Si en la primera parte intentamos poner de relieve la construcción histórica y económica de la Unión Europea a través del análisis de los estados occidentales (fundadores del proyecto europeo y principales promotores de la disciplina fiscal europea), en la segunda nos proponemos analizar la situación desde la perspectiva de la deuda pública y del resto de estados del viejo continente. Un caso especial es el de Europa del Este, una región que ha estado marcada por la transición de las economías planificadas a las economías de mercado, y los países del antiguo bloque soviético que se han integrado gradualmente en las estructuras de la Unión, trayendo consigo un importante potencial económico, pero también vulnerabilidades sistémicas.
Esta segunda parte pretende ser un análisis de cómo se han relacionado los nuevos estados miembros con el modelo económico occidental, cómo han gestionado la deuda pública en el contexto de los procesos de convergencia y qué efectos han tenido las políticas de austeridad, privatización y reforma en los gobiernos de Europa del Este. También intentaremos explicar el modelo económico del Norte de Europa, reflejo de los modelos del Sur de Europa y de las islas, así como el impacto de la ampliación de la UE en el equilibrio presupuestario europeo, la aparición de nuevos centros económicos regionales, correlacionados con las transformaciones generadas por los recientes acontecimientos que están poniendo a prueba a la UE (la crisis energética, la pandemia y el conflicto de Ucrania). La pregunta a la que queremos dar respuesta es si la UE puede mantener su cohesión económica y política en un espacio cada vez más diverso en el que la deuda pública, los niveles de desarrollo y las prioridades nacionales siguen siendo profundamente desiguales, y cómo puede hacerlo.
Europa del Norte: prosperidad a través de la innovación y un Estado del bienestar eficiente
Si pensamos en Europa Occidental como el corazón económico de la Unión Europea, podemos decir que Europa del Norte (formada por Islandia, Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca) es su mente lúcida. A lo largo de la historia, los países del norte de Europa han triunfado donde el resto del continente lo ha intentado, pero sin éxito, combinando la eficacia del libre mercado con un Estado del bienestar generoso y funcional. En la mayoría de los informes económicos, el modelo económico nórdico suele caracterizarse como «la síntesis más exitosa de capitalismo y solidaridad». En estos países, los gobiernos apoyan la innovación, la deuda pública se mantiene bajo control y la confianza social (es decir, el nivel de respeto mutuo entre ciudadanos e instituciones) alcanza niveles récord.
Suecia es, con diferencia, el líder europeo de la economía verde y digital, y tiene una de las deudas públicas más bajas de la UE (aproximadamente el 31,5% del PIB). El modelo sueco se basa en una combinación de disciplina fiscal, innovación tecnológica e inversión social. Las áreas que añaden valor a la economía sueca son la tecnología y la digitalización, la educación y la industria ecológica. Empresas como Ericsson, Klarna y Spotify han convertido a Suecia en un centro mundial de innovación. En cuanto a la industria verde, Suecia ha invertido mucho en energía eólica, reciclaje y transporte sostenible. El programa educativo gratuito y orientado al pensamiento crítico produce una mano de obra cualificada. Desde el punto de vista de las áreas en las que Suecia es deficitaria, podemos enumerar la industria pesada tradicional y la agricultura, que han perdido terreno frente a la automatización y la externalización. Durante muchos años, Suecia fue famosa por su industria metalúrgica y la producción de papel, pero con la implantación de proyectos ecológicos y no contaminantes, estas industrias han disminuido drásticamente. La agricultura sueca sigue dependiendo de las importaciones y las subvenciones. En cuanto a las políticas sociales, Suecia destina aproximadamente el 30% de su PIB a la protección social. Las prestaciones sociales incluyen ayudas a la educación y la vivienda, generosos permisos parentales y asistencia sanitaria pública universal. Como resultado de estas políticas, Suecia tiene una de las tasas de pobreza más bajas del mundo y una fuerte cohesión social.

Si hablamos de Dinamarca, podemos decir que es un caso fascinante. El Estado danés mantiene una administración pequeña, pero presta amplios servicios públicos. La deuda pública danesa es del 35,5% del PIB, y Dinamarca ha conseguido transformar el Estado del bienestar en un mecanismo eficaz. Las energías renovables (Vestas, el gigante de la energía eólica), la industria marítima (Maersk, líder mundial en el transporte de contenedores), la informática y la biotecnología (sectores que experimentan un crecimiento exponencial) son los ámbitos en los que destaca la economía danesa. En el lado negativo, podemos enumerar el sector de la construcción (afectado por los altos costes laborales) y la agricultura tradicional, que está perdiendo terreno en competitividad global. En el frente social, Dinamarca ofrece asistencia universal en educación y desempleo, sanidad, pero condiciona esta asistencia a la participación activa de los ciudadanos en el mercado laboral («flexiguridad»). El resultado es una tasa de empleo superior al 75% y una deuda estable, respaldada por una sólida base fiscal.
Con una deuda pública del 73,9% del PIB, Finlandia está más expuesta económicamente que sus vecinos del norte, pero sigue siendo un ejemplo de gobernanza responsable. Durante muchas décadas, la URSS fue su principal socio comercial, pero tras el colapso de la URSS, Finlandia se reinventó a través de la educación y la tecnología. La silvicultura y los recursos naturales (explotación sostenible y exportación de conocimientos ecológicos), la tecnología (el legado de Nokia ha creado una sólida infraestructura de creación de empresas) y la educación (centrado en el pensamiento crítico, el sistema educativo finlandés está considerado el mejor del mundo) son los puntos fuertes económicos y sociales de Finlandia. Tras el declive de Nokia, la industria electrónica tradicional ha decaído considerablemente, y el sector bancario, consolidado mediante fusiones, no es el punto fuerte de Finlandia. Haciendo hincapié en la igualdad de oportunidades y la innovación, el Estado finlandés invierte más del 28% del PIB en servicios sociales, mientras que las crisis económicas, ya sean regionales o mundiales, siempre se han tratado como oportunidades de reforma, no de austeridad.
El Reino de Noruega forma parte del Espacio Económico Europeo, aunque no es miembro de la UE. Ejemplo de gestión de recursos naturales, con una deuda pública del 39% del PIB, Noruega tiene el mayor fondo soberano del mundo (más de 1,5 billones de USD). Los servicios financieros y digitales, la energía hidroeléctrica y las tecnologías marinas, junto con importantes reservas de petróleo y gas natural (gestionadas de forma sostenible), son los principales motores de la economía noruega. El casi 35% del presupuesto que Noruega destina a financiar la protección social procede en gran parte de los ingresos del fondo soberano, no de la deuda, lo que se traduce en una estabilidad fiscal absoluta y una economía preparada para la transición postpetróleo.
Islandia ha protagonizado una espectacular remontada tras la devastadora crisis bancaria de 2008, centrándose en las tecnologías verdes, la energía geotérmica y el turismo. Con una deuda pública del 67% del PIB, el modelo fiscal finlandés es ahora uno de los más prudentes del mundo, y el Estado ha aprendido la dura lección de sobredimensionar el sector financiero.
Los países nórdicos nos demuestran que se puede alcanzar la prosperidad mediante la educación, la transparencia y la equidad. Al mantener baja la deuda pública, la población confía en las instituciones, y como la corrupción es casi inexistente, se puede crear un entorno económico sano. Este entorno económico sano es el modelo que la Unión Europea intenta extender mediante reformas estructurales, pero que sigue siendo difícil de aplicar en el sur o el este de la UE, donde los factores culturales e históricos son completamente distintos.
Europa del Sur, la frágil belleza de las economías endeudadas
Si el norte simboliza la eficacia, el sur de Europa simboliza la complejidad. Grecia, Chipre, Italia, España y Portugal son países con fuertes tradiciones históricas, pero con economías marcadas por rigideces estructurales, clientelismo político y elevadas presiones sociales. El sur de la UE fue el más afectado por las crisis financieras de 2008-2013, dejando al descubierto su dependencia del turismo, el consumo interno y un gasto público excesivo. Podemos decir que los países del sur de la UE sufren una combinación fatal: estructuras burocráticas, baja productividad y elevada deuda. Sin embargo, su potencial turístico, cultural y humano es enorme. La crisis ha obligado a los líderes del sur a aprender disciplina fiscal, y las reformas en digitalización y energía verde ofrecen una nueva oportunidad de modernización.
Italia es la paradoja de la prosperidad endeudada, con un 137,3% del PIB. Italia es el símbolo de la paradoja del sur, una economía desarrollada pero crónicamente vulnerable. La industria del norte de Italia (Lombardía, Emilia-Romaña) está entre las más competitivas del mundo, mientras que la del sur (Mezzogiorno) sigue subdesarrollada. El turismo y la gastronomía, la industria automovilística, el diseño, la moda y los artículos de lujo son las áreas que añaden valor a la economía italiana. La burocracia y la corrupción endémica en la administración, junto con la agricultura, son los puntos débiles de Italia. Italia destina más del 29% de su PIB a la protección social, pero la ineficacia del sistema y la evasión fiscal amplifican la deuda. Las sucesivas crisis políticas y la falta de reformas estructurales han mantenido un estado de estancamiento crónico.
España, con una deuda del 100,6% del PIB, puede caracterizarse con dos términos: transformación y vulnerabilidad. En la década de 2000 experimentó un crecimiento espectacular, pero la crisis inmobiliaria de 2008 puso de rodillas a la economía española. Sin embargo, las reformas fiscales posteriores propiciaron una recuperación basada en las exportaciones y el turismo. Con 80 millones de visitantes anuales, el turismo es una de las áreas de valor añadido de la economía española. Además del turismo, las energías renovables (solar y eólica) y las industrias automovilística y textil están impulsando la economía ibérica. Los analistas sostienen que los puntos débiles de España residen en el sector bancario, afectado por la crisis de la deuda, y en el sector de la construcción. España se enfrenta a una elevada tasa de desempleo, especialmente entre los jóvenes. El 28% del presupuesto nacional se gasta en asistencia social, y la crisis catalana y la fragmentación política han agravado la polarización interna.

Tras estar al borde de la quiebra en 2011, Portugal se ha convertido en un ejemplo de recuperación mediante reformas. Podríamos decir que los portugueses han aprendido disciplina de la crisis. Aunque su deuda pública es del 112% del PIB, la economía crece a un ritmo constante, y Lisboa atrae inversiones en tecnología, turismo y energías renovables. Las políticas sociales son equilibradas, con asignaciones del 26% del PIB, y el éxito de Portugal se debe en gran medida a la cooperación con la UE y a la gestión eficaz de los fondos europeos.
Con un 142,2% del PIB en deuda pública, Grecia es el símbolo de la crisis de la deuda europea. El país atravesó la crisis económica más grave de la historia reciente de Europa entre 2009 y 2018, perdiendo una cuarta parte de su PIB. El turismo, que representa el 25% del PIB, y el transporte marítimo (Grecia tiene una de las mayores flotas comerciales del mundo) mantienen al país a flote. La industria local griega se ha visto diezmada por la austeridad, y el sector público se considera corrupto e ineficaz. Véase la investigación de la Fiscalía Europea sobre la malversación de fondos europeos destinados al sector agrícola, en la que están implicados altos funcionarios griegos. Grecia ha logrado una lenta estabilización, que ha requerido tres programas de rescate financiero. Desgraciadamente, el coste social ha sido enorme, ya que el país experimenta tasas de desempleo alarmantes, un descenso de la tasa de natalidad y una migración masiva de ciudadanos a Occidente.
Chipre, un microestado dependiente de los servicios financieros y el turismo, tiene una deuda del 85% del PIB. La crisis financiera de 2013, desencadenada por la exposición a la deuda griega, condujo a rápidas reformas. Actualmente, la economía chipriota crece moderadamente, apoyada por la inversión extranjera y las TI.
Europa Central y Oriental: entre la convergencia y la fragilidad
Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria representan la historia de una rápida transformación durante las tres últimas décadas. Tras la caída del comunismo en 1989, estos países pasaron de economías planificadas a economías de mercado, de regímenes autoritarios a democracias funcionales, y del aislamiento a la integración europea. Los bajos costes laborales, el acceso a los fondos europeos y el acelerado desarrollo industrial hacen de estos países el motor del crecimiento de la UE. Pero detrás de este éxito se esconden fragilidades como una infraestructura social subdesarrollada, la dependencia del capital extranjero y un modelo de crecimiento basado en el consumo más que en la innovación.
Polonia es el tigre oriental de la UE. Con una deuda pública del 49,2% del PIB, Polonia es el país más grande y estable de Europa Oriental. Su economía ha crecido de forma constante, sin una recesión importante, convirtiéndose en un pilar de la región. La agricultura modernizada, la industria automovilística y electrónica, las TI y la subcontratación son áreas en las que los polacos destacan. Debido a las políticas climáticas europeas, el sector minero (especialmente la minería del carbón) está en declive. El Estado destina aproximadamente el 23% del PIB a la protección social, pero haciendo hincapié en el apoyo a la familia mediante subsidios y ayudas por hijos. El modelo económico polaco combina el capitalismo de mercado con el nacionalismo económico. Políticamente, Polonia ha experimentado tensiones en torno al Estado de derecho, pero sin embargo tiene una economía robusta con una clase media emergente y una deuda sostenible.

Cuando decimos República Checa, decimos disciplina centroeuropea. Con una deuda pública del 44% del PIB, tiene una de las economías más fuertes de la región. El nivel de vida se acerca al de Austria y se debe a una industria diversificada y una administración eficaz. El turismo urbano y médico, el equipamiento electrónico y mecánico y la industria automovilística son sólo tres de los sectores económicos que hacen de la República Checa un país económicamente estable. Con unos gastos de aproximadamente el 25% del presupuesto, el gobierno mantiene una fiscalidad prudente y una política social equilibrada, demostrando que la disciplina y la transparencia pueden transformar una economía poscomunista en una economía europea madura.
Eslovaquia (57% del PIB de deuda) está integrada en las cadenas de producción occidentales y depende en gran medida de la industria automovilística. La adhesión a la eurozona ha impuesto una rigurosa disciplina fiscal, que ha limitado la flexibilidad monetaria. Con una economía pequeña, pero bien conectada con Alemania y la República Checa, el principal reto de Eslovaquia es su excesiva dependencia de un solo sector (automoción) y el éxodo de su mano de obra.
Hungría (deuda pública del 76% del PIB) ha seguido una trayectoria económica fluctuante. El gobierno ha combinado la inversión extranjera con el control político de la economía. Los pequeños empresarios, los medios de comunicación y la educación afectada por la politización son los aspectos negativos de la economía húngara. Por otra parte, Hungría destaca en los sectores de la automoción, la energía, la agricultura, la industria farmacéutica y la informática. Aunque el gobierno invierte el 27% de su presupuesto en políticas sociales, persisten los desequilibrios regionales. Un problema estructural para la convergencia europea es que, aunque el crecimiento económico es real, las libertades institucionales se están erosionando.
Cuando cayó el régimen comunista en Rumanía, el país no tenía deuda externa. Actualmente, la deuda pública, declarada a finales del tercer trimestre de 2024, era de aproximadamente el 53,1% del PIB, y los modelos macroeconómicos y las previsiones de los expertos estiman que la deuda podría alcanzar cerca del 59-60% del PIB a finales de este año. Las estimaciones sugieren que, con un déficit superior al 8% en 2025, podría superarse el umbral del 60%. El aumento de la deuda pública se debe principalmente a un déficit presupuestario muy elevado (según el SEC, del 9,3% del PIB en 2024), alimentado por el aumento de las pensiones y los salarios en el sector público, así como por el aumento de los gastos corrientes. Rumanía se enfrenta a elevados costes por intereses; al analizar los préstamos entre los países miembros, Rumanía paga los tipos de interés más altos de la UE. Estos problemas han sido señalados repetidamente por las instituciones europeas y las agencias de calificación, que han advertido a los responsables políticos. El gobierno está intentando aplicar reformas económicas, pero todavía no se notan los efectos. La cuestión de la ley especial de pensiones no reformada puede llevar pronto a la pérdida de más de 200 millones de euros del PNNR. La Comisión Europea ha intensificado los procedimientos contra Rumanía debido a su déficit excesivo. Si la deuda supera definitivamente el 60% del PIB, las comparaciones con otros países de la UE cambiarán, y Rumanía dejará de ser un país con «deuda baja» en relación con la media de la UE.
La pobreza persistente pero la estabilidad fiscal hacen de Bulgaria (con una deuda pública de sólo el 26,7% del PIB) un campeón de la disciplina fiscal, lo que le ha permitido incorporarse al euro el 1 de enero de 2026. El bajo gasto público, los bajos salarios y la emigración masiva son en realidad la otra cara del éxito. Bulgaria tiene un gran problema con las infraestructuras, la sanidad y la educación. Por otro lado, destaca en TI, subcontratación y turismo. Bulgaria tiene el porcentaje más bajo del PIB destinado a protección social de la UE, un 18%, lo que mantiene baja la deuda pero acentúa las desigualdades sociales.
Europa Central y Oriental es el «laboratorio de la convergencia europea». Los países del Este crecen rápidamente, pero aún no han consolidado un modelo de desarrollo interno sostenible. Siguen dependiendo de la inversión extranjera y de los fondos de la UE, lo que hace que sus economías sean vulnerables a los choques externos.

Irlanda, Malta, Lituania, Letonia y Estonia, estados pequeños o geográficamente aislados con un papel estratégico en la Unión Europea, forman parte de la Europa periférica e insular. Las economías de estos estados demuestran cómo la flexibilidad y la digitalización pueden compensar el pequeño tamaño del mercado nacional.
Con una deuda pública del 83% del PIB, pero un enorme PIB per cápita gracias a la presencia de empresas multinacionales del otro lado del Atlántico, Irlanda es un milagro fiscal. La crisis bancaria de 2008 transformó Dublín en un centro mundial de tecnología y finanzas. Unas políticas fiscales extremadamente atractivas (12,5% de impuesto de sociedades) han atraído inversiones masivas, pero también críticas de la UE por «dumping fiscal». Irlanda es un claro ejemplo de que la flexibilidad fiscal puede transformar un Estado periférico en una superpotencia económica.
Con una deuda del 52% del PIB, Malta es una economía basada principalmente en el turismo, las tecnologías marítimas y los servicios financieros. Gracias a una normativa flexible, la isla es un centro importante para las empresas de juegos online y blockchain. Aunque su pequeño tamaño la hace vulnerable a los choques externos, Malta tiene un elevado PIB per cápita y un sistema social funcional.
Los países bálticos son un buen ejemplo de resiliencia y digitalización. Estonia (21,4% de deuda) es pionera mundial en gobernanza digital, con un sistema de administración y ciudadanía electrónica 100% en línea. Letonia (39,9%) y Lituania (38,3%) tienen economías dinámicas con grandes inversiones en TI, energía y logística. Estos países atravesaron graves crisis en 2009, pero se recuperaron mediante reformas e innovación. La digitalización se ha convertido en su símbolo de resistencia, y la pertenencia a la OTAN y a la UE les proporciona estabilidad estratégica.
Deuda, solidaridad y futuro de la Unión Europea
Tras casi siete décadas de integración, la Unión Europea es un mosaico de historias, culturas y modelos económicos. Un análisis de la deuda pública de los Estados miembros revela una realidad simple pero profunda: no existe una única Europa, sino varias Europas coexistentes. El nivel de deuda refleja la estructura económica y las prioridades sociales de cada nación. Los países del norte y occidentales pueden sostener altos niveles de deuda gracias a su productividad y confianza en las instituciones, mientras que el sur y el este, con niveles de deuda bajos o moderados, tienen vulnerabilidades estructurales y déficits sociales. Las políticas sociales a nivel de los países miembros pueden caracterizarse por oscilar entre la generosidad y la sostenibilidad. Por eso las diferencias son enormes. Francia, Suecia y Dinamarca invierten más del 30% de su PIB en protección social, mientras que Rumanía y Bulgaria apenas superan el 20%. Esta asimetría crea una Europa de desigualdades, donde el nivel de vida varía de 10.000 a más de 60.000 euros per cápita. Además, las crisis no han destruido la Unión, sino que la han reforzado. Pero, ¿cuáles son los retos del futuro? En primer lugar, desde el punto de vista demográfico, el envejecimiento de la población ejercerá presión sobre los sistemas de pensiones, y la digitalización creará diferencias cada vez mayores entre el Norte y el Sur si no se normaliza la inversión en educación. La transición ecológica generará enormes costes, pero también oportunidades. Sin embargo, sin solidaridad fiscal y una política fiscal común, la eurozona seguirá estando incompleta.
El futuro de la Unión estará entre la integración y la identidad. Europa se enfrenta a un dilema fundamental: ¿puede haber una unión económica sin una verdadera unión política? La realidad cotidiana proporciona la respuesta: aunque las tensiones aumentan, la interdependencia es demasiado fuerte para permitir la fragmentación. Por eso la Unión Europea es hoy un organismo complejo, construido sobre el compromiso y la adaptación. La deuda pública de los Estados miembros no es sólo una cuestión de cifras, sino que refleja una historia colectiva desde las ruinas de la posguerra hasta una de las construcciones económicas más sofisticadas del mundo. Europa Occidental ofrece estabilidad, Europa Septentrional ofrece inspiración, Europa Meridional nos recuerda la fragilidad y Europa Oriental ofrece esperanza. Juntas, estas regiones conforman una Europa que, aunque imperfecta, sigue siendo el experimento de solidaridad económica más ambicioso de la historia moderna.