada esté lista a finales de año.

Algunos ven la votación del 13 de noviembre como una victoria significativa de las fuerzas de centro-derecha en el Parlamento Europeo, pero esta postura no puede basarse únicamente en la lucha ideológica. Reducir algunas normas perjudiciales aplicadas a las pequeñas y medianas empresas y eliminar la obligación de elaborar planes de transición climática y cláusulas de responsabilidad civil es, de hecho, un éxito para los realistas y los partidarios del reequilibrio de la economía europea sobre una base natural. La eliminación de normativas gravosas hace imposible mantener objetivos medioambientales poco realistas.

El reposicionamiento cada vez más firme sobre unas políticas climáticas que han demostrado ser un fracaso de proporciones épicas no es nuevo ni sorprendente. Cuando, en enero, los colíderes del grupo ECR respondieron en una carta al jefe del PfE que «seguimos comprometidos a cooperar con socios afines como tú para contrarrestar los excesos ideológicos del Pacto Verde y abogar por políticas que se alineen con las prioridades económicas y estratégicas de Europa», las cosas parecían meridianamente claras a este lado del espectro político. La cooperación se amplió para incluir a los eurodiputados del PPE, que el 13 de noviembre inclinaron decisivamente la balanza a favor de recortar las normativas descabelladas y destructivas. Esta votación no fue ni un accidente ni una coincidencia. Es una señal de vuelta a la normalidad.

Cuando quedó claro que el Pacto Verde no era más que una gran mentira, un ataque directo al bienestar de los ciudadanos europeos y a la competitividad que supuestamente debía estimular, un sueño antaño hermoso empezó a desmoronarse. No puedes ignorar las necesidades de tus propios ciudadanos, no puedes imponer costes onerosos o restricciones absurdas y afirmar que eso es progreso. Cualquier visión que no se base en el realismo y el pragmatismo se desvanecerá como cualquier otra ilusión.